La que va de Patricia Díaz Bialet
Prólogo de Jorge Dubatti
Contratapa Juano Villafañe
Editorial Atuel, Colección Poesía, 2015
Páginas 226
Azucena Ester Joffe, María de los Ángeles Sanz
El título del libro de poemas de Patricia Díaz Bialet nos introduce en un viaje, un recorrido por calles y ciudades, como también por la literatura. Las voces que aparecen como epígrafes en cada una de sus poesías son disparadores para la escritura que luego irá deviniendo en cada verso, en cada estrofa de la poeta, que cierra con la indicación clara del espacio que le dio nacimiento: una calle, un bar, un lugar en el norte o en el sur del país:
en Ascot es así
el hombre más lozano es un puñadito de fécula
y yo lo sobrevivo (59)
Confitería Ascot, Buenos Aires, 1978
Años, fechas, lugares que van indicando el viaje único, el que todos realizamos aún sentados en la comodidad de un sillón, frente a una máquina de escribir, una computadora; o en un café con una lapicera en ristre, y una arrugada servilleta de papel. Dar cuenta, para darnos cuenta de nosotros mismos, a través de jugar con las palabras, y tejer, enhebrar, o pincelar la realidad según el cristal de nuestros ojos y nuestra alma. Borges, Paco Urondo, Juarroz, Pierre Jean Jouve; propios y ajenos ayudan a Díaz Bialet a construir su imaginario de vidas posibles, de energías vividas, de amores y desencuentros. El amor como un punto ciego y constante está siempre presente hasta en su ausencia, hasta en el dolor de la nostalgia. El amor entre la vida y la muerte, entre el principio y el final, el ignorado, el que se sabe que vendrá pero siempre es una incógnita; el amor y el arte son entonces los lugares de los encuentros y el del olvido de esa realidad, que a pesar de todo se fuga entre líneas, y se nos presenta en una imagen. En la sutura invisible poema de 1987, que contiene el intertexto de la canción de Charly García, No voy en tren, la voz de la poetisa expresa la levedad de todo:
Entre los bajos y las baterías
puede percibirse un eco errante
bailen fumen amen alardeen
porque después
la evocación de este instante tendrá la consistencia de un pájaro medroso (65)
una casa en el pasaje San Lorenzo, Buenos Aires, 1987
Su poesía de verso libre y blanco, guarda sin embargo una música interna que trastoca los parámetros de lo narrado y nos aventura en el camino de las imágenes, las metáforas intensas, las anáforas que guardan el sonido de las letanías, procedimientos que producen que nos introduzcamos en ese mundo personal, tan suyo, que gira entre lo real y lo metafísico. En “Al moscardón de mi acompañante” nos encontramos con esas dos instancias:
La obsesión impostergable le da vida
Sin ella no haría nada de todo esto
Ni la nariz de encantamiento que me presta a medianoche
Ni la razón de sabandija agradecida
Ni la turgencia de toro que lo anima (71)
una claudicación en un restaurant
La subjetividad que construye Díaz Bialet en La que va está enredada entre el recuerdo de las figuras masculinas y de un continente cotidiano, paisajes que los incluyen, por los que a través de la memoria se pasean atrapados por la espiral sinuosa de los hilos del pasado, donde la naturaleza se une a ellos y los animales toman el nombre de lo conocido y admirado:
Gardel tiene una panza gorda y naranja
Columpia la cola cuando trina
Recorre mi huerta en busca de alimento
Feliz de hospedarlo
Lo tiento con manjares para su arte
Entonces Carlos entona Rubias de New York
Y engalana mi cuello con su ala (214)
una huerta, Santa Teresita, 2003
La que va, es una textualidad poética que contiene en sí no un momento, una secuencia de vida de la poetisa sino por el contrario un camino, un devenir en el tiempo, donde la escritura da cuenta del acontecer de su vida, de sus emociones, de sus paisajes cotidianos, del dolor del amor y la ausencia, de los contextos donde esos sentimientos fueron posibles. La que va, es un compendio de vida a través de la poesía, con la pasión por la literatura, que nos enfrenta a nuestras propias líneas de memoria, a volver a pensarnos. Por lo tanto, es una lectura necesaria para poner entre paréntesis nuestra ajetreada cotidianidad.