El empapelado amarillo de Charlotte Perkins Gilman
Blanco y rosa sobre amarillo, una metáfora de la condición femenina
Azucena Ester Joffe, María de los Ángeles Sanz
La mujer, su condición y su condicionamiento social, la sensación de estar prisionera de los mandatos sociales, es lo que describe con puntillosidad la escritura de la poeta norteamericana en un cuento casi autobiográfico, El empapelado amarillo. Escrito en un momento de depresión profunda post-parto, el mismo relata una subjetividad que ve su propia tristeza y la tortura de la complejidad de sus sentimientos, en los arabescos intrincados de un viejo empapelado de pared, donde predomina un color que la aterra y la disgusta1. Es una pieza que si bien tiene más de cien años de creación, lo que en ella se presenta no deja de tener una actualidad alarmante. El lugar que la mujer ocupa dentro del campo social, como actor dentro de las variables de la sociedad, tiene a pesar de los diferentes maquillajes con que se nos presenta su presencia hoy día. Si escarbamos un poco, como hacía la protagonista de la historia cuando rasgaba el empapelado, encontramos inquietantes puntos de contacto. Los discursos que involucran al sujeto femenino y parecen autorizados en definirlos y tratarlos son puestos en abismo por su escritura, y expuestos con ojos críticos entonces como ahora. La dirección elige poner en el centro de la escena al sujeto que sufre y reflexiona, pero dándole desde la imagen un protagonismo mayor al artefacto escénico, de muy interesante construcción. Sola frente a él, necesita desentrañar el misterio de la telaraña del papel y de su propio complejo pensamiento. Como se siente, tiene que ver con la búsqueda en el dibujo de su propia historia, las idas y vueltas donde el dolor y la angustia son el centro que se expande a todo su cuerpo. La movilidad que presenta la escenografía, un dispositivo con dos grandes ruedas que hacen posible los giros en escena, le permite a la actriz desplazarse sobre la pared empapelada, reptar, esconderse, agrandar y empequeñecer su figura ayudada por el muy buen trabajo de la iluminación. Esta perfecta combinación junto a las proyecciones, que por su complejidad necesitó de un especial soporte técnico, logran el protagonismo del “empapelado” con un fuerte rol dramático. Único partenaire durante sus largos días llenos de silencio y en sus noches de vigilia. La interesante propuesta multimedia crea ese universo femenino, íntimo y doliente, en una cotidianidad inerte. El vestuario, la rosa pollera con corsé y la blusa blanca abotonada hasta la garganta, nos ubica temporalmente, pero con inteligencia ese ropaje va cayendo a lo largo de la intriga, para dejarla en una ropa que podría ser tomada como folk en la actualidad. El sujeto que habla, en ese soliloquio descubre y rasga el papel de la pared, y el que ella representa para los ojos de los otros, mirada que trata de alejar para en perspectiva ser capaz de salir desde allí del encierro que se le propone. Necesidad de una forma de sentir propia, alejada del común denominador, de búsqueda de una libertad que se impone sobre el mandato: madre y esposa. Libertad que encuentra en la palabra prohibida, y en el acto de la escritura, un pecado que las mujeres siempre hemos pagado con duras penitencias. Leer y escribir, fuera de nuestro imaginario, conquista que se hace por sobre las leyes patriarcales, y como una paradoja a partir de ellas mismas. Búsqueda de una forma que nos diferencia y que resulte distinta a la interpretación de una normalidad sospechosa. Las potentes imágenes visuales se complementan con la música original que termina por cerrar esta particular narrativa que habita el espacio escénico.
Ficha técnica: El empapelado amarillo de Charlotte Perkins Gilman. Idea, adaptación y dirección: Sebastián Kalt. Intérprete: Alexia Moyano. Escenografía: Ariel Vaccaro. Diseño y realización de proyecciones: Juan Pedro Yelpo. Técnico de visuales: Ariel Silvestre. Iluminación: Alejandro Le Roux. Vestuario: Paola Delgado. Música: Cecilia Castro y Sam Nacht. Prensa: VarasOtero. Asistente de dirección: Julián Cnochaert. Producción general: Melisa Santoro. El Cultural San Martín: sala Alberdi. Estreno: marzo del 2017. Duración: 80′.
1 Aunque «El empapelado amarillo» no era su obra primera o la más larga, este cuento es sin duda su obra más famosa. La escribió el 6 y 7 de junio de 1890 en su casa de Pasadena, y fue impresa un año y medio después en el número de enero de 1892 de The New England Magazine. Desde su edición original, ha sido incluida en numerosas colecciones de literatura femenina, literatura estadounidense y libros de texto. La historia trata una mujer que sufre enfermedad mental después de estar dos meses atrapada dentro de casa mirando al mismo repugnante empapelado amarillo. Gilman escribió esta historia para cambiar la opinión de la gente sobre el papel de la mujer en la sociedad, ilustrando cómo la falta de autonomía de las mujeres iba en detrimento de su salud mental, emocional e incluso física. La narradora de la historia debe hacer lo que su esposo y su doctor le exigen, aunque el tratamiento que prescriben contrasta directamente con lo que ella de verdad necesita: estimulación mental, y la libertad de escapar a la monotonía de la habitación en la que se encuentra confinada. «El empapelado amarillo» era esencialmente una respuesta al médico que había intentado curarla de su depresión a través de una «cura de descanso», el doctor S. Weir Mitchell, y ella le envió una copia de la historia.(Wikipedia)