La Parodia está de moda y las salas alternativas fomentan el amateurismo
Lisandro Rodríguez y Martín Seijo
* una obra solo para gente de teatro
** y también de la danza
*** y también para escuela de espectadores,
críticos y periodistas especializados.
Por la Compañía de Funciones Patrióticas y Elefante Club de Teatro
Azucena Ester Joffe, María de los Ángeles Sanz
Funciones Patrióticas, el grupo dirigido por Martín Seijo, tiene la particularidad de no detenerse en ninguna poética, que cómoda al desarrollo de su trabajo, les permita continuar en una sola dirección. Por el contrario, desde su inicio, su característica es la búsqueda de lenguajes que puedan dar no sólo una construcción estética sino una reflexión sobre los procedimientos que el teatro más contemporáneo lleva adelante en el circuito de teatro de autogestión. Su última propuesta de trabajo, en el espacio de Elefante Club de Teatro, propone una disposición espacial tradicional, donde sin embargo, lo que se desarrolla es una entrevista, debate, charla, taller sobre: la perfomance, la parodia, el amateurismo, el espectador, la definición del teatro político, ¿está todo hecho en el medio teatral? a partir o no de alguna frase de algunos de los protagonistas del campo y donde el público es protagonista, actor, personaje en acto de la hora en que transcurre el encuentro. Cómo se podría suponer la consecuencia primera es la división entre la comprensión de los interrogantes planteados; no todos pensamos lo mismo de lo mismo, y esa diferencia que muchas veces en el intento de armonización del medio se omite, surge de inmediato cuando la oportunidad de expresarse como jugando. Porque el ámbito no es la academia, ni el recinto de una radio, o el plató de un canal, donde las palabras surgen medidas en su significante y su significado, sino que es en el lugar del rito donde el juego es una invitación para lograr bajar las máscaras o usarlas en el momento preciso para explorarnos como individuos. Los organizadores además recuperan las definiciones que surgen de las problemáticas enunciadas, como la que oportunamente recibimos de la frase de Alfredo Alcón: “Buscar interpretar textos clásicos nos ayuda a ponernos de pie, a elevarnos, aún sabiendo que no los podemos alcanzar”, y que adjuntamos junto con esta nota. Pero pasemos al desarrollo de la puesta: uno de los lunes, una vez en nuestros lugares, Lisandro, guitarra en mano, va cantando una canción homenaje a Gustavo Cerati, mientras Martín va recogiendo las botellas de agua mineral de litro y medio, “Villavicencio” que fue la consigna para asistir al evento. Luego en una pantalla, surge el aspecto ecológico del pedido, y se van deslizando las preguntas que nos llevarán o no a formar una entretejido de opiniones, la importante doxa tan desprestigiada, sobre el hecho teatral concreto, más allá de conceptualizaciones, y citas robadas a la academia. La parodia como procedimiento fue estructurante en el transcurso de lo hecho, parodia al género de la parodia, y hacia fuera parodia al hecho teatral tradicional, y además en algunos casos como centro de la discusión. Parodiar como homenaje, o como crítica al objeto destinado a ella, Martín Seijo y Lisandro nos llevan por la ruta de la palabra y de la comunicación a pensar hacia dentro del hecho artístico teatral, a iniciar una polémica sobre los tópicos que el lenguaje automatizó. La invitación a esta particular propuesta es clara y, necesariamente, requiere que el participante / espectador respete la consigna. Cada lunes fue y será distinto como así será también la respuesta a determinados planteos. La iluminación unifica los espacios, si bien estamos enfrentados a los dos mentores, y de esa forma podríamos pensar de qué manera circula el saber a lo largo del evento. Lo efímero es llevado a su máxima expresión; y, por las dudas, al inicio Martín tomara lista según aquellos invitados que confirmaron su asistencia. Mientras Lisandro ocupa el lugar frente a la consola de luces. El día del estreno Diego Starosta, Maruja Bustamante y Diego Rabitti, entre otros, participaron con interesantes aportes ante las preguntas realizadas por los anfitriones. Es difícil de catalogar, pues esta experiencia teatral es como un rompecabezas que se desarma ante nosotros y es imposible de volver armar. Por el contrario, nos queda la tarea de seguir pensando después de finalizado el evento. ¿Por qué Seijo repartió algunos textos de obras sin estrenar? ¿Por qué la foto-performance, la entrevista y el video? El quehacer teatral es un ámbito en constante movilidad donde los limites son difusos entre lo preestablecido como centro y periferia. Donde la construcción interdisciplinaria permite pensar nuevos proyectos, nuevos soportes y nuevos participantes. La dupla Rodríguez / Seijo nos ubican más allá de cualquier planteo unívoco, con algo de docencia y de teatralidad, por el contrario, nos permite reflexionar sobre los temas que fueron surgiendo, desde nuestra propia perspectiva estética y política, sin importar el rol que cado uno de nosotros desarrolle en el hacer teatral. Ante la propuesta de Lisandro se generó el intercambio de mails con diferentes e interesantes respuestas:
[..] también le queríamos mandar un mail a alguna personalidad del teatro que no esté acá (abre un archivo con una breve lista de mails) acá hay muchas, a ver qué opinaba de algún punto. Por ahí podemos si quieren por último redactar un mail para preguntarle alguna duda que tengamos. O alguna cuestión. (Leyendo la lista de personalidades.)
En ese primer encuentro se eligió la frase de Alcón, que como dijimos antes, dio origen a un texto con las respuestas de aquellos que se hicieron cargo de la consigna, y desearon participar de esa manera del evento. El teatro se busca a sí mismo a través de una estructura diferente de propuesta y con una temática que se conforma a partir de esa estructura buceando en los interrogantes que todos y cada uno de los participantes del campo cultural teatral nos hacemos la mayor parte del tiempo. Una ocasión además propicia para un encuentro que no es fácil realizar sin una convocatoria que lo provoque, un interesante trabajo una vez más del grupo Funciones Patrióticas.
«Buscar interpretar textos clásicos nos ayuda a ponernos de pie, a elevarnos, aun sabiendo que no los podemos alcanzar». Alfredo Alcón
Emilio García Wehbi: No es extraña la opinión de alguien que trabajó para el mármol acerca del mármol mismo… Mi mirada camina por otros carriles, es decir que creo que si el clásico se «eleva» asume una condición deificada que atenta contra su propia naturaleza. El clásico es clásico porque es contemporáneo, es decir porque nos sigue interpelando desde el hoy, a pesar de haber sido creado en un tiempo pasado. En resumen, diría que al clásico hay que aterrizarlo (cuidado, no digo bastardearlo) para que pierda su condición inalcanzable (término que utiliza el querido prócer) y contaminarlo con una «imagen síntoma» (que debería ser «lejana y justa», J-L Godard dixit) para que su potencia renovada desde el presente se atore en las gargantas / retinas / oídos / corazones de los espectadores, superponiendo a su historicidad, la contemporaneidad. Hacer un clásico implica, desde mi punto de vista, enfrentarse a un oficio de riesgo, y no al que realiza un cuidador de museo. Bueno, espero haber aportado algo. Gracias por la invitación (los lunes por la noche doy clases), pero me da curiosidad el espectáculo porque su título describe parte de lo que creo yo acerca de la escena actual.
Rubén Szuchmacher: A partir de la frase de Alfredo Alcón, recordada por Ana Seoane, se me ocurre pensar que, frente a una disolución de lo poético a manos de una subjetividad amorfa, en definitiva tilinga porque cree que la propia expresión sin trabajo ya es algo teatral, Alfredo apelaba al contacto con esa materia que se da en llamar textos clásicos: Shakespeare, pero también Beckett, como representantes de lo complejo, es decir del arte, para que suceda algo de otro orden.
Lo artístico como algo separado del sujeto, autónomo del sujeto, aún en el teatro.
En esa frase, creo, está contenida la idea del trabajo en pos de algo superador, más allá de los resultados. Pero no como algo del orden de la experiencia personal sino de la experiencia artística, algo que nuestro teatro pierde día a día a manos de tanta “expresión”, de tanto “yo en escena”, de tanto “todo vale”, de tanto “work in progress” con subsidio de Proteatro.
Dicho en criollo, meterse con cosas difíciles, romperse la crisma tratando de actuarlas o dirigirlas, abandonar la ilusión de que cualquier monería que se haga es un espectáculo teatral o de que cualquier esbozo de escena es un texto teatral y que el arte lleva mucho, pero mucho tiempo de elaboración. En definitiva, ser responsable. El resto es hobbie para niños progres de la pequeño burguesía.
Y a pesar del mucho trabajo, ni siquiera se sabe si se va a salir con vida, pero vale la pena intentarlo.
Rafael Spregelburd: ¿De qué textos clásicos estamos hablando? ¿De los que pertenecen a otras culturas, y están traducidos en otros países donde el castellano es incluso diferente? Lo mejor de los clásicos es que siempre han roto algo; si su montaje no repone algo de esa rotura, pues bien pueden quedarse adentro de los libros, creo yo, que no he hecho un clásico en mi vida.
Mariela Asensio: Lo que no logro alcanzar es una casa de dos plantas con jardín y pileta. Por lo demás, solo soy una tipa que hace el teatro que puede.
Mariana Obersztern: Pensando en voz alta, Alfredo Alcón debe tener razón, sin embargo algo de la absolutez de su frase me insta a desear contrariarlo. (existe la palabra absolutez?). Me gusta pensar que sí podemos alcanzar a los clásicos, por qué no podríamos? Por otro lado, qué sería «alcanzarlos»? ..Y qué sería «NO alcanzarlos»? Después de todo, quién podría alcanzar qué? Hay algo alcanzable?: probablemente la sal. Uno dice: «me alcanzás la sal?» Cuando la sal llega a la mano que la requirió, significa que fue, literalmente, «alcanzada». Al mismo tiempo, quién soy yo para refutar a Alfredo Alcón??! O peor! Quién soy yo para permitirme juguetear alegremente ante sus sacras y queridas palabras? …Personalmente no reverencio todo el tiempo los textos clásicos, me siento más plena cuando reverencio a mis colegas, cuando alguien de mi época me hace vibrar. No pienso que los próceres están exactamente en el pasado. O que el pasado sea necesariamente más elevado que el presente, o, por lo menos, no a priori; en todo caso eso dependerá de todos nosotros. Ojalá que estemos creando buenos próceres para que alguien, ahora o luego, pueda elegir reverenciarlos. Es obvio que shakespeare, o Ibsen han significado una cosa muy distinta para Alfredo Alcón que para mí. Alcón sumó la textura de su propio cuerpo a la textura de aquellos autores; casi que viajaron juntos por los escenarios, se entreveraron excelsamente anudando los tiempos. En cambio mis bautismos y mis bailes de bodas no fueron con Shakespeare. Más bien entré en los escenarios sugestionada por los movimientos vehementes y salvajes de Iris Scaccheri, por el existencialismo a veces sarcástico de Pina Baush, y venerando los escritos de Copi, Ricardo Monti, y Bernard-Marie Koltès. Pero, por supuesto, Alfredo Alcón debe tener razón.
Horacio Banega: Es una frase hermosa. Hermosa en tanto nos obliga a definir el canon, a trabajar duramente para explicitar la formación del canon, a aceptar la derrota en la definición del canon, a analizar los fracasos de las vanguardias, a plantearnos porqué estamos tan abajo que tenemos que elevarnos adonde llegó el teatro europeo y americano (un poco, solo un poco los yanquis) (y no así con el teatro chino, coreano, colombiano, indio, indonesio, libio, sirio, sudafricano, camboyano). Hay que trabajar duramente.
José María Muscari: Un clásico no es moda. La moda es pasajera. Un clásico que no lo podes alcanzar es porque en lugar de clásico, es una pretensión. Amo los clásicos que están cerca, esa es su elevación.
Beatriz Seibel: Me opongo a todas las clasificaciones. Pienso que podemos ponernos de pie y elevarnos con la interpretación de cualquier texto que nos ayude a expresarnos profundamente.
Marc Caellas: La primera parte de la frase me parece muy acertada. Los textos clásicos ayudan a elevarnos, no tengo ninguna duda al respecto. Sobre todo cuando están agrupados en un único volumen, de tapas duras preferiblemente y con un cuerpo de letra grande. Se coloca entonces el volumen, o los volúmenes (en el caso de un autor clásico con muchas obras) en el suelo, o encima de una silla y nos subimos arriba de ellos, manteniendo el equilibrio y elevándonos considerablemente por encima de la altura del dramaturgo contemporáneo.
Respecto a la dificultad de alcanzar a alguien, sea clásico o moderno, discrepo. Todo depende del físico. Hay clásicos gordos, pesados, por tanto lentos en su movimiento, a los cuáles se alcanza casi sin entrenamiento. Hay otros más delgados a los que quizás cueste algo más de llegar, pero finalmente las mejoras en la alimentación, las bebidas energizantes y las drogas ilegales suplen cualquier distancia con relativa facilidad.
Roberto Perinelli: Hay que intentarlo, acaso estamos más cerca de lo que creemos.
Gustavo Tarrío: Paranoia, el musical Los textos altos dan náuseas. Las obras a partir de textos, en general, son un problema. O a lo mejor no sean las obras, que siempre se pueden leer en la paz del hogar y ahorrar en pasajes y en embole.
Las obras hacen lo que pueden. El teatro a partir de textos es un problema. Para muchos es el comienzo de una solución, porque es un modo de producir, con el desglose de producción abrochado.
No entiendo porqué se siguen haciendo clásicos, más allá del público de estudiantes secundarios que prefieren ahorrarse el rato de lectura y hacer una salida al teatro. No entiendo el sentido de las recontrareversiones.
Establecer un diálogo de igual a igual con los dioses del Olimpo parece ser una necesidad.
No sé qué estamos haciendo a partir de una frase de un muerto célebre, incluida en una obra de teatro que todavía no vi.
Veo gente muerta.
Seguro que caí en la trampa.
Alfredo Martín: Eso de no poder alcanzar los textos clásicos, sucede con todo el cuerpo del teatro y con el arte en general. Al materializar aquello inaprehensible, nos permite otra clase de experiencia, más allá del plano biológico, del orden de la necesidad.
Susana Torres Molina: Celebro cuando los actores, a través de su práctica, adquieren nuevas dimensiones en el esfuerzo por sortear obstáculos. Celebro cuando van al encuentro del riesgo y las dificultades, en vez de deslizarse por sus huellas tantas veces transitadas. Cuando eligen caminar con paso ávido y entrenado hacia lo desconocido, aun en la oscuridad, sin brújula en la mano. La rigurosidad en la búsqueda es la medida de la altura alcanzada.
Analía Couceyro: Creo que no estoy de acuerdo con la frase del querido y admirado Alfredo, o prefiero verlo desde un punto de vista opuesto. Quiero decir que un texto clásico (si damos por sentado que consideramos clásicos a textos no solo complejos si no también valiosos), y también si damos por sentado que somos buenos actores y actrices (buenos o extraordinarios como Alfredo), entonces pienso que esos textos, más que ser algo que está arriba y debe ser alcanzado es un buen colchón, una firme plataforma, una noble herramienta donde apoyarse y tomar envión…
Cristian Drut: Empiezo a tener la impresión de haber sido formado para un teatro que no existe más. Y en todo caso empiezo a tener que ver qué empieza a ser pensado como teatro hoy.
En ese sentido pienso que la cita de Alcón que no se bien dónde fue dicha y en relación a qué, intenta defender el teatro que Alcón ha hecho. Un actor que se paró generalmente sobre textos importantes. Sobre las grandes obras. Y en mi caso particular creo que es una época de reconstitución de arquetipos en donde después de haber hecho mierda todo se está pensando cómo decir nuevamente. Los clásicos y las nuevas maneras de leerlos son sin dudas un intento de esto.
Ana Alvarado: Poner en escena textos clásicos o incluso adaptarlos nos permite explorar los lugares profundos y oscuros de nuestra construcción como sociedad. ¿Por qué dos hermanos se enfrentan a muerte para llegar al poder o por un pedazo de tierra? ¿Por qué una mujer es capaz de perder la vida pero no sus costumbres y ritos ancestrales? ¿Por qué dos familias dejan morir a sus hijos por una disputa económica?¿Por qué alguien mata a su amada cruelmente por celos? La respuesta nunca va a conformar pero al menos no nos deja inermes frente a la repetición mediática y constante de hechos similares y nos permite «amasar escénicamente» esas preguntas y salir de la introspección, el encierro en nuestras pequeñas problemáticas laborales, de pareja, familiares…