«Mongo y el Ángel» de Héctor Oliboni

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“Mongo y el Ángel” de

Héctor Oliboni

¿Los ángeles existen? Deberían existir

Creer en los milagros, hace los milagros posibles.

Mariángeles Sanz Vélez

sanzm897@yahoo.com

En la sala Teatro Abierto, del Teatro del Pueblo, se presenta todas las noches del viernes, una pieza que nos habla de nuestro presente, a partir de tres personajes por fuera del sistema, y de nuestras preocupaciones cotidianas. Un linyera muy particular, una trabajadora de la noche, y un artista que carga su vida en la caja deshilachada de un violín. Pensando en las paradojas, Héctor Oliboni escribe una dramaturgia sensible, para hablarnos de la insensibilidad de un siglo, que recién comienza, pero que ya en sus cortos años nos ha demostrado una línea de pensamiento que nos hace, con ayuda de la tecnología, cada vez más egoístas, más solitarios, más individualistas; donde la solidaridad y la comunidad, el ver al otro con ojos de prójimo es un bien escaso, y no cotiza en el mercado. Así construye a sus personajes, desde una mirada donde habita la ternura, así es Pino, que esté fuera de la realidad, o dentro de ella, no tiene demasiada importancia, si tiene y mucha su forma de relacionarse con el otro, tan desamparado como él, pero al que siempre puede darle alivio, con una palabra, con sólo verlo, prestarle atención, o con la magia que hace surgir una moneda.

En un habitus cargado de ángeles y fantasmas, la puerta de un teatro cerrado, donde alguna vez habitaron los milagros, las risas y los duendes, Pino tiene su casa, o al menos su lugar en el mundo, en ese mundo marginal, por donde pasamos muchas veces y no detenemos la mirada.  Allí también se encuentra Mongo, con una historia de dolor y culpa, que sabremos hacia el final de la pieza, y la presencia luminosa de Liliana, que le pone color y fiesta, a esos dos hombres. Liliana tiene el trabajo más antiguo del mundo, y esa definición también es muy antigua, pero certera, porque ella no reniega de su vida, sino que considera su hacer no desde la moral general, sino como decían los anarquistas, una salida laboral para las mujeres acorraladas por la necesidad del mundo burgués capitalista, y como ella afirma, le permite ser libre y elegir, aunque sea cada vez menos. Porque los años corren, y las “chicas nuevas” son cada vez más nuevas y más chicas.

La escenografía diseñada por Ariel Vaccaro, nos permite sentir el abandono de los personajes, pero a la vez por transición la de la cultura, en una ciudad, en un país, donde la misma debe pelear y defenderse de la desidia de los gobernantes, y producir también el milagro de la sobrevivencia. La iluminación va creando los climas, y ratifica las elipsis de tiempo. El vestuario forma parte de la composición de esos personajes, que sin embargo, se muestran mejor desde adentro hacia afuera, exaltando una subjetividad que desborda sobre todo en el personaje de Pino, el ángel necesario, para torcer el destino de los otros dos. Muy buenas actuaciones, donde destaca Martín Urbaneja, en el juego entre las miradas, la gestualidad, y el carácter misterioso de su labor, ¿quién es él? Tal vez en ser común con sentido humano, o un ángel caído en el filo entre la ficción y la realidad.

Dije al principio que los tres están construidos desde la ternura, y así lo entiende su director Marcelo Velázquez, que provoca que todos y cada uno encuentren en el espectador una necesidad de amparo, de empatía, de deseo que finalmente les vaya bien, sin importar que fue de su vida antes de ese encuentro inusual. Hay muchos mundos dentro del mundo que conocemos, y el teatro tiene por costumbre bucear en cada uno de ellos, para enfrentar al público no sólo al reconocimiento de lo conocido sino para abrir los ojos a lo que queremos ignorar porque nos duele demasiado.

Ficha técnica: “Mongo y el ángel” de Héctor Oliboni. Elenco: Bautista Duarte (Mongo), Silvina Katz (Liliana), Martín Urbaneja (Pino) Diseño y realización de escenografía: Ariel Vaccaro. Diseño de iluminación: Alejandro Le Roux. Diseño de vestuario y caracterización: Paula Molina. Música original y ambientación sonora: Fernando Laub. Fotografía: Lucas Suryano. Diseño: Ana Willimburgh. Redes: Carolina Krivoruk. Producción ejecutiva: Cristina Sisca. Asistencia de dirección: Lucas Suryano. Dirección: Marcelo Velázquez. Prensa y Comunicación: Kasspress (Laura Mathieu) Teatro del Pueblo. Sala Teatro Abierto. Viernes 20hs.

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