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El campo cultural: sus textos y sus puestas en un espacio diferente
Alejandro Vicchi
avicchi@gmail.com
Último libro Estrategia Exportadora para el Desarrollo de Argentina
Mis artículos http://www.lanacion.com.ar/autor/alejandro-vicchi-9548
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“El Centro de Experimentación Audiovisual del Instituto Di Tella (CEA), surgiría sin planes concretos y de manera fortuita, ya que Roberto Villanueva, su flamante director, se había quedado fuera del CAV, que sería dirigido por Romero Brest. Villanueva, amigo de los Di Tella desde la Universidad, había formado un grupo de teatro independiente junto a Jorge Petraglia.”1
Como su nombre lo sugiere, el CEA no era realmente un emprendimiento “teatral”, y de hecho comenzó su vida con una proyección audiovisual itinerante en 1963.
Se estableció en la sede del Di Tella una sala pensada para uso dual -cine y teatro- pero la reglamentación prohibía realizar cine y teatro en el mismo espacio, por lo que terminó concentrándose en el arte dramático, pero recién dos años más tarde tuvo lugar la primera puesta propiamante dicha.
“La primera obra en representarse en el espacio fue Lutero de John Osborne, con dirección de Jorge Petraglia, con ella el centro alcanzaría la categoría de teatro independiente. En la puesta en escena realizada por el Teatro Estable de Buenos Aires, se podía observar la utilización de diapositivas y de música electrónica, lo que vislumbraba el trabajo conjunto con el centro de música (CLAEM), que había colaborado con la creación musical, aportando la capacidad creadora de su equipo de técnicos.”2
Lutero había sido estrenada en 1961 (Royal Theatre de Nottingham, Inglaterra); su autor pertenecía al movimiento denominado “jóvenes iracundos”, con estética realista y tópico centrado en la crítica social. La obra elegida para estrenar la actividad teatral del Di Tella curiosamente es la de un líder religioso pero servía a los fines de presentar una figura transgresora que desafía a las instituciones de la época tanto en el plano de las ideas como en su vida personal (poco después de encender el Cisma, Lutero se casó con una monja) lo que ponía a esa figura histórica a tono con el espíritu de rebeldía de la juventud de mediados del siglo XX.
La segunda obra ya fue de una autora argentina, Griselda Gambaro, que debutó como dramaturga en el CEA con el estreno de “El Desatino”, también dirigida por Petraglia. Al igual que en otros momentos y con otras disciplinas artísticas, El Desatino puso a Gambaro en la controversia por su aparente desvinculación con las causas políticas de la época3 -una acusación que en líneas generales se le hacía al Di Tella en su conjunto. Aún así la obra fue considerada «fundamental para la evolución del absurdo en Argentina»4.
En el mismo año se representaron dos obras de teatro más:5
i) No hay piedad para Hamlet (versión de Shakespeare por Mario Trejo)
ii) Danse Bosquet (de Ana Kamien y Marilú Marini).
De 1966 a 1969 (cuando cesa su actividad) el CEA alternaría puestas inequívocamente del género dramático como “El Burlador” (versión de la obra de Tirso de Molina por Roberto Montero), “Ubú Encadenado” (Roberto Villanueva),”Las Nubes” (versión de la obra de Aristófanes por Julián Romeo), “Los siameses” (dramaturgia de Griselda Gambaro y dirección de Roberto Villanueva) o “Los enanos” (dramaturgia de Harold Pinter y dirección de Jorge Petraglia), con performances como las de Marta Minujín (“Simultaneidad en simultaneidad e Importación y exportación”), danza (Iris Scacher), musicales (“Nacha de Noche”, de Nacha Guevara), y espectáculos de humor de I Musicisti/Les Luthiers (“Blancanieves y los siete pecados capitales”).
Esa diversidad es tanto una estrategia como un logro en sí mismo:
“Dentro de la tónica de la experimentación, se dio acceso a toda clase de tendencias, tratando de facilitar la búsqueda, no de orientarla dogmáticamente. Así, al hacer que la sala fuera un lugar de encuentro entre los espectadores inquietos por todo lo que signiflcara la nueva elaboración expresiva y los nuevos creadores, preocupados por el mismo problema, se produjeron algunos hechos importantes: Uno, la afluencia cada vez mayor de público, cada vez mejor dispuesto para valorar la experiencia; otro, la aparición de fenómenos teatrales de singular valor. (Memorias 1967)”6.
Se registran entre 11 y 18 espectáculos por año en ese período, sin que se advierta en la selección de autores una preferencia determinada que lo distinga de lo que cabe esperar del teatro independiente, ya que se alterna dramaturgia europea o estadounidense de distintos períodos y corrientes (desde la Grecia antigua y Shakespeare hasta Pinter y Artaud) con dramaturgia argentina contemporánea de esa época (Briski, Gambaro, Trejo, Villanueva, entre otros).
Se entiende que los clásicos serían versiones muy libres (como la citada “No hay piedad para Hamlet), y a la vez, el CEA fue un espacio propicio para corrientes de la vanguardia teatral del momento: además de la Antología del Teatro de la Crueldad (Antonin Artaud), algunas obras se encuadraron en “el Teatro Pobre” (Jerry Grotowski) y otras se desprenden del dadaísmo (el grupo Teatro del Despojamiento).
En Las Nubes “el texto de Aristófanes desaparecía ante la invasión de la música, la danza, la plástica y las nuevas técnicas mecánicas electrónicas. El Grupo Vertical, dirigido por Julián Romeo no intentaba con esta puesta demostrar nada sino plantear preguntas acerca de qué vías de comunicación eran las aptas para acercarse a las obras del pasado. Para ellos, en un mundo complejísimo en trance de cambio total, un mundo euclidiano y no cartesiano, un mundo al mismo tiempo adormilado por saturación ante exceso de informaciones, reclamos estimulantes y tranquilizantes, en el que aconteceres, pasiones y palabras significan poco, eran necesarias nuevas herramientas de representación, simplemente porque había nuevas realidades y nuevas relaciones entre cosas que representar. Y sobre todo nuevas posibilidades de hacerlo”.
En “Tiempo de Fregar”, del Grupo Lobo, “no había una puesta en escena, ésta se iba realizando en un proceso que demandaba casi una hora y media en dos etapas. La primera era una especie de prólogo. Cuando los espectadores entraban a la sala, encontraban las butacas tapadas con lienzos, debajo de los cuales se acurrucaban seres estrafalarios, hombres disfrazados de mujeres, mujeres disfrazadas de súcubos, de endriagos o de no se sabía qué, pintarrajeados todos, la mayoría cubiertos de harapos. Surgían de pronto y no se limitaban a restregar los pisos y perseguir las pelusas de los asientos sino que también plumereaban y lustraban a la concurrencia, dialogaban con ella, la apostrofaban y consumaban la incitación con un baile promiscuo en el pasillo mientras mascullaban frases, a ratos comprensibles, contra «la señora».
“El sonido de un gong, un cambio de luz y daba comienzo el espectáculo propiamente dicho. Lo iniciaba una escena de terror, en ralenti, con un suspenso que se prolongaba mientras que el escenario se poblaba de figuras demenciales, que con gestos de maniáticos y diálogos incoherentes evocaban los angustiosos climas de Marat Sade. Aquí, el enemigo era la «dueña de casa», símbolo de la muerte, la represión y la ley. A partir de allí: gruñidos, motines abortados, ondulaciones lascivas, ritos ingenuos o perversos y una oleada incontenible de vitalidad polimorfa atacaba al espectador por todos los sentidos, restituyéndolos a su función no meramente receptora sino aprehensora del mundo. La culminación era el Nene, un monstruo engendrado por dos muchachos semidesnudos, atados con tiras de trapo, espalda contra espalda, con gorros de goma y movimientos espásticos. Esta especie de coleóptero atroz, con su andar reptante ambulaba por el escenario, en tanto que los otros intérpretes gimoteaban, escupían, succionaban y resoplaban en una inolvidable visión apocalíptica. En una hecatombe final, aparecía «la señora» en una silla de ruedas, perdido ya su poder entre las garras de la tribu sublevada.”7
“algunos espectáculos intentan desarrollan una práctica integradora de las tecnologías audiovisuales disponibles recurriendo, entre otros recursos, a la moda, la historieta, la música popular y el jingle publicitario para dar forma a un teatro más visual que dramático y leer, a su vez, los fenómenos de la cultura de masas en sintonía con la modernización cultural argentina de la época.”8
En ese sentido, se puede leer que en el CEA se incorporaron a la escena teatral argentina algunas innovaciones técnicas como el uso de proyecciones audiovisuales o efectos de sonido e iluminación, pero al mismo tiempo, las puestas en escena del CEA adhirieron a una tendencia de la época en pos de la recuperación del espíritu primitivo de la representación dramática del que aún se pueden ver legados en las sociedades tribales.
“otros, en cambio, se resisten a la envestida de las formas mediáticas volviendo a lo que consideran sus raíces primigenias (el teatro ritual, sagrado) y a sus elementos mínimos (el actor y su relación con el espectador)”
“El actor como chamán, brujo (Artaud), actor santo o performer (Grotowski) se vuelve maestro de una ceremonia en la que la precisión de la técnica y la organicidad (conexión cuerpo-interiodidad, llámese esta mente, espíritu, etc.) de la acción se vuelven principio y fin de una experimentación donde la palabra articulada pierde eficacia en favor de un trabajo vocal como sonoridad expresiva e inarticulada (el grito, susurro, los cantos vibratorios tradicionales, los cantos- danza) donde confluyen cuerpo y voz del actor en comunicación-comunión con el espectador.”9
Esto es explicado en el marco del giro que daba el teatro de la década de 1960:
“…el teatro de la década del 60 se encuentra atravesado por una crisis del paradigma textocéntrico y la estructura dramática tradicional, una revalorización del espectáculo en su aspecto performático (en tanto proceso) y teatral (en tanto artíficio, teatro no naturalista), así como una mirada crítica o apologética, de las tecnologías audiovisuales de la industria del entretenimiento (cine, televisión).”
Como balance, se señala la alta productividad en cuanto a la cantidad y diversidad de espectáculos montados por el CEA, “un récord al que ninguna agrupación de antes o de ahora pueda igualar; récord no empañado ni siquiera por aquellas estadísticas que revelan el aspecto negativo: 144.000 espectadores en 1.700 representaciones, da un promedio de 9 personas por función.”10
Asimismo, “fue el Di Tella el que lanzó,a Griselda Gambaro —famosa hoy en los Estados Unidos— cuando el absurda no terminaba de imponerse; uno de nuestros directores más calificados, Jorge Petraglia, realizó allí excelentes experiencias; Nácha Guevara dijo sus canciones de protesta; hizo lo suyo el flamante Bonino, y ‘conocimos el primer happening; Les Luthiers hallaron eco para su especial prédica y el más discutido de los conjuntos que cobijó, el Grupo Lobo, consiguió recorrer en poco tiempo, el difícil camino que va de lo sensacionalista a lo auténtico; tuvieron cabida las obras clásicas, las coreografías de Oscar Aráiz, las danzas de Iris Scacheri y Marilú Marini —los tres internacionalmente reconocidos en la actualidad—”.
Sin embargo, lo más difícil de registrar, pero posiblemente lo más valioso, es la contribución del CEA, como de cualquier otro espacio de experimentación artística, al desarrollo de innovaciones escénicas y a la formación de públicos.
1
Camejo, Julia Alejandra (2009), “El Instituto Di Tella y las intervenciones teatrales”, proyecto de graduación de la Licenciatura en Diseño de Espectáculos, https://fido.palermo.edu/servicios_dyc/proyectograduacion/archivos/1926.40663
2
Ib idem.
3
En palabras de la autora: «[…] fue entendida como una ruptura con la corriente del realismo reflexivo identificada con una postura de izquierda, considerada superficial y políticamente dudosa, escrita de espaldas a lo que era la realidad argentina». Navarro Benítez. La transparencia del tiempo: entrevista a Griselda Gambaro (enlace roto disponible en Internet Archive; véase el historial y la última versión).. , Cyber Humanitatis, núm. 20, 2001, 16/11/02, p. 4
4
Pellettieri, Osvaldo. El teatro argentino actual (1960-1987). Cuadernos Hispanoamericanos, 459, 1988, pp. 161
5
Archivo Artea, “Instituto Di Tella”, ficha online, visitado en noviembre de 2020, http://archivoartea.uclm.es/contextos/instituto-di-tella/
6
Citado en Pinta, María Fernanda (2010), “Espectáculos y medios audiovisuales en el Di Tella”, tesis de doctorado de la FFYL-UBA, en file:///C:/Users/Ministerio/Downloads/uba_ffyl_t_2010_865859.pdf
7
Zayas de Lima, Perla (1982), “EXPERIMENTACION Y VANGUARDIA EN EL TEATRO ARGENTINO DE LAS ULTIMAS DECADAS”, en Revista Letras, Revista de la Facultad de Filosofía y Letras de la Pontificia Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires https://repositorio.uca.edu.ar/bitstream/123456789/4222/1/letras4.pdf