Archivos Mensuales: marzo 2022

Vínculos, Lejos tan cerca de Gonzalo Amor, Luciana Maquez, Gustavo Slep.

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“Vínculos, Lejos tan cerca” de

Gonzalo Amor, Luciana Maquez, Gustavo Slep

Una puesta cargada de buenas intenciones

Mariángeles Sanz

sanzm897@yahoo.com

En el espacio Teatro La Mueca, se presenta la puesta “Vínculos, Lejos tan cerca” cuya dramaturgia pertenece a los tres integrantes del grupo que conforman: Gonzalo Amor, Luciana Maquez, Gustavo Slep, que construyen en escena diferentes personajes cuyo punto en común es la necesidad de relación con un otro y su búsqueda de elementos que les permitan llegar a la comunicación.

El grupo rompiendo la cuarta pared desde el comienzo, la entrega de fichas a llenar en el hall del teatro La Mueca, y luego dirigiéndose al espectador en el momento de las improvisaciones, ofrece una puesta cuya búsqueda intenta hablar de la soledad del individuo en esta sociedad que nos inclina a una relación narcisista, donde el otro es a veces sólo el vehículo para amortiguar la angustia. Con recursos que provienen del clown, de los sketches de las películas mudas, de algunos momentos surrealistas y del  absurdo en la relación con los objetos, las correas con los inexistentes perros, las macetas, en donde en una metáfora bastante clara los personajes quedan plantados por los otros, es decir, abandonados a su suerte; y en la construcción de un sentido a partir de frases al modo del cadáver exquisito de Mallarmé. Frases aportadas por el espectador, que luego se irán uniendo en el improvisado discurso de los personajes.

La sensación es que más a veces es menos, y que la falta de un texto que de alguna manera constituya una base de las acciones, no necesariamente discursivo, hace que las buenas intenciones se pierdan, y a veces la intensidad se disuelva, y la risa no surja tan naturalmente. Por otra parte, la dirección de Daniel Casablanca no aparece salvo en algunos gestos que nos lo recuerdan sobre todo en las intervenciones de Gustavo Slep. Los tres integrantes del elenco tienen personalidad y recursos, pero en singular, no conforman un trabajo unívoco, no por el sentido, sino por los vacíos que surgen, a pesar de una estructura marcada y señalada por los apagones, y las intervenciones de la música en escena de Lucas Forte.

Un trabajo que toma una temática cara a la sociedad de hoy, la soledad, la individualidad y que con una sincronización mejor en la estructura escénica, podrían llegar con recursos genuinos a atravesar la platea con un logro mayor.

Ficha técnica: “Vínculos, Lejos tan cerca” de Gonzalo Amor, Luciana Maquez, Gustavo Slep. Vestuario: Analía Cristina Morales. Edición de sonido y Música en vivo: Lucas Forte. Operación de luces: Natanoel Savoie. Diseño gráfico: María Ana Tapia Sasor. Entrenamiento en improvisación: Gustavo Slep. Prensa: Carla Rosaria Maieli.  Producción: Gonzálo Amor, Luciana Maquez. Dirección: Daniel Casablanca. Teatro: La Mueca.

Cuando una mujer se queda sola de Lisandro Penelas

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“Cuando una mujer se queda sola” de

Lisandro Penelas (Capítulo III)

Historias mínimas, de sentido profundo.

Mariángeles Sanz

sanzm897@yahoo.com

En el espacio del Teatro Moscú, Lisandro Penelas en el marco del Ciclo “Mentir para decir la verdad” dirige su texto “Cuando una mujer se queda sola”. En un espacio con una escenografía funcional, los personajes en diálogos íntimos recrean una situación que evoca el mundo literario construido por Tobías Wolff. ( 1) Un mundo de seres cotidianos enfrentados a situaciones límites en las cuales tienen que asumir una postura, de difícil respuesta. Así Virginia la mujer abandonada, que tiene un hijo Ricki, debe elegir primero entre la soledad impuesta, o la posibilidad que le ofrece su amiga de encontrarse con alguien  más, su primo, para iniciar la vida en pareja nuevamente.

Las buenas intenciones no alcanzan para que la herida suture, porque queda claro que conocer al otro, y saber si es el que realmente nos permitirá creer, crecer y amar, no es una tarea sencilla, no todo lo que parece es como es, y lo real concreto pondrá al personaje en una encrucijada entre la soledad y la humillación. La dirección de Penelas que comprende muy bien el interior de la propuesta de Wolff deja que todo transite sin estridencias, al mismo tiempo las muy buenas actuaciones van creciendo en la intensidad de sus emociones en pequeños gestos, en diálogos de sencillez coloquial, y en silencios necesarios. La presencia de la música en escena, no es un gesto más sino que nutre al relato de un espesor que guarda simetría con las palabras de apariencia vacía de contenido en los diálogos casuales. Porque hacia el final, cada una de ellas van tejiendo un entramado que componen la figura de los personajes, y le da sentido a todo.

La memoria dolorosa que intenta ser ocluida para un renacimiento de ambos a la posibilidad del encuentro, se quiebra, se rompe, y entonces surge el demonio alimentado por el alcohol que llevará a Robert a dejar caer su máscara. Ante la imposibilidad el refugio será el hijo, personaje creado en ausencia con tanta maestría que nos parece verlo relacionarse con los que sí están en la escena. La estigmatización de la figura de la mujer como puta si no responde al deseo del hombre, o de objeto al que puede tomarse sin su consentimiento, muestra la asimetría de una sociedad que aún hoy permite o prohíbe de acuerdo al género.

Una propuesta por demás interesante, que va desde una sonrisa inicial hasta la frustración del final, introduciéndonos en el conflicto y casi sin darnos cuenta emocionarnos, provocando una reflexión sobre un trozo de vida, una situación íntima y pequeña que al mismo tiempo abre la ventana al abismo de una realidad que nos permite la empatía, que nos interpela como espectadores.

Ficha técnica: “Cuando una mujer queda sola” de Lisandro Penelas. Actúan: Daniel Begino, Mariana Del Pozo, Fabiana Mozota. Músico: Santiago Ascaso. Diseño de arte: Claudina Iglesias Losada. Diseño de luces: Soledad Ianni. Fotografía: Valentina Lagos Prack. Diseño gráfico: Martín Speroni: Asistente de dirección: Analía Morales. Prensa: Carolina Alfonso. Producción ejecutiva: Lucía Marquez, Cecilia Santos. Producción: Moscú Teatro. Coordinación: Lisandro Penelas. Dirección: Lisandro Penelas. Teatro Moscú.

  • Tobías Wolff es representante de lo que se llama “realismo sucio” un movimiento literario nacido en los Estados Unidos en las décadas del ’70 y ‘80 del siglo XX. Sus escritores pretenden reducir la narración – especialmente el relato corto- a sus elementos fundamentales. Un continuador del minimalismo, tiende a la sobriedad, la precisión y la parquedad.

24 de Marzo de 2022

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24 de Marzo 1976 / 2022

El 24 de marzo de 1976 derrocaron ustedes a un gobierno del que formaban parte, a cuyo desprestigio contribuyeron como ejecutores de su política represiva, y cuyo término estaba señalado por elecciones convocadas para nueve meses más tarde. En esa perspectiva lo que ustedes liquidaron no fue el mandato transitorio de Isabel Martínez sino la posibilidad de un proceso democrático donde el pueblo remediara males que ustedes continuaron y agravaron. Ilegítimo en su origen, el gobierno que ustedes ejercen pudo legitimarse en los hechos recuperando el programa en que coincidieron en las elecciones de 1973 el ochenta por ciento de los argentinos y que sigue en pie como expresión objetiva de la voluntad del pueblo, único significado posible de ese «ser nacional» que ustedes invocan tan a menudo. (Carta a la Junta Militar, 1977, Rodolfo Walsh)

Mariángeles Sanz

sanzm897@yahoo.com

El “ser” nacional, concepto que hoy vemos reverdecer, nos trae a la memoria, otros tiempos en los cuales en su nombre se cometieron los crímenes más atroces. Hoy somos testigos de cómo los nacionalismos inundan el planeta nuevamente, como ariete y excusa para llevar adelante guerras, invasiones, el uso de armas, la venta de armas que necesita de todos los requisitos anteriores para seguir con su inmenso negocio. El mundo entero está envuelto en llamas, aún, a los que todavía nos parece lejano el conflicto; hoy como entonces lo que hace falta es tener información certera de las causas, saber porque y para quien se desarrollan los acontecimientos, y como en todos los crímenes a quien favorece la ejecución de la víctima. Es por eso, que más allá de lo que Rodolfo Walsh significa y significó para el periodismo, para la lucha de la verdad en su tiempo, su figura es hoy más necesaria que nunca. Porque su gesto de valentía, el que sería el último de una larga lista de ellos, fue la entrega a todos de esa carta que fue la que finalmente le costó la vida.

Recordarlo en otra conmemoración del día y de la noche más negra de nuestra historia reciente, en este 24 de marzo de 2022 es casi una obligación con la memoria histórica, pero también un ejemplo para muchos que se dicen periodistas, pero no buscan la verdad, ni llevar la realidad a sus lectores u oyentes, sino por el contrario sólo se hacen eco de lo que las enormes usinas de información les dictan entre gallos y medianoche. Periodismo es investigación, Rodolfo Walsh lo sabía y lo ejercía desde ese lugar tan lábil, donde siempre el cuerpo estaba en peligro, y la verdad brotaba aunque la callaran las balas.

Elegirlo como símbolo en este nuevo aniversario era una necesidad que sentía ante tanta ignominia, para recordar lo que significa el “compromiso” con las ideas, y con la verdad periodística, que sin pretender que sea totalmente objetiva, la historia tampoco lo es, sepa al menos dar cuenta de la crónica de las acciones y de los hechos, y dejar al lector sacar sus propias conclusiones. Con este escrito no estoy sólo reivindicando su pensamiento con el que coincidía y coincido, sino la forma, la manera de ejercer una profesión, que para algunos sigue siendo sagrada. Sobre las ruinas de la verdad, ejerzamos la utopía de la luz.

«Los otros Duarte» de Gastón Quiroga

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“Los otros Duarte” de

Gastón Quiroga

“La Historia inmortal hace cosas raras cuando se cruza con el amor de los cuerpos mortales, a veces para mal, a veces para bien.” (Inés y la alegría, Almudena Grandes)

Mariángeles Sanz

sanzm897@yahoo.com

La Historia, sigue siempre el curso de los grandes acontecimientos, y estos están sembrados de nombres propios, protagonistas de los mismos, pero Gastón Quiroga quiso tomar la vida de una figura fundamental de nuestra historia reciente para darle una lectura desde otra perspectiva, la de aquellos que estuvieron por siempre ligados a ella, y al mismo tiempo en un lugar equidistante de su luz: los hermanos Duarte, los legítimos, como dice la Chacha. En un espacio despojado, sólo algunos muebles, con la muerte de su padre, el viejo Duarte, comienza la historia, la otra, la que no sale en los diarios, ni se recoge en las páginas de los libros, bueno alguna mención si hubo, sobre como la madre y sus hijos, los otros, fueron humillados en el velorio. Pero desde allí, todo es un laberinto entre la ficción y la realidad, de una trama tan prolija, que no importa a fin de cuentas, que pertenece a un concepto o al otro.

La vida de Eva, contada desde la mirada desdeñosa, envidiosa, y admirada de su familia paterna, la que fue obligada a serlo, es una deuda que el teatro tenía sobre una historia tantas veces relatada. Porque las subjetividades que aparecen en la escena, sienten que su vida se transforma en la medida que lo hace la de esa media hermana, famosa como actriz primero, primera dama después, y luego como símbolo de una lucha, que no termina, pero que la tuvo y la tiene como abanderada: la justicia para los humildes. Esa familia dividida como el país, entre los que la aman y los que la odian, es una metáfora perfecta de lo que su imagen representó y aún hoy representa en la sociedad de un pueblo que no la olvida, y otro que quisiera que nunca hubiera existido. La vida que lo enreda todo, a su pesar, los puso en la encrucijada histórica y como dice Almudena Grandes: “La Historia inmortal hace cosas raras cuando se cruza con el amor de los cuerpos mortales, a veces para mal, a veces para bien”.

 Marcelo Velázquez, que elige con talento a las actrices y actores que conforman sus elencos, lo hizo una vez más, y los tres construyen sus personajes con tanta fuerza, habilidad y verosimilitud, que sus cuerpos son sin más, los de esos hermanos perdidos en la espiral del relato ante la luz cegadora de su protagonista. Sus encuentros personales, nos abisman en el voyerismo de introducirnos en el interior de una charla coloquial que nos provoca una sonrisa en más de una ocasión. Todo el país de los últimos años pasa por su mirada, distanciada de los hechos en ella, Chacha, visión construida desde el prejuicio y el chisme, mientras se sucede la complicidad del otro, Cholo, que sufre luego el mismo destino de destierro. Chichilo, el mayor, nunca hará pie en los acontecimientos, y cuando se decide llega tarde, porque Eva lo abandona, como a todos los demás con su muerte temprana. Todo conjuga, texto, dirección, actuación, la iluminación que va creando espacios y clima, y el minimalismo de una escenografía que se arma y desarma en escena, como la vida de los personajes.

“Los otros Duarte” son la pata de la mesa que nos faltaba para completar una historia, la nuestra, con lo creado y lo cierto, para que no haya voces en silencio, sino una polifonía que nos ayude a pensar y a ver claro, sobre los otros y sobre nosotros mismos, sin prejuicios, para hacernos cargo de la subjetividad de nuestra mirada a la hora de contarnos la vida. Para mencionar a otra narradora española recuerdo lo que dice Rosa Montero sobre la identidad: “La identidad no es más que el relato que nos hacemos de nosotros mismos”.

Bibliografía:

Grandes, Almudena, 2010. Inés y la alegría. Madrid: Tusquets Editores.

Ficha técnica: “Los otros Duarte” (1) de Gastón Quiroga. Elenco: José Manuel Espeche, Guillermo Flores, Cecilia Sgariglia. Diseño y realización de escenografía: Ariel Vaccaro. Diseño de vestuario: Paula Molina. Diseño de iluminación: Alejandro Le Roux. Música original: Matías Macri. Fotografía: Lucas Suryano. Maquillaje: Flor Laval. Prensa y comunicación: Valeria Franchi. Producción ejecutiva: Cristina Sisca. Asistencia de dirección: Laura Dmitruk. Dirección: Marcelo Velázquez. Teatro del Pueblo.

  • La obra “Los otros Duarte” de Gastón Quiroga ganó el Premio Argentores en el Concurso “Del texto a la escena” para el desarrollo y estímulo del teatro nacional  y el 2 Premio en el II Concurso Universitario de Dramaturgia “Roberto Arlt” de la Universidad Nacional de las Artes.

«Los asesinos de los días de Fiesta» de Marco Denevi

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“Los asesinos de los días de Fiesta” de

Marcos Denevi

“En tiempos recientes se ha proclamado con frecuencia el final del amor. Se piensa que hoy el amor perece por la ilimitada libertad de elección, por las numerosas opciones y la coacción de lo óptimo y que, en un mundo de posibilidades ilimitadas, no es posible el amor. También se denuncia el enfriamiento de la pasión. (…) Pero estas teorías sociológicas desconocen que hoy está en marcha algo que ataca al amor más que la libertad sin fin o las posibilidades ilimitadas (…) la erosión del otro, que tiene lugar en todos los ámbitos de la vida y va unida a un excesivo narcisismo de la propia mismidad. En realidad, el hecho de que el otro desaparezca es un proceso dramático, pero se trata de un proceso, que progresa sin que, por desgracia, muchos lo adviertan. ( Melancolía, de Byung- Chul Han, “La agonía de Eros)

Mariángeles Sanz

sanzm897@yahoo.com

La condición humana es un tema que Marcos Denevi disfraza muchas veces de intriga policial, otras de desopilante trama, una que corre en paralelo con la realidad, pero que en esa línea sutil, se traslada hacia territorios menos conocidos. Ese es el caso de “Los asesinos de los días de Fiesta”, su novela escrita en 1972. Una familia compuesta de seis hermanos, cada uno con una característica propia bien marcada, que ante su soledad deciden calmar el afán de sus deseos asistiendo a velorios de desconocidos, tal vez para sentir ese ansiado estado de pertenencia. Pero en ese primer impulso se va enredando la ambición, y entonces comienzan a elegir en la zona más rica de la ciudad a sus futuros proyectos. El azar los llevará a la casa que va a cambiarles la vida, y que les pondrá la encrucijada que provoque en ellos la necesidad de desarrollar la astucia, y una violencia civilizada para lograr sus propósitos.

La dirección de Marcelo Velázquez ahonda en las particularidades de cada personaje, y consigue desde el principio de la puesta que cada uno en el cuerpo de actrices y actores que saben cómo templar su instrumento, se definan ante los ojos del espectador que asiste a la mascarada entre risas. El interesante vestuario de Paula Molina, recrea en ellos la decadencia de sus personas, al mismo tiempo que su búsqueda de diferencia, de parecerse a esa clase elevada a la que no tienen acceso; lo que Denevi  hace ya desde los nombres pretensiosos de sus criaturas: Iluminada, Anacarsis, Honorato, Meneranda, Lucrezia, Patricio de la Escosura.

Cada uno irá, a través de pequeños monólogos en primera persona, narrando desde la palabra y el cuerpo las acciones que conforman los acontecimientos, para tejer la urdimbre compleja y cargada de debilidades humanas que llevan adelante. En el espacio escénico se mueven coreográficamente en conjunto o singularmente en el momento de contar, cuando la máscara social cae, y van con fingida inocencia o no, exponiendo un alma oscura cargada de materialidad. Donde el amor no tiene un espacio, y sólo la ambición de poseer los va llevando a la locura y la tragedia, ¿metáfora de la sociedad? De la actual, casi una confesión de partes.

La contracara de sus figuras es el representante de la burocracia estatal, ser común que en relación asimétrica será ganado por el amor, y engañado por la fantasía de obtener sus favores. La muerte entonces se hará presente una vez más cuando el amor finalmente se introduzca en sus helados pronósticos y uno de ellos, caiga en la vulgaridad de entregarse a él. Sin ofrecernos un alegato político, ni una crítica social de la lucha de clases, Denevi / Costa/ Velázquez, entre imágenes grotescas, surrealistas, la imagen de la mujer de negro atravesando la sala, y lo absurdo de las situaciones y su final inesperado, nos habla no sólo de una sociedad que sólo piensa en el tener olvidándose del ser, y de su perdida humanidad, sino de una sociedad donde el amor y la solidaridad son sentimientos peligrosos, y el cuerpo femenino vivo o embalsamado, igualmente cosificado, un objeto en manos de un otro, que lo eterniza, en un cuerpo inmortal.

Una puesta interesante y lograda, que nos deja pensando, más allá de la risa, a veces nerviosa, en la miserabilidad que nos rodea, en esa sutil diferencia entre lo que somos, y lo que parecemos de cara a los demás.

Bibliografía:

Byung-Chul Han, 2018. La agonía del Eros. Buenos Aires: Editorial Herder.

Ficha técnica: “Los asesinos de los días de Fiesta” de Marco Denevi, adaptación de Hernán Costa. Elenco: Uki Cappellari, Nico Carbone, Alberto Carmona, Gabi Giusti, Carolina Manetti Cusa, Gustavo Reverdito, César Riveros. Escenografía y vestuario: Paula Molina. Diseño de iluminación: Malena Miramontes Boim. Música original: Matías Macri. Realización de visuales: Nina Plez. Ilustración y diseño: Ana Willimburgh. Fotografía: Lucas Suryano. Prensa y comunicación: Valeria Franchi. Producción ejecutiva: Lucía Asurey. Asistente de dirección: Camila Lozano. Dirección: Marcelo Velázquez. Teatro: La Carpintería. Duración: 70 minutos.

«Pachomba y Chau Pinela» de Daniel Kersner

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Pachomba y Chau Pinela de

Daniel Kesner

La vida es una herida absurda

Mariángeles Sanz

sanzm897@yahoo.com

Se ilumina la escena y tres personajes de traje mantienen un diálogo sin sentido que se prolonga por minutos a la platea. Un diálogo que establece un código interno con las intenciones de los tres, y que van delineando una mirada sobre el absurdo de la vida, a través de la historia, la política, la filosofía, la física, y el sentido común, que es el menos común de todos los sentidos. A esa tríada inicial, se sumarán luego los personajes que le dan nombre a la puesta: Pachomba y Chau Pinela, dos cartoneros que son la otra cara de los científicos del país o del mundo. Porque Pachomba es un inventor sin recursos, que no es profeta en su tierra, y que recorre repartiendo sus cartones a todos en un acto perdido de solidaridad.

Desde el absurdo como encuadre de género, con un tiempo y espacio atemporal, los diálogos y las canciones con la intensidad de su ritmo, van dejando, sin embargo, caer pistas y señales para que nos demos cuenta del carácter político y de crítica social que el texto contiene. Con un humor que va de las palabras, a la gestualidad, al juego coreográfico de los cuerpos, no hay tópico de nuestra realidad que no tenga su momento en la puesta, como diría Andy Wahrol, sus cinco minutos de gloria. El individualismo, el sálvese quien pueda, el temor a ser observados, el pasado glorioso, y la famosa grieta, todo enredado a la manera de un engranaje verbal que nos mantiene en estado de expectación mientras nos reímos de los personajes y de nosotros mismos. La violencia como sustituto de la palabra, el amor como sustituto de la indiferencia.

La dirección de Daniel Kesner, que es también el autor de la dramaturgia logra una sincronía entre  textualidad y corporalidad, que se traduce en las muy buenas actuaciones que construyen con talento los desopilantes personajes en escena, que sostienen un contraste, una diferencia que comienza desde lo visual con el vestuario escogido por Virginia de los Santos Fernández.  La cercanía del espacio y la iluminación de Paula Fraga permiten que el espectador se sienta testigo de los acontecimientos que se desarrollan en una escalada de absurdidad. Una puesta inteligente que recurre al humor delirante para atraparnos en su vorágine temática, y crearnos la necesidad de recordar momentos y situaciones que nos piden un pensamiento reflexivo sobre un presente, ese que vamos construyendo con los retazos del pasado. Porque no hay futuro, si el pasado nos es negado, sino no sabemos de dónde venimos nunca sabremos hacia dónde se dirige nuestro deseo.

Pachomba y Chau Pinela pasa del juego verbal del enunciado a la construcción de personajes que son a la vez la contracara de una sociedad que se ve a sí misma como impoluta, pero como bien dice el texto la justicia de unos no es la de los otros y en esa contradicción permanente reina el caos, la discriminación, la desconfianza y la violencia. La puesta pone en abismo nuestras debilidades desde un tiempo de oposiciones sin olvidar la teatralidad que impone con su presencia el juego entre ficción y realidad.

Ficha técnica: “Pachomba y Chau Pinela” de Daniel Kersner. Actúan: Tomás Martín Almandos, Guillermo Amaral, Lula Benítez Calcaterra, Emanuel Cacace, Juani Pascua. Vestuario: Virginia de los Santos Fernández. Diseño de iluminación: Paula Fraga. Fotografía y Diseño gráfico: Inés Viqueiría. Asistencia Técnica: Lali Álvarez. Dirección musical: Federico Kersner. Dirección: Daniel Kersner. Teatro El Desguace. Duración: 55 minutos.

«El amor es una mierda» de Cecilia Meijide

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El amor es una mierda de

Cecilia Miejide

Del amor al desamor

Mariángeles Sanz

sanzm897@yahoo.com

Un espacio recortado en el locus escénico. Una alfombra blanca, impoluta, una silla y una lámpara. En el afuera, en la frontera, una mujer espera. Gesticula, finge diálogos, está vestida de rojo y negro, que otros colores para la pasión, para el amor. De pronto se acerca, se introduce en el verosímil de una oficina de abogados, lo sabremos después, donde va a realizar el acto más doloroso de su vida, hasta ese día. Una firma, una sola y triste firma para dar por terminada una historia, una historia de amor. Y si el amor, a veces, es una mierda.

Vanesa Maja es el cuerpo y el alma de esa mujer, que siente que todo se convierte en un gran espejo  roto, donde cada uno de sus partes se clava en su memoria y la atormenta, le devuelve el recuerdo como una trompada a la mandíbula, como un tsunami incontrolable. Ella finge civilización, pero al mismo tiempo nos deja ver ese otro yo cargado de furia, de odio incontrolable, por lo que fue y ya no es. La actriz es un instrumento que vibra a pura emoción, valiéndose de un texto que le permite el humor, reírse de sí misma como catarsis, para lograr que el espectador, o sea nosotros, también nos reíamos con ella. Su cuerpo danza, se adelanta, se agacha, retrocede, es una cuerda única que emite, sin embargo, una sinfonía de sensaciones. Cada acto, es una comedia en sí misma, un sketch, que va haciendo que la tensión hacia ese final anunciado, se pueda llevar en un tempo que nos mantiene en vilo durante todo el trayecto.

Una pantalla a fondo de escena cristaliza el mejor de los recuerdos, y por lo mismo el más doloroso, el que le hace desear una y otra vez que lo que está ocurriendo sea sólo una pesadilla. Texto, dirección, y la actriz en un juego teatral inmejorable nos seducen, y nos dejan el sabor amargo de saber que así se siente cuando nos deja el amor, cualquier tipo de amor. Porque de lo que se habla es de la pérdida, y la soledad cuando sólo los objetos compartidos nos esperan y se convierten en testigos peligrosos.

Podemos afirmar con satisfacción que la cartelera porteña nos ofrece en este momento, y a pesar de todos los inconvenientes transitados, una presencia teatral que tras la estructura del monólogo aporta no sólo muy buenos textos sino también actuaciones memorables. Gran parte de ellos tienen factura femenina, tanto en la dramaturgia, como en la interpretación y la dirección. “El amor es una mierda” forma parte de ese grupo de muy buenos trabajos, que desde el minimalismo del espacio y su escenografía, poca pero buena, permite a las actrices / a los actores, lucir sus instrumentos: su cuerpo, su voz, la ductilidad en el uso del espacio escénico, la manera ingeniosa de atravesar la cuarta pared, su presencia que de por sí sola logra hacernos vivir lo narrado.

La pieza estrenada en 2019 en el Camarín de las Musas, tiene hoy en el espacio de El Extranjero el favor de un público que agradece el trabajo bien hecho, a puro talento.

Ficha técnica: “El amor es una mierda” de Cecilia Meijide. Actúa: Vanesa Maja. Vestuario: Laura Poletti. Diseño de luces: Ricardo Sica. Músico en escena: Paula Meijide. Realización audiovisual y Fotografía: Javier Cerruti y Florencia Nussbaum. Diseño gráfico: Bárbaro Delfino. Entrenamiento coreográfico: Diego Rosental. Asistente de dirección: Julieta Kvasina. Prensa: Carolina Alfonso. Producción: Pablo López. Coreografía: Diego Rosental. Dirección: Cecilia Meijide. Espacio: El Extranjero. Duración: 60 minutos.

«Ella amasa» de Judit Gutiérrez

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“Ella amasa” de

Judit Gutiérrez

“La mujer cuando hace se equivoca, pero se equivoca mucho más cuando no hace” (Judit Gutiérrez)

Mariángeles Sanz

sanzm897@yahoo.com

La textualidad dramática que construye Judit Gutiérrez para componer el personaje de Ella amasa tiene todos los elementos para atrapar desde su relato al espectador: intriga, humor, crítica a las instituciones patriarcales que dan lugar a un machismo, que pasa de la religión a la familia, de la familia a la sociedad, además de ternura,  y emoción; es decir, va a través de las palabras logrando que en el lector / espectador surja una empatía con el personaje, sumada a un signo de interrogación sobre el comportamiento que llevamos adelante cuando naturalizamos lo que sólo es una suma de mandatos que castigan a los más débiles: los niños, las mujeres.

La puesta de Emilio Firpo toca el corazón de la propuesta textual y lleva a la actriz Marina Dousdebes a exponer como un maestro de la pintura, toda su paleta de colores y sombras para construir su personaje. Sin olvidar detalle, desde el comienzo en relación con el público, que espera entrar a la sala del Teatro La Mueca, ofreciendo el producto de sus manos. El cuerpo de la mujer castigado por el tiempo, los dolores, y las frustraciones, con movimientos torpes, se nos acerca con humildad y nos brinda un panecillo, con una intencionalidad que hasta ahí desconocemos.

La actriz maneja su herramienta tanto la corporal como la vocal con fluidez, con un convencimiento que se transmite a la platea, y desde allí y en un espacio semi- despojado: una mesa donde amasa, símbolo de una cocina, para el estereotipo, el reino de la mujer, donde una escoba para barrer lo indeseable es también protagonista, relata. Desde su mundo privado y pequeño nos narra su vida. Mujer que cocina, la cocina como alquimia, la alquimia y la escoba, la bruja. Y lo que nos cuenta, es la punta del iceberg de una sociedad que se reproduce en espejo en muchas cocinas de muchos hogares, de muchos pueblos o ciudades, porque nos cuenta el abuso y la reproducción del abuso a partir no sólo del mandato masculino, sino de un sujeto femenino que ha internalizado el discurso patriarcal, lo ha naturalizado, y lo trasmite como legado por generaciones: “Usted lo obedece a su marido en todo”, le aconseja la abuela al personaje la noche de su boda.

La violencia del golpe como correctivo, la de mantener a otro en la ignorancia sólo por ser mujer, la que produce tomar el cuerpo de una niña para el deseo sexual de un adulto cuya función es protegerla, la de la cosificación de un sujeto, que es “dado” a otro sin su consentimiento, la vida y la muerte como una ruleta rusa, y finalmente la falta de justicia que provocará su búsqueda con las fuerzas y las posibilidades que se tienen, son la suma de temáticas que se suceden en ese relato, donde vemos crecer la astucia a partir de la inocencia mancillada.

Un texto preciso, un monólogo que teje con palabras un mundo, y una actuación excelente, se conjugan en “Ella amasa” para darle al hecho teatral un sentido claro, el de ver la realidad, aunque duela.

Ficha técnica: “Ella amasa” de Judit Gutiérrez. Actúa: Marina Dousdebes. Vestuario y escenografía: Belén Arcuri. Dirección general: Emilio Firpo. Producción ejecutiva: I&Producciones. Duración: 60 minutos. Teatro La Mueca.

«Entre durmientes» sobre textos de Humberto Costantini

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“Entre durmientes” sobre textos de

Humberto Costantini

“La identidad no es más que el relato que nos hacemos de nosotros mismos” (Rosa Montero)

Mariángeles Sanz

sanzm897@yahoo.com

La puesta de Guillermina Schauman, de ella es la adaptación y la dirección, se introduce en las textualidades del narrador, Humberto Costantini y bucea en las emociones que su lectura provoca, para construir en escena con los personajes, figuras armadas con palabras, seres de carne y hueso que nos llegan a conmover, a emocionar con relatos que narran sus microcosmos, sus vidas pequeñas, cargadas de frustración pero que aún conservan la frescura de la inocencia, la de gozar de los pequeños momentos.

En una escena separada en tres espacios, con música en escena, que no sólo acompaña, sino que va tejiendo la urdimbre de los relatos, bordando con su ritmo, su intensidad, sus tonalidades, los momentos, las historias, y las memorias de los tres seres que necesitan de esa narración para continuar la vida, para sentirse en los otros. Cada uno de ellos, guardan el recuerdo de un o una compañera de ruta, con la que pueden dialogar, aún en el silencio de la soledad de una noche en una estación, en un bar, o entre los durmientes de una vía que provoca a los doce años la adrenalina del riesgo, el miedo del desafío de a dos.

Una mujer que ha perdido su hogar y que se encuentra con un par en sus mismas condiciones, un hombre que vive una vez más en el relato la aventura con su amigo Ernesto a los 12 años, y un hombre feliz de sus creaciones, las que le permiten sobrevivir en un momento de su vida donde todo parece perdido y encuentra en la compañía de un viejo, el viejo Tomás, la oportunidad de encontrar un camino, son la textura dramática que proceden de los cuentos de Costantini: “La visita”, “El cielo entre los durmientes”, “El 42 y las lentejuelas” y un fragmento final de “Aquí llamando”. La intensidad del discurso narrativo toma fuerza y consistencia en los cuerpos en escena, que van constituyendo ante nuestros ojos una carnadura que nos incita a la emoción; y lo logran a partir de muy buenas actuaciones, capaces de llegar al corazón de sus personajes, desde el decir de su voz y su pregnancia, en el medio de una escenografía entre realista y simbólica, ya que con pocos elementos construye el verosímil donde se desarrollan las acciones.

En los textos, Costantini lleva hacia los límites a sus criaturas, las vías de un tren, una estación, el bar, lugares de tránsito, que son la metáfora de la vida misma, un viaje entre momentos, azarosos, que nunca sabremos que nos deparan, pero que si bien nos pueden producir vértigo, como el que sienten los dos amigos entre los durmientes, también nos ofrecen un mundo de posibilidades, una salida diferente a la monotonía de lo cotidiano. La puesta nos brinda una muy buena versión teatral de textualidades narrativas de intensa escritura, como son los cuentos de Costantini y su universo de seres pequeños que a la vez guardan en sí materia prima de interés para la literatura, gracias a la belleza de las palabras.

Ficha técnica: “Entre durmientes” sobre textos de Humberto Costantini, adaptación y dirección: Guillermina Schauman. Música original: María D’Adamo y Matías Bulgarelli. Intérpretes: Mucio Manchini, Catherine Biquard, Marcelo Sein, María D’Adamo, Matías Bulgarelli. Diseño de iluminación: Francisco Varela. Diseño de escenografía: Guillermina Schauman. Realización de escenografía: Norma Kichy Gatti. Prensa: Andrea Feiguin. Teatro Anfitrión. Duración: 70 minutos.

«32 Semanas» de Pedro Gundesen

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32 Semanas de

Pedro Gundesen

Todo lo que le pedimos fue pensado en la antigüedad, y estamos repitiendo comportamientos del pasado. El amor que conocemos es una organización política, social y económica. Apunta a crear familias, que son unidades de consumo, no a completarnos y hacernos felices. Por eso hay que romper con esas ideas que controlan nuestras vidas. (Bimbo)

Mariángeles Sanz

sanzm897@yahoo.com

“32 Semanas” de Pedro Gundesen es una comedia que con humor expone temas como la soledad, el deseo, el individualismo  y sobre todo la hipocresía social, amparada en la tradición que envuelven los grandes conceptos: la religión, Dios, el amor, y la sexualidad como reproducción. Temas tratados con liviandad. Majo busca a través de la maternidad cerrar el vacío que su vida, en apariencia exitosa, atraviesa; Rita es su mucama, y vive en una mentira que la envuelve, y que además le hará atravesar la maternidad; la madre de Majo, que será sólo una voz en off, cierra el triángulo femenino.

La maternidad como objetivo deseado y buscado por Majo, es un accidente en Rita y ha sido una carga en su madre, que no obedece al estereotipo de la madre contenedora y cariñosa, que tenemos dentro del imaginario social. La obra propone un universo donde lo esperado se quiebra ante la realidad de un presente que ofrece otro abanico de posibilidades. Pero siento que la puesta se queda a mitad de camino.

Dentro de un espacio escénico con una escenografía, de colores vivos y buena iluminación, que presenta dos pantallas, a izquierda y derecha y que está dividido en diferentes locus: el living de la casa, el templo evangélico y el café, todo de  forma minimalista, los personajes desarrollan las acciones con más o menos acierto. La puesta no presenta una fluidez necesaria para que no se produzcan baches entre una secuencia y otra, y las actuaciones donde se destaca Juli Bartolomé, no encontraron todavía la presencia necesaria; posiblemente al trabajo le faltara aún un tiempo más antes del estreno, o la dirección de Pablo D’Elia no encontró el tono necesario, a pesar de las risas, que algunas de las situaciones, provocaban en el espectador. Un tiempo que se diluye entre las 32 semanas del embarazo de Rita.

La presencia de la actriz, comediante y conductora de radio María Virginia Godoy, Bimbo, rompe con el estereotipo de belleza que tanto daño nos hace a todas las mujeres, pero su personaje no está lo suficientemente desarrollado, cuando representa un presente donde la autodeterminación de la mujer sobre su cuerpo y su rol están en el centro de la discusión. El texto la presenta como una individualista que sólo quiere cumplir su deseo, cheta o tilinga, dependiente del amor de una madre que la ignora, preocupada sobre todo por la salud de su alfombra, ciega ante la situación de los demás, cuando su imagen es como un ícono de lo que una mujer consciente de sí misma, que tiene muy claras sus convicciones expresa con su presencia en escena.

La obra entonces, premiada por Argentores, no logra cautivar en escena totalmente, tal vez con el correr de las puestas, las piezas se ajusten al mecanismo de reloj que necesita.

Hemeroteca:

Sersale, Ornella, 2019. «A la gente le explota la cabeza cuando escucha a una gorda hablando de veganismo» en Infobae, 28 de setiembre.

Ficha técnica: “32 semanas” de Pedro Gundesen. Elenco: Bimbo, Emiliano Carrazzone, Nelson Rueda, Juli Bartolomé. Diseño de escenografía: Jorgelina Herrero Pons. Diseño de vestuario: Daniela Dearti. Diseño de iluminación: Luchas Orchessi. Diseño sonoro y Música: Francesco Piubel. Diseño gráfico: Roy Cifre. Dirección: Pablo D’Elia. Video arte y Mapping: Romina Giselle Asat / Roy Cifre. Cámara: Camila Asat. Fotografía: Fiorella Romay. Realización de escenografía: Lara Risatti. Realización de Vestuario: Tití Suárez. Asistencia de dirección: Romina Gisella Asat / Eliana Barrios. Producción: Gundesen /D’Elía. Duración: 90 minutos.