Reseña
“Travesías Femeninas” de
Cristina Escofet
Páginas 283
Buenos Aires / Editorial
Nueva Generación
“Vivir es una travesía. Escribir también. Afirmarse como sujeto en construcción permanente es un ensamblaje de representaciones heterogéneas. Escribir también.” (Cristina Escofet, 10)
Mariángeles Sanz
Cristina Escofet es una dramaturga que tiene una fina sensibilidad, una aguda mirada para explorar el alma de cada una de las subjetividades que construyen sus textos, y conquistar con la palabra una manera de sentir, una alquimia compuesta por la fuerza, la pasión, y el deseo, que envuelven las acciones de sus personajes. Deseo es un concepto que sobrevuela cada uno de los actos que sus criaturas llevan adelante, y esa forma del deseo que se dibuja en sus diálogos es la que produce una espiral profunda que nos lleva desde el exterior al interior de las mujeres, que son el sujeto en la mayoría de sus obras y viceversa; porque esa agudeza atraviesa no sólo lo individual sino también lo colectivo, lo político, lo histórico; sus personajes son entonces íconos de una época, un espejo que atravesamos tras la lectura, y que nos devuelve la potencialidad de sujetos libres, capaces de romper con las normas.
Dice la dramaturga en la introducción del texto que incluye seis de sus obras dramáticas: “Fridas”, “Sol de noche”, “Yo, Encarnación Ezcurra”, “Sonata erótica del Río de la Plata”, “Las Lucías”, “A través de los granos de maíz” (Memorias de Malinalli)
“Ser mujer es ser un sujeto en permanente dilución. Dilución de fronteras, de memorias personales y colectivas que se suceden como escenarios intercombinables. Y desde esta maleabilidad nos conectamos con otras subjetividades y con el entorno. Somos el otro infinito y continuo” (10)
“Escribir sobre, me resulta una escritura de maquillaje. Escribir desde, me sitúa en el corazón de los conflictos.” (19) Una manera visceral de ver, mirar, sentir, y traducir en palabras no hechos sino emociones, sentimientos, una interna manera de profundidad de conocimiento de lo uno, otro de sí mismo pero a la vez uno y otro en comunión; que produce lecturas diferentes sobre temas conocidos, como el que efectúa sobre el mito de Pandora, y la construcción de la subjetividad femenina desde la concepción patriarcal, y por fuera de ella. “Una mujer no nace, se hace. En tránsito. Sin corsés ontológicos” (19) O la leyenda artúrica de Avalón: “La leyenda nos muestra la interdependencia entre el mundo de la superficie (guerras // poder) y el mundo de las profundidades (sabiduría // misterio) Las oscilaciones entre lo consciente y lo inconsciente.” (24) En el medio en sus obras la metáfora, que como sabemos significa “traslación”, es decir, la escritura. La dramaturgia como puente. (26)
En ese pequeño ensayo que es la Introducción, Escofet nos ofrece una bitácora, un mapa de su manera de sentir su escritura, y de esa manera aporta una guía para la lectura productiva de sus obras. Para que no nos quedemos en la anécdota, en la intriga y la sucesión de los hechos, los históricos ficcionalizados, sino que podamos sentir las costuras, a veces siniestras, de los relatos; los conocidos, los oficiales y oficializados, y los que resuenan en la sombra de los hechos. La Introducción se cierra con una pequeña descripción de cada una de las piezas que componen la textualidad. Se cierra la Introducción y comienza, entonces, el misterio teatral, luego del interesante Prólogo de Diana Battaglia, quien analiza las obras a partir del concepto de género como “el lugar en el mundo” y desde allí y apelando a sus escritos teóricos como “Arquetipos modelos para desarmar” (Escofet, 2000) llegar no sólo al análisis de las piezas desde la subjetividad femenina, sino interrogarse sobre el futuro del feminismo como teoría revolucionaria:
“Creo, además, y hago especial hincapié en esto, que las obras de Escofet, proporcionan vías de acceso para dar respuesta a un interrogante crucial para este momento del devenir histórico. ¿Qué valores opondrán las mujeres al viejo sistema? ¿Qué teorías y representaciones de sí mismas yuxtapondrán a las teorías y representaciones clásicas? Entiendo que la lectura de las obras acá presentadas dará cabal respuesta a estos interrogantes y ayudará a desentrañar su sentido” (51)
Battaglia, entonces, encuentra en la lectura de la Obra de Cristina Escofet, no sólo en su dramaturgia, sino en la completitud del desarrollo de su pensamiento, un camino a seguir, una ruta posible para los interrogantes que nos aparecen en este nuevo siglo, cargado de viejos paradigmas rotos, y que guarda la necesidad de la construcción a partir de la deconstrucción de conceptos viejos, de una lectura de subjetividad propia que al fin nos hable de nuestro tiempo y del lugar que ocupamos en él.
Las obras: “Fridas”
Y en el principio fue la luz de un nacimiento: “Primero fui dada a luz por Frida Kahlo y luego Frida Kahlo fue dada a luz por Ana María Caso, que a su vez fue dada a luz por Frida Kahlo. Así es la lógica femenina. Siempre naciendo. Este monólogo son palabras de autogestión.” (65)
La luz final el estreno de una puesta en escena, que a su vez también tendrá una y otra vez, la posibilidad de nuevos nacimientos en escena del mismo y distinto texto a la vez: 11 de enero de 2002 en el Actor’Studio (CABA)
Una escritura del sujeto Frida en plural, en todas sus extensiones como raíces que la sostienen y la pueblan y la atraviesan, la pintura, la poesía, el recuerdo, la pasión, el deseo y el dolor. Al igual que en otras de sus piezas, el pronombre personal, primera persona del singular, Yo, expone sin pudor toda la potencia inaugural de una personalidad única. Cada secuencia poética que constituye la textualidad dramática es un cuadro de Frida pincelado con palabras que nos sumergen en un sentido que va al centro de la subjetividad de la plástica. ¿Le interesa a Cristina Escofet su arte, tantos veces denominado surrealista, que la misma pintora se encargó de desmentir, le interesa a la escritora la calidad de sus cuadros escogidos para la dramaticidad con sutil intención? La respuesta me atrevo a llevar adelante, a pesar del dolor, y con talento, la concreción de su deseo. Por eso le hace decir a su personaje:
“Ellos hablarán por mí. Por supuesto que sé exactamente lo que dirán. Que tiemblo. Que el corazón se me escapa. Que me mojo apenas te respiro. Que te mastico. Te consumo. Me pulverizo. Me despeino. Me abarro, me ahojo, me entronco, me enraizo, me aviento, me polinizo, y me rocío y me sumerjo, y me sacudo y me asolo, y me aluno, y me aclaro, y me anocho, y finalmente me aplumo.”(81)
De la prosa poética a la poesía, de la pintura que construye mundo, el de Frida, a un mundo construido con palabras que nos es develado.
“Sol de Noche”
En esta textura dramática la subjetividad se desdobla, es dialógica. Estrenada en el Teatro Nacional Cervantes, en octubre de 2012, sus criaturas fueron llevadas a la escena por Rita Terranova e Ingrid Pelicori. Son once cuadros de una intensidad de luz tenue, como un homenaje al dramaturgo ruso, al Chejov del “Jardín de los cerezos”, ha pedido de Francisco Javier. Felicitas y Fina, en un clima de fin de siglo XIX, aunque situada en los años cincuenta según la primera didascalia. Sin embargo, sin embargo, esas atmósferas nos llevan más lejos en el tiempo. Fina y su deseo, de otros aires, otros tiempos, y otros destinos. Jugar a las reinas, y su deseos tronchados, es una catarsis para su propio deseo insatisfecho.
“Fina- Hacía tiempo que no me salía tan bien mí tarde de reinas. No podés soportar mi arte transpersonal. Vos no entendés que el ansia que se acumula en el pecho de una mujer, es energía de reinas decapitadas que claman su momento de justicia cotidiana. No te das cuenta. Y por eso, a vos, la energía te va a explotar. Puc, como salsa de tomate.” (118) “Pobre de la mujer que no saque su reina interna”. (119)
Fina y su escape histórico, Felicitas atrapada en su tiempo y su geografía, tratando de ser diferente, dos mujeres que sufren por un deseo que las carcome y no las abandona, a pesar de los años, y las distancias, y por el silencio y los secretos.
“Felicitas- Zorra mitómana… Al menos se disfrutar de lo secretos. Los secretos son para disfrutar, no para sufrirlos. Lo tuyo es angustia de resentida.” (119)
El humor, el lenguaje escatológico, cargado de ironía y sarcasmos varios reemplazan a la metáfora, y las imágenes poéticas. Sin embargo, sin embargo, todo está envuelto en atmósfera donde la poesía se hace presente.
“Yo, Encarnación Ezcurra.
El “Yo” como una presencia omnipresente, en esa sala dormitorio, donde el personaje se confiesa porque espera a la muerte, y necesita que escuchen como fueron en realidad los hechos. La historia se enseñorea en el discurso, en el relato de una figura fundamental para un tiempo fundamental de nuestra historia. Encarnación la esposa del Brigadier Juan Manuel de Rosas, la que lo creó, la que confirma la tesis, que detrás de un gran hombre siempre está una mujer. Pero ella no es cualquier hembra, porque ella es la constructora de su hombre y de su propio deseo. Ese que va con ella, aunque ella desaparezca. Cristina Escofet, hace con esta pieza, que la historia oficial se rompa como un espejo al que rompe un puñetazo, o una inadecuada corriente de aire. Corriente que lo hace añicos ante los ojos del lector / espectador, para sacudirles las creencias, para hacerlo mirar desde otro lado, y escuchar el relato por otra voz, la de su protagonista. Un texto intenso, maravillosamente intenso, que tuvo en la actriz Lorena Vega, la justa dimensión como instrumento templado por la voz y la expresión corporal. Abril de 2017, vio a Encarnación, en el Teatro del Pueblo, en su antigua sala de Diagonal Norte. Ocho monólogos la constituyen, transcribo parte del primero: “La Apuñalada”
“Yo, Encarnación Ezcurra. De padre Ezcurra y madre Arguibel. No nací en épocas de infancias. Fui mujer de destino pesado, a chuza y bola. India. Salvaje, Calculadora. Una serpiente en la corte de los conspiradores. De mí no se habla. ¿Encarnación? Fue brava. Prepotente. No se andaba con permisos. Eso dicen. El poder es prepotente o cacareada de político aguachento. No fui para débiles. Eran los tiempos de soñar la patria grande. (…) Y una, nacida de coraje, pero mujer que debió calzar de gaucho. Me cuesta hablar de mí. Fui de las que se dejan para después. Ojalá no sea muy tarde. (157)
“Sonata erótica del Rio de la Plata”
La contracara, la federala no, la unitaria. Pero también atravesada por deseos no apropiados para su género, y su tiempo. Doña Mariquita Sánchez de Thompson luego de Meldeville y Trinidad Guevara, la actriz amada por Rivadavia, la diosa en escena, la degradada cuando la función acaba. Otra vez la dialógica entre dos mujeres. Un exilio, y una posible muerte, dentro del marco de una historia, tantas veces tan mal contada. Porque los hechos eran narrados según la conveniencia, y porque al relato le faltaba la voz de las mujeres. Escofet las trae, las revive, les da voz en su escritura para que tengan su lugar merecido en la Historia. No importa si los hechos todos se ciñen a la verdad, ¿cuál es la verdad de esos tiempos? Todo es tan oscuro, y la verdad tan escurridiza, aún hoy, cuando sentimos que vivimos en ella, porque somos contemporáneos de los hechos. Pero según quien relate, la verdad cambia de traje. Por eso necesitamos más voces, para encontrar la luz en los contrastes. Tres cuadros: Al pie del Patíbulo, Amor en llamas, Epílogo en silencio. Y como en “Yo, en Encarnación”, las cartas la poética epistolar, llenando los vacíos en la construcción de sentido. “Trinidad- María… ¿estás ahí?- María- ¿Estás ahí?…Trinidad” (218)
“Las Lucias”
La historia oscura, los cuerpos femeninos secuestrados, asesinados, olvidados, desaparecidos. Encarnación, Trinidad, Camila, Lucía. El tiempo el pasado inmediato, “los años de plomo” así los recordamos, pero también, los años donde los sueños tuvieron como protagonistas y victimas a muchas Lucías. El dolor y el merecido reconocimiento, de las que están para contarlo. De eso se trata. De lo confesional de las cartas, al diario íntimo de una militante. Sus dudas, sus contradicciones, el ser mujer. Una Lucía recupera a la otra, la incorpórea, viva por siempre.
“Lucía Cullen. No la conocí. La intuyo. Siempre se empieza por algún lado. Las palabras se hacen una marejada enorme, las páginas se enloquecen, se confunden, se parten, se hacen barcos que navegan en lava ardiente. Mi diario estalla como un volcán. Lucía. Aquí estamos, mi diario y yo y vos.” (225)
“Lucía 2: Estoy presa. A veces distingo compañeras. Por las voces. Trato de no hablar. No quiero que me identifiquen. Ni como Marcela. Ni como Lucía. Ni como nada. Las mujeres de la orga no somos mujeres. Yo sé que no puedo reclamar cosas de mujer. Yo no. Yo no puedo. Yo soy…como un varón, pero con vagina. Las mujeres de la militancia. Tenemos más secretos que verdades.” (232)
Escogí este párrafo intenso, que condensa todo el sentido. El género como un lugar en el mundo, la identidad femenina, en construcción. Cosas de mujeres ¿Qué son cosas de mujeres hoy, que eran cosas de mujeres en los ’70? Tal vez una mixtura entre Susanita, Mafalda y Libertad. Un nuevo deber ser. Y por último el secreto. Ser mujer es el territorio del secreto, de lo no dicho, de lo oculto, para el bien ¿de quién?
“A través de los granos de maíz” (Memorias de Malinalli)
Definición: Melodrama histórico en diez momentos. La poética señalada nos inicia en una travesía de amor y muerte; histórico, o sea real, o sea una ficción que compusieron entre muchos, y de la que recordamos solo una parte, por eso, hay que reconstruir, deconstruir y construir de nuevo. Viejas palabras engarzadas de manera otra.
“La Huesera- Soy la huesera. Confieso cuatrocientos años. Tengo más. Huesera de la tierra. Huesos de la vida. Voy y vengo en el tiempo. Memorias. Las que el recuerdo me alcance… (249) “El recuerdo me trae una vida. Malinalli. (…) como huesera del Universo, ahora soy Malinalli” (251)
El viaje comenzó en México con Frida, y termina en México con un diálogo entre dos: La huesera y La Cantora. Todo territorio nos pertenece en esta América tan propiamente diferente, tan esclarecedoramente parecida en el dolor.
“La Cantora: Destino y voluntad / Son montañas diferentes / La voluntad afirma / Lo que el destino desmiente…/ Destino y voluntad / Tienen corajes distintos / La voluntad sueña flores / El destino trama abismos.” (263)
La Malinche, la traidora, la huesera, la víctima y la victimaria, y una historia de sangre, fuego y oro, que nos constituye, y nos arrebata la paz, porque está viva.
Seis piezas teatrales, seis poemas escritos desde una mirada femenina, con sujetos mujeres, que aceptan y transgreden los mandatos, que escapan a su lugar asignado en el mundo para construirse otro. Un trabajo de intensidad barroca, en una pintura de las almas que agota sus límites y sus vértices. Una lectura musical en la elección de las palabras. Cristina Escofet, no relata desde la mirada objetiva que traduce hechos, lo hace desde un lugar donde hierven las pasiones, y lo hace con sensibilidad y talento, desde la primera frase hasta las constructivas notas al pie, todo es una travesía de goce estético.