Archivos Mensuales: noviembre 2023

«Nora» de Adriana Roffi

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“Nora” de

Adriana Roffi

Mariángeles Sanz Vélez

sanzm897@yahoo.com

El lugar de la mujer dentro y fuera del matrimonio en la sociedad burguesa de fines del siglo XIX, y el de la mujer hoy, tienen enormes diferencias y aún algunas similitudes que guarda el pasado con el presente, fuerzas que determinan los espacios, los deseos, el ansia de la propia subjetividad y la relación asimétrica con los mandatos patriarcales. “Casa de muñecas” de H. Ibsen, y sobre todo su primer final, provocaron en su estreno un escándalo de proporciones, que hizo que el dramaturgo tuviera que modificarlo. Mucho tiempo ha pasado desde entonces, es por eso, que Adriana Roffi, sin desvirtuar el sentido de la pieza del autor noruego, nos ofrece una versión que acentúa el conflicto en una intensidad mayor, y lo trae a nuestra realidad, para que como en toda obra realista, el verosímil nos acerque el referente, nos produzca empatía por el personaje sin dificultad.

En una sala de una casa de clase media, Nora, esposa y reciente madre de una niña, el sujeto de la acción de la pieza, toma en ese juego de relaciones enmascaradas entre la amistad y el amor, construirse una subjetividad nueva, ante la epifanía del verdadero rostro de su marido. ¿Quiénes la ayudan a esa revelación? En este caso, dos mujeres: Cristina, (Ana Scannapieco) su amiga de la infancia, y la señora Krogstad (Maite Velo) la prestamista; ambas guardan el secreto de una relación que las une desde hace tiempo. Un mundo de mujeres, que de la mano de la dramaturgista y directora, Adriana Roffi, crece en su impronta ante los hechos, y dos hombres, el marido (Daniel Begino)  y el doctor Rank (José Escobar) amigo de la familia, que vibran ante la personalidad de Nora, de manera diferente. El primero dueño y señor de su casa, que organiza y manda, y no tolera que su mujercita, su muñequita tome decisiones y resuelva; mientras el amor no correspondido para el doctor es una nueva frustración para quien lleva el estigma de una herencia determinante en su enfermedad mortal.

Todo pareciera igual al original, y sin embargo, la actitud que toman las actrices en la composición de los personajes, el cambio de género del prestamista, la limpieza y síntesis de los diálogos, logran un ritmo preciso que hace que la puesta no decaiga en ningún momento. Las actuaciones son excelentes en la configuración de un clima, de un sentir, que pasa de la alegría trivial, de una Nora (Manuela Amosa) fresca y alegre, despreocupada, a la duda, al miedo, a la desesperación, para finalmente a una decisión singular e inesperada, en ese ambiente, en la mirada patriarcal de un marido que no entiende, y piensa como el mandato le exige que piense, con una rigidez que esconde el temor al qué dirán, y a perder un lugar de privilegio. ¿Quién es el débil? La niña que permanece en escena todo el tiempo que se desarrolla el drama, es una metáfora de la situación que los hijos tienen ante los conflictos de sus padres, rehenes de situaciones que no pueden resolver, ni entender; pieza de cambio o de extorsión; la situación de reciente maternidad de Nora, hace que su decisión sea aún más radical, en una sociedad que considera que la función de la crianza sólo le corresponde a la mujer. La versión de Adriana Roffi, pone en acto esta cuestión, que ya se anticipa en el personaje de Krogstad, mujer viuda que cuida de una hija.

“Nora” es entonces, una muy interesante versión de la obra que Ibsen escribió en 1879, y que a más de cien años, nos interpela, nos hace reflexionar, y ver como aquellos estados de situación de lo femenino, siguen teniendo hoy, un profundo significado.

Ficha técnica: “Nora” versión libre de Adriana Roffi, de la obra de H. Ibsen “Casa de muñecas”. Actúan: Manuela Amosa, Maite Velo, Ana Scannapieco, Daniel Begino, José Escobar. Diseño de iluminación: Gaspar Potocnik. Diseño de escenografía: Gavo Franco. Diseño de vestuario: Cinthia Guerra. Diseño y realización de muñeca: Patricia Krebs. Fotografía: Nicolás Orellano. Realización de video: Sol Rieznik Aguiar. Diseño gráfico: Laura Tavasca. Producción ejecutiva: Sebastián Cáneva. Asistencia de dirección: Sol Rieznik Aguiar. Dirección: Adriana Roffi. Teatro Moscú.

Teatro para niños / «Había una vez…» de Guillermo Ferraro

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“Había una vez” de

Guillermo Ferraro

Sobre textos de los Hermanos Grimm

Narrar o Representar, that is the question

Mariángeles Sanz Vélez

sanzm897@yahoo.com

“Había una vez…” así comienzan todos los cuentos de hadas, todos los escritos por los hermanos Grimm, los que se transmitieron de generación en generación, de los labios de madres y abuelas, de tías y hermanos a los ojos y oídos ávidos de las maravillas que ofrecían, y de los finales felices. Guillermo Ferraro toma esa tradición y la trae a un contexto y una temporalidad que los espectadores peques en sus asientos reconozcan como propia, por más que las historias tengan cientos de años, y hayan sido usufructuadas por el mercado del cine por mucho tiempo. Sofía y Martín, actriz y actor, difieren en la manera de transmitir esa tradición: la oral, o la teatral. La simbiosis entre ambas, da como resultado un juego muy divertido.

Desde la reescritura de historias famosísimas, como “Caperucita Roja”, “Rapunzel” y “La Cenicienta” logra con un equipo actoral de excelencia, música en vivo, y un vestuario atractivo, que los héroes y heroínas de aquellos cuentos cobren una vida propia, diferente, actualizada, cargada de mucho humor, coreografía, canciones fáciles de seguir, y mantener desde allí en un escenario que construye su escenografía a partir del relato, tener entre –tenidos a los pequeños espectadores, y a los grandes que los acompañan, también.

El ritmo y la agilidad de las acciones, el cambio en escena de personajes, la funcionalidad de los elementos escenográficos producen el efecto necesario para el reconocimiento de la historia, y para a su vez, la identificación con el ahora. Un celular para comunicarse con su mamá que posee Caperucita, la Tablet que necesita ser reparada en Rapunzel, diálogos que dejan al lobo girando en el aire, y el recuerdo narrado de la historia original, produce un contraste interesante para todos. Además, héroe y heroínas son activos en su historia y sorprenden tanto a príncipes como a villanos.

El último cuento, Cenicienta, es Ceniciento, porque no hay género para el abuso y la necesidad de la maravilla que ilumine una vida color ceniza, y el efecto es igual para un público, que gracias al trabajo de teatristas y educadores, mira cada vez más naturalmente lo diferente. La posibilidad hacia el final de nuevas propuestas, para nuevas historias, deja abierta la puerta a una imaginación que no descansa. Las actuaciones tienen una performance maravillosa, y saben mantener el clima y la relación con un espectador que nunca es fácil de conformar. Todo se aúna para una jornada feliz para chicos y grandes, para los que tenemos en el corazón un niño que se niega a abandonarnos del todo.

Ficha técnica: “Había una vez…” de Guillermo Ferraro. Actúan: Tomás Martín Almandos, Pettu Salama. Diseño y realización de vestuario: Virginia de los Santos. Música en vivo: Pepo Lapouble. Fotografía: Mariana Sapriza Morán. Producción general: Tres al fondo. Coreografía: Laura Quinteiros. Dirección: Guillermo Ferraro. Composición musical: Pepo Lapouble. Teatro: Patio de actores. Duración: 50 minutos.

«La señora Macbeth» de Griselda Gambaro /Oscar González

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“La señora Macbeth” de

Griselda Gambaro

Una creativa puesta de Oscar González (Pallaki)

Mariángeles Sanz Vélez

sanzm897@yahoo.com

Un grupo de actrices de la UNA dirigidas por Oscar González construyen a partir del texto de Griselda Gambaro, -mirada femenina sobre el texto de William Shakespeare, ya que deja caer el peso de las acciones y la destrucción de una subjetividad en la figura de la mujer de Macbeth, mujer que no tiene nombre propio, sólo aparece como la señora de…-; una puesta diferente, dinámica, creativa, entre- tenida, que nos tiene pendientes, aún a aquellos que conocemos la pieza, y sabemos los caminos de su recorrido. Dentro de una escenografía, a la vez funcional y simbólica se desarrollan las acciones que imaginó la dramaturga y pone en acto el imaginario del grupo y su director.

La intensidad de las acciones se alivian con los separadores musicales, boleros conocidos, y con la representación del último de los crímenes a la manera de la comedia del arte, poética anunciada en las medias máscaras que llevan las brujas todo el tiempo en sus rostros. La decisión de que las actrices vayan cambiando de roles, entre los personajes de las brujas, y el de la señora Macbeth, y hasta del propio fantasma Banquo, también agiliza el tempo, porque nos permite tener otros registros de actuación, si bien la actriz que inicia el rol, Analía di Nubila, cierra la puesta, en el cuerpo de una reina atormentada, culposa, que intenta quitarse la sangre de las manos, y que busca en los artilugios que las brujas le ofrecen, paz a su espíritu, la paz de los cementerios.

La escenografía del espacio elegido, la cocina, es un significante que dispara múltiples sentidos: cocina, lugar donde las brujas realizan su alquimia, como la tradición lo dice, revolviendo cosas asquerosas en un caldero; donde se lleva a cabo la cocción de los manjares para el banquete que se le ofrecerá a Duncan, el rey; y cocina como sinónimo de lo que el poder, entre la penumbra de las sombras va haciendo hervir para lograr sus propósitos. La cocina del poder, que es el manjar que tejerá la desgracia de los esposos. Aunque a ella, parece hacia el final guiarla el amor más que el ansia de dejar afuera la fiera que reclama un lugar para ella, igual, similar al de su marido. El poder envenena la sangre de quien lo prueba, y en ello, nos dice Gambaro el género no aplica.

Los signos de la búsqueda de la dirección de a temporalizar la puesta, se ve en los detalles del vestuario de las brujas y de Lady Macbeth, de la gorra militar y el traje que colgará del perchero, de la música que ayuda a los cambios de los intervalos, y a la mixtura de poéticas con los que los personajes están construidos. Todos procedimientos que aúnan una decisión que nace en el texto pero se amplifica en la puesta, y nos ofrece un interesante trabajo, que suma la iluminación. La imagen final es evocadora, de otros tiempos siniestros, tiempos nostálgicos para muchos, donde los cuerpos tratados como objetos de desecho, eran llevados a su desaparición. La luz potente hacia donde se dirige en invisible cuerpo de la señora Macbeth es toda una metáfora.

Ficha técnica: “La señora Macbeth” de Griselda Gámbaro. Actúan: Karina Fernández, Viví Pérez, Analia di Nubia, Flor Magenta. Asistencia de dirección: Sergio Cavallo. Dirección, escenografía, y máscaras: Pallaki (Oscar González) Diseño de iluminación: Julio Vega. Diseño de vestuario: Diego Ravetti. Teatro: Anfitrión. Duración: 80 minutos. Última puesta, por ahora: 2 /12 a las 21,15hs.

«Los tiempos» de Federico León

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“Los tiempos” de

Federico León

Cuando el teatro se mira a sí mismo, la Meta teatralidad al palo

Mariángeles Sanz Vélez

sanzm897@yahoo.com

Federico León es uno de los dramaturgos que surgen a fines de la década de los noventa y comienza una teatralidad diferente a las poéticas surgidas del realismo reflexivo, y también diferente a la surgida del heterogéneo grupo de los reconocidos autores del grupo Carajají. Si bien comparte con ellos muchas de sus premisas: una poética que indaga en nuevas formas, nuevas estructuras de puesta y de construcción de personajes, cierto apoliticismo que finalmente analizando sus obras no es tal, y la búsqueda o creación de un nuevo espectador, el de una franja etaria joven, contemporánea a la escritura.

Uno de los procedimientos más utilizados, es el trabajo temporal, la reiteración de imágenes y situaciones, la puesta en abismo, -con la que nos recibe en una pantalla donde una pianista que toca música clásica se repite ante un público expectante, y entonces vemos su duplicación sugerida al infinito-; el juego con el lenguaje, los interrogantes sobre su uso y su significado, y la meta teatralidad, la necesidad de establecer una ética y una estética del quehacer. Un teatro en definitiva que se mira a sí mismo, que se interroga sobre materiales y procedimientos, donde nada es simple, y se recurre a la tecnología, a los nuevos elementos que puedan poner en jaque el statu quo teatral.

Además, “Los tiempos” atravesado por el nihilismo dadaísta donde todo es caos, ruptura de sentido, y estructura de collage, se nos presenta para un espectador multiplicado en los conocedores de su obra, y sorprendido en los más jóvenes, ante un cuadro final donde la transversalidad de sus obras queda en escena en imágenes perfectamente elegidas para dar cuenta de un orden, que sólo obedece al límite de una imaginación desbordada. La pregunta por el sentido de la puesta, queda en signo de interrogación, a saber: recuperar una memoria, la de los trabajos realizados, con lo admitido y lo rechazado, dar cuenta de una poética que sólo puede ser construido desde la mixtura y el collage, poner una vez más en abismo la teatralidad y el lenguaje, en todas sus manifestaciones: la música, la lengua, la escritura, la máquina que la produce, las filmaciones, los videos, y finalmente el cuerpo de la actriz o el actor en escena, cuerpo / personaje difícil de definir, ya que en “Los tiempos” cada personaje es puesto también en abismo al volver a formar parte no de su pieza original, sino como pieza de otra mayor que lo involucra y lo absorbe.

¿El teatro va entonces hacia un camino de búsqueda hacia atrás, para reconocer lo recorrido y desde allí construir lo nuevo con los fragmentos de lo hecho? ¿No puede concluir con el referente, o con lo imaginario, una constelación nueva de imágenes? ¿Todo ya está hecho, por lo tanto, sólo nos queda unir como los dadaístas un cuadro con trozos de materiales diversos, porque todo es nada y la nada es el último sentido? No tengo respuestas, sino una suma de interrogantes, que van desde lo histórico, lo ético, hasta lo estético, viendo en escena a un numeroso elenco recrear para crear una pieza diferente, con los trozos de unas ideas que parecen no haber tenido todavía la repuesta necesaria.

Los fragmentos de obras que componen “Los tiempos” son: “Cachetazo de campo” (1997), “Mil quinientos metros sobre el nivel de Jack” (1999), “El adolescente” (2003), “Yo en el futuro” (2009), “Las multitudes” (2012), “Las ideas” (2015) y “Yo escribo. Vos dibujás” (2019)

Ficha técnica: “Los tiempos” de Federico León. Elenco: Jimena Anganuzzi, Ignacio Rogers, Miguel Ángel Olivera, Emanuel Torres, Federico León, Gastón Frías, Daniel Cosentino, Pablo Brignoccoli, Vicente Correa, Pablo Cernadas, Sergio Faya, Leandro Orellano, Ariel Bar-On, Ariel Ragusa, Stella Maris Isoldi, Marcelo Silva, Pablo Trimarchi, Agustín Chenaut, Santiago Zarba, Rubén Galarce, Nahuel Galarce, Leonardo Vitale.

Actores en video: Elizabeth Bagnes, Julián Tello, Luis Ziembrowski, Maitina de Marco, Pablo Gasioli, Alejandro Ini, Bárbara Irisarri, Ana María Monti, Patricia Russo, María Laura Santos, José María Seoane, Alfredo Staffolani, Martín Tchira, Emanuel Torres, Antonella Querzoli, Gabriela Zayat.

Actor en ensayo: Ariel Bar – On.

Música y diseño de sonido: Diego Vainer. Diseño de iluminación: Alejandro Le Roux. Técnico de video: Daniel Tirado. Diseño de video: Matías Iaccarino. Diseño de vestuario: Paola Delgado. Diseño de escenografía y objetos: Ariel Vaccaro. Coordinación técnica: Laura Copertino. Producción general: Melisa Santoro. Dirección: Federico León. Duración: 65 minutos. Teatro Sarmiento.

«Muerde» de Francisco Lumerman

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“Muerde” de

Francisco Lumerman

Maríangeles Sanz Vélez

sanzm897@yahoo.com

Un espacio cerrado, un taller de carpintería, una celda, un refugio, un escondite, nunca un hogar. Un niño / hombre que es convertido en el otro, el diferente, un impresentable para todas y todos. Un niño / hombre que apenas si aprende lo mínimo necesario para la sobrevivencia. A ese ser se le pide gestos civilizatorios, se le exige una moral social que no  pudo haber aprendido. Uso y abuso en el centro del núcleo social, la familia. Porque no es un arrimado, es el hijo del dueño de la carpintería, que podríamos pensar que depositó en él, un odio que no le corresponde. Francisco Lumerman escribe un texto potente, un monólogo intenso, que pone en evidencia, la relación desigual de René con el resto del mundo. Víctima y victimario, en una escala que acongoja. Muerde no es sólo un acto único de defensa animal, es también el grito mudo de un ser que le cuesta el lenguaje, y su supuesta función comunicatoria.

Luciano Cáceres, en el espacio diseñado por Agustín Garbellotto, en ese rectángulo de piso de aserrín, con un banco y sus instrumentos de trabajo, se mueve como una fiera en su jaula y nos narra, con el dolor de la inocencia, su vida desde el momento que la madre produce el abandono de ambos, padre e hijo, y la continuidad de la misma atravesada por el silencio. La falta de diálogo no es sólo del niño que observa y calla, sino de ese padre que sólo ordena y ejecuta. Entre ambos, las siluetas de la bolsa de palabras, su madrastra, cabeza de rulos, su hermanastro, y Rosa, la única figura que produce en él un sentimiento parecido al amor.

La actuación, la puesta en abismo de las palabras en la voz y el cuerpo de Luciano Cáceres es excelente. La precariedad de su imagen, las manos rojas en sangre, el relato fragmentado por momentos de sus actos, la sorpresa constante que debe asumir ante las acciones de los otros, se dibujan en su rostro, palpitan en sus gestos, se trasladan a su voz, y desde ese cuerpo que sufre hacia el espectador. Personaje de un thriller psicológico, que deviene en policial, que deviene en un estudio sobre el comportamiento social,  que se transforma en una relación que abisma en la discriminación al diferente. Todo exaltado en un clima que se va creando junto a la iluminación y los efectos sonoros, que conmueve, e interpela.

“Muerde” que obtuvo un segundo premio en el concurso de Obras inéditas del Fondo Nacional de Artes, en 2015, tuvo su primera puesta en escena en 2020 en plena pandemia, en un trabajo en simultaneidad con Perú.

Ficha técnica: “Muerde” de Francisco Lumerman. Intérprete: Luciano Cáceres. Escenografía: Agustín Garbellotto. Diseño de luces: Ricardo Sica. Diseño sonoro: Agustín Lumerman. Fotografía: Eduardo Pinto. Comunicación digital: Isidoro Sorkin. Diseño gráfico: Choice noise. Prensa: Carolina Alfonso. Asistencia de dirección: Emiliano Lamoglie. Dirección: Francisco Lumerman. Teatro Moscú. Duración: 50 minutos.

«El Malentendido» de Albert Camus

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“El Malentendido” de

Albert Camus

Adaptación libre de Natalia Villamil

Del existencialismo de Camus a un thriller psicológico, una puesta muy interesante.

Mariángeles Sanz Vélez

sanzm897@yahoo.com

Cuando de existencialismo hablamos hay dos nombres que surgen inmediatamente: Jean Paul Sartre y Albert Camus. Este último lleva a la dramaturgia en su pieza “El malentendido” algunos de los conceptos trabajados en su primera novela “El Extranjero” (1942) donde el absurdo, el sin sentido de la existencia transita entre sus páginas, y se encarna en el personaje de Meursault. Dos años después, esa absurdidad se hace presente, en lo trágico de un destino atravesado por el desafío del tiempo y del azar, donde la incomunicación será el detonante de la vida de sus personajes.

Un hombre que regresa, una mujer enamorada que espera, una madre y una hija cuyo sentido está dado por el dinero y la huida hacia un paisaje cálido y acogedor, sobre todo para Marta, y un personaje enigmático que sólo hacia el final fijará su esencial presencia, para dar cuenta de nuestra libertad de elegir nuestros actos, y un dios que no se responsabiliza de ellos, y que cuando le reclamamos sólo nos contesta: No. Pura y dura responsabilidad humana ante nuestros ojos y los de los demás, tragedia tejida por nuestras acciones en una libertad siempre al borde del abismo.

Natalia Villamil, del paisaje europeo y argelino que supone la obra de Camus, nos traslada a un pequeño pueblo de ignoto paraje en el sur, frío, viento y soledad; donde la ciudad, también cualquiera de provincia, o la capital, quién sabe, de nuestro territorio, se hace presente en pequeños detalles dejados caer al pasar. En el recuerdo de Juan, el vecino toma mate, la remera del viejo tiene el escudo de la AFA. También el tiempo es otro, del final de la Segunda Guerra Mundial, a un presente de celulares, y música de Cure, a los auriculares con los que Marta se aísla del mundo que la rodea, sobre todo de las quejas de una madre cansada de un trabajo asesino. Pero sobre todo, la causa de la pérdida del hijo nos recuerda a los secuestros y apropiaciones de bebés de la última dictadura militar, un hijo separado de su madre; un hijo que la recuerda entre el sueño y la vigilia.

Pero lo que cambia fundamentalmente, es la presencia del viejo desde el comienzo bailando en un juego de seducción con Marta, personaje que se entretiene armando y desarmando el destino de todos, y los monólogos de los personajes, que explican el porqué de sus acciones en la búsqueda de la memoria en el pasado, en el origen de las relaciones familiares, donde la directora y adaptadora hace pasar el punto de vista de la puesta. Lo no dicho en el texto de Camus, toma en la puesta una voz y una carnadura explicativa que lo aleja del existencialismo y lo acerca a la psicología. La búsqueda de paz ante el sin sentido de la vida que Camus explica en “El mito de Sísifo” a través del suicidio y que también desarrolla en su pieza teatral, se cumple a medias, porque el de la madre, es por culpa, y Marta decide seguir su vida sin más. Ella a pesar de todo, se aferra a su rencor, y sin remordimiento alguno sigue su camino, aquél por el cual hizo lo que hizo.

El triángulo femenino: madre, hermana, esposa,  toma otra dimensión en la puesta de Villamil, y el hijo no deja de ser en todo momento sólo un objeto, una manera de obtener la felicidad, en el enfrentamiento entre María y Marta. La incomunicación sigue, sin embargo, siendo el motivo principal de la desgracia, y eso en este tiempo histórico, de aparente supe conexión, y al mismo tiempo de aislamiento producido por la tecnología, no es un dato menor.

La puesta, entonces, si bien desde mi punto de vista, de alguna manera se desvía del propósito inicial, construye una interesante, muy interesante propuesta, avalada por muy buenas actuaciones, y la concreción de un clima claustrofóbico, que sí responde al universo Camus. Un encierro que no proviene de las paredes, sino de las subjetividades que las habitan. Un trabajo que no decae en ritmo, que trabaja muy bien con los elementos nuevos que incorpora, que le da al texto un aire nuevo, al traerlo a nuestro presente, y a nuestra cotidianidad a través del lenguaje. Escenas que se desarrollan en un espacio recortado, donde los ambientes se dividen, y la escenografía funcional de Gabriela Gardelics, quien también se ocupó del diseño de vestuario, nos mantiene en esa sensación de suspense necesaria hasta un final anunciado, con un clima creado por la iluminación de Ricardo Sica y la música elegida por Ignacio Stolkiner; bajo la dirección precisa de Mariano Stolkiner.

Ficha Técnica: “El Malentendido” de Albert Camus. Adaptación libre de Natalia Villamil. Traducción y gestión de derechos de autor: Pablo Rey. Director: Mariano Stolkiner. Productor: Guido Inaui Vega (producción ejecutiva) Elenco: Raquel Ameri, Antonella Acosta, Leonardo Saggese, Marta Haller y Pablo Rinaldi. Diseño escenográfico: Gabriela Gardelics. Diseño sonoro: Igancio Stolkiner. Versiones musicales: Nicolás Pauls, Martín Canziani y Juan Diego Motecof. Mezcla de sonido en canciones: Víctor Silione. Diseño de vestuario: Gabriela Gardelics. Diseño ilumínico: Ricardo Sica. Prensa: Duche&Zárate. Coreografía: Sofía Rypka. Asistente de dirección: Lucía Gutiérrez. Fotografía: Sol Schiller. Teatro: Centro Cultural San Martín, sala B, sábados 21hs, domingos 20hs. Duración: 70 minutos.

«Un cielo oscurecido» y otros cuentos de Marta Casale – Reseña

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Reseña

“Un cielo oscurecido” y otros cuentos

Marta N. R.  Casale

Páginas 79

Buenos Aires

Editorial Dunken /2023

Mariángeles Sanz Vélez

sanzm879@yahoo.com

Hay un mundo subjetivo, por momentos oscuro, por momentos necesitado de ser expuesto con claridad, en los relatos que Marta Casale construye con elementos que van tejiendo realidades diversas, en escenarios distintos, con personajes que atraviesan situaciones de encierro, a veces, aún a campo abierto, como en “Espera”, el cuento que inicia la zaga.

“El tiempo parece detenido; solo algún auto, que avanza por la ruta y pasa como un rayo, abriéndose paso en la noche con el motor rugiendo, da un impulso a las manecillas que parecen mantenerse siempre en el mismo lugar” (14)

 Porque lo que describe no tiene que ver tanto con el afuera de las situaciones, con la descripción de un contexto constitutivo de ese momento único, sino por el contrario, todo lo narrado está develado a partir de ese cielo personal que cubre lo sucedido. El miedo, la incertidumbre que cubre al personaje, es el mismo que nos cubre ante lo desconocido del presente de la enunciación.

“A medida que avanzo, el asedio se siente más en el aire y transforma el paisaje hasta hace poco familiar. Las calles están más desiertas, hay muchos autos en las avenidas y una urgencia diferente que se adivina en el modo de caminar, la cabeza baja, el celular pegado a la oreja en busca de información” (Final de Jornada, 16)

Esa intimidad, nos acerca a esas vidas comunes, sin estridencias, que sin embargo guardan como tesoros, esos instantes donde todo parece propio, imposible realidad que le toque a otro cuerpo, femenino o masculino. Instantes, fotos, o pequeños flashes, filmes de cortometraje, que nos piden un suspenso en la realidad cotidiana, para ingresar como voyeurs en las de ellas / ellos, y aceptar una complicidad literaria que nos aproxime al universo de la autora, a su universo imaginario.

Sus personajes presos del secreto de sus vidas, sin embargo se mueven, viajan, se mudan, se imaginan nuevos recorridos, en territorios nuevos, no permanecen físicamente quietos, porque lo que sí permanece es el recuerdo, una memoria que retorna, para darle al presente una carnadura, una densidad que no pareciera tener. Memoria, recuerdos. Los personajes no siguen un estereotipo sino que van creando uno a medida que aparecen en cada uno de los relatos. En ellos el miedo, la desconfianza, la intriga, la sospecha; desarrollando historias que abarcan temas como: la huida, la soledad, el miedo, la desilusión, el crimen, la enfermedad, la muerte. Temas que se condicen con un momento de encierro de todos, que nos deja inconscientemente espacios pequeños, delimitados, que añoran en viajes posibles, la verdad de una nueva vida.

Un lenguaje rico y a la vez claro, que describe las acciones en palabras / imágenes que nos hacen recorrer con la lectura esos universos imaginarios. Vemos las situaciones y las personas que las protagonizan delante de nuestros ojos a partir que estos se diluyen en la escritura. Los vemos y los sentimos transitar sus emociones, y en su narrativa nos introducen en su pequeño mundo privado.

“Después de contárselo, me sentí aliviada. También Leonor pareció sacarse un peso de encima. Me tomó la mano y estuvo a punto de decir algo, pero cambió de idea enseguida y se quedó en silencio, la vista perdida en la habitación.” (“La otra mujer”, 61)

El relato que le da nombre al conjunto de textos “Un cielo oscurecido” guarda tal vez, muchos de los procedimientos indicados. Allí todos los elementos se conjugan para transitar hacia un final inesperado, que nos produce sorpresa y horror. Las imágenes nos sobrevuelan como las mariposas y su latente significado. Almas que nos acompañan. Un espacio, el cementerio. Una historia cargada de miedo: ante el fracaso, la desilusión, el desgaste, el amor que se vuelve costumbre, que reitera sus gestos vanos, sólo llenos de vacío. La muerte como una forma de eternizar los sentimientos, inalterables en el recuerdo, puros, sin mácula, sin tiempo en el tiempo. Un amor romántico que se transforma en otra cosa, en enfermedad del alma.

“Lo de ellos había sido bueno, había sido hermoso…y había terminado. Era eso lo que lo volvía hermoso, que hubiera terminado. Rápida y definitivamente. (…) Así había sido con Elina y así sería con Patricia, justo un año después, dentro de pocas horas. Perpetuadas ambas en el recuerdo, con la belleza infinita de un momento de amor en el que ambos se habían sentido uno” (70)

Las imágenes que acompañan a los sentimientos, en este caso el vuelo de las mariposas negras que van oscureciendo el cielo, son como la escenografía de un encuentro de los personajes consigo mismos. Allí, en esos espacios diversos, que la textualidad de Casale teje con maestría, los vemos ser ellos mismos, y verse ellos mismos sin el espejo deformante de la mirada ajena.

De lectura fácil, que seguimos con creciente interés, “Un cielo oscurecido” y otros cuentos, es como la epifanía de una escritura que reclama seguir construyendo paisajes  e instantes nuevos, para a la vez construirse a sí misma como posibilidad de encuentro con el otro, el lector.