Marcelo Mazzarello
El drama también tiene su punto de contacto con el humor. Porque así son las vueltas de la vida
Azucena Ester Joffe
Si bien su debut profesional fue en el Parakultural, la primera vez que pisó un escenario fue en el teatro Regio siendo aún estudiante del colegio secundario. Hoy, con una amplia trayectoria, le ha puesto el cuerpo a distintos y numerosos personajes. Su compromiso con la actuación y con la vida lo lleva a transitar el difícil camino para encontrar el punto de unión entre la comedia y el drama, entre lo popular y lo culto. En una charla distendida, y con el humor que lo caracteriza, Marcelo Mazzarello reflexionó sobre su búsqueda personal, la avidez del público del Interior y la situación de la ficción nacional televisiva.
Entrevista realizada junto a Daniel Gaguine (Caleidoscopio de Lucy)
-Marcelo, ¿cómo surge el proyecto de El avaro?
-Me llamó Corina Fiorillo y me dijo que le faltaba un actor para el personaje de Flecha. La pregunta fue ¿es viable que lo hagas? Le dije que sí, que era viable. Esto fue hace un año, aproximadamente, bastante antes de que se concretara el proyecto. Nunca había trabajado con Corina pero sabía que era una directora muy conocida y premiada. La verdad, no entendía cómo había llegado a mí. Después, por una casualidad, me enteré que había tenido que ver Pablo Gorlero. Yo había hecho una participación en la entrega de los Premios, y hablando con Corina surgió mi nombre para el personaje. Hacía mucho que no trabajaba en el San Martín y hacer un texto de Molière -un clásico- tenía muchos componentes atractivos. Por eso decidí hacerlo.
-Poner en escena un clásico en este momento supone desafíos…
-Una de las posibilidades es aggionarlo, como es el caso al que apuesta Corina. Tiene una mezcla de elementos modernos y de época. Es una decisión acerca de cómo plantearlo. Para mí, los clásicos -éste en particular- siempre están vigentes desde el texto. Más allá de la puesta, en los chistes, en las formas en que está escrito. Es un reloj. Si uno lo hace tal cual están escritos, si se entiende ese código, se obtiene el mismo resultado que, supongo, tuvieron en su momento.
-A lo largo de tu trayectoria hiciste distintos personajes, ¿cómo es ponerle el cuerpo a Flecha?
-Molière te lo hace muy fácil. Está escrito en un código muy popular, pensado para el actor. Lo leo y entiendo todos los chistes. Tal vez porque trabajo más con el humor, tengo mejor visión de eso. Muchas veces al acercarse a un clásico quien no trabaja con el humor le tiene demasiado respeto o solemnidad. Depende de tu mirada acerca de un texto que lo veas o no. Desde el personaje, se me hizo muy fácil. Creo que es teatro popular, en una época en que estaba pensado congraciarse con el público.
-¿Qué te comenta la gente o tus colegas después de la función?
-La gente lo pasa muy bien. Hay mucho de entretenimiento. En algunas críticas apareció “bueno, la crítica social al momento y a lo que pasa”. No me parece que sea lo que está pasando. Creo que sucede algo más simple, más llano. La puesta tiene un montón de cosas que divierten. Cuenta con un sentido musical en casi todo. Todo el tiempo el espectador tiene la mirada puesta en los actores en escena. Una energía determinada que se pone desde el principio donde se ve esa suerte de saltimbanqui que hay en el escenario. Eso ya te pone en un código. Algunos espectadores lo entienden un poco después. Luego, de a poco, van entrando en ese código y se dan cuenta que todo está en esa línea. Me parece que no hay una lectura más allá de eso, en el espectador. Los críticos a veces tienen esa otra mirada pero también pasa que hoy leo una nota que decía “me pareció entretenimiento”, y nada más.
Mirá, hicimos una función especial a las 11 hs de la mañana que suponía sería para chicos. Pero ya habían concluido las vacaciones de invierno por lo que terminaron viniendo fue un grupo de jubilados que llegaron en cinco micros. Imagínate lo que éramos los actores a esa hora…pero cuando empezó la función, fue una fiesta. A Antonio [Grimau] se lo querían comer y cuando apareció [Edgardo] Moreira pedían “que lo tiren a la tribuna”. ¡Fijate como el público te cambia! Fue una hilaridad general. Una de las mejores funciones que hicimos. Los jubilados te devolvían todo y cuando no, te preguntaban ellos. Los clásicos tienen eso. Fueron hechos así, porque había un público que tiraba verdura y al malo lo corría a patadas. Era como una cosa más participativa y esta función tuvo algo de eso. Para mí fue una experiencia muy interesante.
-Además, debe ser muy fuerte esto, en una sala grande como el Regio.
-Sí! De hecho, hablando con Antonio una de las cosas que me decía acerca de El avaro es que a él también le dio “una alegría” que lo convocaran para un clásico y en una sala grande. Me dijo “yo hice tal cosa porque quería”. En mi caso, por ejemplo, lo primero que hice antes de ser actor, a los 17 años, fue acá, en el Regio. El director de la escuela había escrito un texto dramático y preguntó quién quiere participar. Con tal de salir de la hora de literatura, levanté la mano y la obra se hizo acá. Lo primero que hice fue en esta sala y además colmada de padres, amigos, vecinos. Así que fue como volver, pegar una vuelta y estar nuevamente en este teatro con muy buena recepción. Es un teatro hermoso. La sensación de la sala grande es un placer y es una descarga a tierra. A veces en la vida pueden pasar años y años donde no pasa nada y un mes vale más que diez años.
-También cambia mucho cuando se sale de Buenos Aires…
-Tuve la suerte de estar de gira por el interior y hay una necesidad por ver teatro. En todos los lugares hay salas y son grandes. La sociedad italiana o la española o las dos juntas. No me parece que sea un fenómeno común con otro lado del mundo. La última gira que hice fue con La denuncia, por la provincia de Buenos Aires, a un poco más de 400 km. Hay teatros y gente dispuesta a llenarlos, junto con defensores que en los últimos años han reciclado muchísimos de ellos. En los sitios que visité había un grupo de fanáticos. A veces con ayuda del municipio y otras no. Pero en todos lados está esa defensa por placer y el gusto al teatro.
Por otra parte, la gente es muy agradecida. Te dicen “gracias por venir”. Somos un país increíble en esas cosas. Creo que es parte de nuestra personalidad el gusto por el teatro. La calidez de la gente y, por supuesto, asado a morir. Si el colesterol te aguanta una gira, ¡hacela! (risas)
-Si bien sos un actor popular, ahora estás transitando otros rumbos
-Supongo que quiero unir esos rumbos. Parecen ser dos caminos separados pero para mi van juntos. De las posibilidades que te ofrecen, cuando hay chance, vas eligiendo. En ese sentido seguí en la misma senda. En este caso, es un clásico y tiene que ver con lo popular. Me parece que, en todos los contactos que tengo con el público, intento estar más cerca de lo que creo y me gusta del teatro. Es hacerte conocer no por famoso sino por lo que haces. A través de lo que haces, mostras tus gustos y tu pensar. Ese pensamiento incluye el borrar la barrera entre dos mundos. Los clásicos, bien entendidos, tienen el espacio de lo popular. El objetivo de todo autor es llegar al público, a todo el público. Lo que pasa es que está esa diferenciación entre lo intelectual y lo no serio. De que lo popular se aleja de calidad. Es un prejuicio existente. Como actor, hay que tomar muchas decisiones al respecto para ir esquivándolo. Muchas veces hay una tribuna hacia adentro. Los compañeros, los directores, los autores que no te consideran para ciertos roles porque te consideran para otros. El dar cuenta que eso puede cambiar es un trabajo que tiene que realizar el actor. Mostrar que hay otras posibilidades;que uno quiere y puede hacer otros roles. Dentro de ellos están las dos cosas. Está el humor y el drama juntos, pegados. Estuve viendo nuevamente la serie “Breaking Bad” y tiene mucho de eso. Es una tragedia y muchas veces está contada con humor. No le quita nada al drama. Para mí, un drama bien hecho también tiene humor, porque así es la vida.
-¿Sufriste ese prejuicio del que estás hablando? ¿No te faltaría hacer un malo, por ejemplo?
-Sí, me parece que me falta un malo, un drama o un clásico en un rol no cómico. Es muy difícil que te convoquen para ese salto. Si me pasó, por ejemplo, para lo de Discepolín, en Historias clínicas. Fue una convocatoria distinta. Hubo también otro programa que salió por Canal 9 [Santos y pecadores] que me llamaron para hacer de un policía corrupto en el caso de la Aduana paralela junto con Darío Grandinetti. Fue decir “Gracias Dios. Por fin me llamaron para un rol como este”. Quiero hacer esos personajes. Es un crecimiento y un desafío enorme pero parece que no hay directores que se arriesguen a eso, como sí pasa en los Estados Unidos. Jerry Lewis en El rey de la comedia es una decisión perfecta del director. En una oportunidad, me llamó José Pablo Feinmann – creo que junto a Ure – para una obra que no se llegó a realizar. Estaban con un proyecto sobre base de unas cartas de una figura política. Cuando me llamaron pensé “esto es una propuesta”. Creo que es interesante también para el público. Es meterte a construir un personaje totalmente diferente. Es todo un salto. Por lo general los experimentos de mostrar a los cómicos en el rol de “malo”, han salido bien. Por ejemplo, Guillermo Francella. Acá no hay un gusto por el riesgo y se va a lo seguro. Ojalá eso cambie.
-¿Cómo ves lo que pasó con Fanny, la fan?
-Me parece que se suma un reglón más, no diría una página. Es lo que viene sucediendo con la ficción nacional, en general. De todas maneras, creo que la cosa funcione o no y cuando no funciona en la televisión de aire, te rajan como en todos lados. Hasta donde sé, cumplieron con el contrato y le pagaron a todo el mundo. No es ese el problema. Si tengo que analizar todo el fenómeno, te digo lo mismo. Creo que hacer televisión acerca de la televisión es un recurso que te puede salir muy bien o muy mal. En este caso, salió muy mal porque no funcionó el rating. Es la regla en la que, cuando te va bien o mal, eso es en detrimento del otro. Unos ganan y otros pierden. En ese juego alguna vez te toca perder a vos. Para mí no hay queja en ese sentido. No puede haberla. Como te decía antes, también veo que, en la ficción nacional no hay riesgo. No se apuesta a más. El acento no está puesto en los autores sino en ideas de producción que después se completan con el esfuerzo de los guionistas. Sé cómo funciona el trabajo. Quién hace qué y en qué condiciones trabajan unos y otros. Pienso que hay un sistema de producción que, como pasa en otras partes del sistema productivo de la Argentina, no viene funcionando bien. Esto se inscribe en la misma larga lista de como se produce en pleno retroceso. Siempre hubo las latas extranjeras. Eso no es nuevo. La competencia también existió. A veces le va bien a unos y a veces a otros. Hay un retroceso en general.
Por otra parte, hay un montón de esas ficciones que estaban dentro de un sistema y un esquema de producción por lo que se hicieron de una determinada forma. Ahora estamos hablando del sistema frío y comercial. Antes el subsidio permitía hacer las cosas con tiempo. Apuntaba a otras formas sin el apremio que genera la televisión de aire ni la competencia del rating. No se puede mezclar las dos cosas. Podrías pero tenes que hacerlo de determina manera. No son competitivas porque en la televisión de aire lo que compite son las tiras en el día a día. La gente se engancha con lo que ve todos los días, o los unitarios que se ven una vez por semana. Esto lo logras cuando está hecho con gancho desde la escritura. Analizándolo hoy en día, eso no está. Entonces no podemos echarle la culpa a otra cosa. Cuando se compite fríamente unos ganan y otros pierden. Para competir tenes que hacer las cosas y ganarte al espectador. Hay que convencerlo.
-Hace dos años competían La Leona y Los ricos no piden permiso cabeza a cabeza y después Los ricos… alcanzó más rating pero La Leona tuvo premios y reconocimiento. Aquí ni siquiera hubo pelea…
-[Adrian] Suar antes de Las Estrellas, reconoció que no tenía un buen rating. Todo esto viene de más atrás. Recuerdo cuando un buen rating era de 20 puntos para arriba. En el momento que empecé las tiras tenían 22 / 23 puntos de ambos lados. Todo eso fue bajando. Mi lectura es que, en diez años se fue haciendo siempre lo mismo. La gente se fue cansando. Por eso, no me extraña tanto que hoy pones a un turco disfrazado de egipcio y sea fantástico. El público quiere ver algo diferente. Creo que acá está el perro mordiéndose la cola. Hay algo de repetición de los mismos actores, de los mismos autores, de las mismas fórmulas. Cada vez más costumbrista, más naturalista. Por la cara o por la no cara, por la profundidad del tema o por las historias. En ningún lado fue para más. Todo fue “sigamos con lo mismo”. Entonces, va para arriba o va para abajo.
-El tema de la televisión parece ser preocupante en este momento
-No me parece que, realmente, lo sea. Las cosas, para salir del pozo tienen llegar hasta el fondo, sino esta caída no termina nunca. Lo que decíamos del rating pasó hace casi 20 años y siempre fue lo mismo. Del 1996 al 2000 hubo algunos intentos pero después no hubo mucho más. El espectador se fue acostumbrando. Ahora tienen 12 puntos y es un éxito. Entonces te preguntás ¿qué pasó? ¿cómo nos acostumbramos a esta cifra? Pero después aparece algo distinto y tiene rating. Si pones algo que sea atractivo, estoy seguro que la gente lo mira. Pero si elige otra cosa es porque se emboló. Se cansó y se aburrió de que le pongan la misma cara, la misma propuesta. Que no se apueste a nada y no se arriesgue. Mira otra cosa o no mira nada. Quizá pongan la radio, los programas políticos o Netflix. Le interesa la calidad y lo distinto. Netflix es un avance que superó al cine. Sus series tienen un lenguaje cinematográfico y están escritas como una novela. Es una cosa de locos, sin contar los documentales. La calidad y cantidad de material es enorme. Si nos acostumbramos a ver eso ¿cómo bajamos después? Me parece que pasa por ahí la cosa.
Nos retiramos del teatro Regio con una sonrisa, como era de esperar, después de haberle agradecido a Marcelo Mazzarello por su tiempo y su muy buena predisposición. Esta entrevista se realizó el 04/08/2017.
El Avaro. Teatro Regio, de jueves a sábado 20.30 y domingo 20 hs.