Sirenas de
Gabriel Fernando Jiménez
El detrás de las noticias
Mariángeles Sanz
Una imagen habitual en la “crónica roja de la prensa local” (1) como afirmaría Eduardo Galeano en Los Nadies. Un supermercado, de los que surgen como los hongos en cualquier barriada, que compiten con los mismos espacios chinos o con algún almacén de barrio; una mañana de lunes como cualquiera, y un engranaje del sistema que hasta la llegada de Lucho se desliza en la arena del tiempo sin trastornos mayores. Sin embargo, en silencio, los protagonistas cotidianos van acumulando frustraciones, broncas, decepciones, la sensación claustrofóbica de encierro no en el espacio concreto de las cuatro paredes, sino en un sistema que lo produce y reproduce sin salida posible.
Víctimas todos, victimarios de a ratos, el encargado como todo el que tiene un centímetro más de ese dudoso poder vive pensando en su futuro promisorio asimilado al sistema, mientras la cajera y el presunto chorro, hartos de la imposibilidad de un cambio positivo que no llega, están decididos a producir una grieta en esa maquinaria aparentemente eficaz y sin fallas. Entre ellos la tensión va creciendo, como también la complicidad entre los que están en la misma vereda. Hasta la insinuación de una posible relación de amor, en la que es difícil creer para Luciana acostumbrada al engaño, o al abuso sexual.
El grupo de Mendoza presenta un cuadro potente; entre todos los males que como sociedad nos aquejan, el dramaturgo elije construir el que aparece con mayor insistencia en los medios de comunicación, el robo, para hablar en sinécdoque, es decir, la parte por el todo, de un sistema que parece derrumbarse día a día, y que sin embargo se sostiene, débil y enfermo, podrido desde la raíz, pero sostenido por la mentira, la corrupción, y sus cómplices. Un cuadro que nos recuerda al Brecht de “Terror y Miserias del Tercer Reich”.
La alienación y la soledad ante la imposibilidad de salida; un desocupado, Lucho, docente, la mención no tiene nada de inocente, y una empleada que guarda su bronca como el gas de una garrafa, con la intensidad de la acumulación y la repetición de gestos cotidianos sin sentido, deciden convertirse en señal del malestar general, sin medir las consecuencias. Cuando todo se desmadre, el final no puede ser otro, o sí, pero el límite los lleva, sobre todo al personaje de Luciana a no retroceder y a no ceder ante lo intempestivo del orden establecido.
Actuaciones potentes, sobre todo la de Tania Casciani, que lleva adelante una intriga que parece ir hacia un camino y toma inmediatamente un cambio vertiginoso, para dar cuenta de una denuncia sobre las motivaciones que el sistema produce para su propia destrucción y recuperación. La música de electro cumbia es un significante social, para ubicar al espectador en un espacio temporal de clara referencia. Ninguno de los personajes están fuera de él, por el contrario son todos productos de una ley donde el Mercado es el primer valor, y la vida humana el último en la escala humana. Las sirenas, como las míticas son el rumor de una voz que anuncia la tempestad.
- Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba. (…) Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local. Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata. (Los nadies, en “El libro de los abrazos” de Eduardo Galeano, pág 59, editorial siglo veintiuno)
Ficha técnica: “Sirenas” de Gabriel Fernando Jiménez. Elenco: Manuel García Migani (Lucho); Tania Casciani (Luciana); Darío Martinez (Esteban Rulrich) Diseño y realización escenográfica: María Eleonora Sánchez Pujol. Diseño y realización lumínica: Paloma Barrera. Diseño sonoro: Leonardo Martínez. Diseño de logo: Soledad Murano. Fotografía: Leandro Fernández. Asistencia de dirección: María Vílchez Aruani. Producción: Laura Beningazza. Dirección y puesta en escena: Ósjar Navarro Correa.