Archivos Mensuales: agosto 2022

«Confesiones de un escritor» de Juano Villafañe. Homenaje a Haroldo Conti

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“Confesiones de un escritor” Homenaje a Haroldo Conti de

Juano Villafañe

Hic meus locus pugnare est hinc non me removebunt (“Este es mi lugar de combate, y de aquí no me moveré”)

“La vida de un hombre es un miserable borrador, un puñadito de tristezas que cabe en unas cuantas líneas. Pero a veces, así como hay años enteros de una larga y espesa oscuridad, un minuto de la vida de un hombre es una luz deslumbrante.” (Haroldo Conti)

Mariángeles Sanz

sanzm897@yahoo.com

La enamorada terquedad de la cita en latín que colocó frente a su escritorio antes de que lo secuestraran, no es sólo una declaración de principios, sino la elección del personaje que en la literatura de su vida él quería encarar. Porque hay en la textura de las palabras de Haroldo Conti, en su escritura, una densidad de vida en movimiento, el mismo que las aguas del río imprimían en él. Juano Villafañe en su homenaje al escritor, logra construir ese clima envolvente de las palabras, como si su pasión, la de Conti y la de Villafañe se hubieran sintetizado en un relato que abarca una trayectoria, una memoria que no cesa, a pesar de sus verdugos. El relato comienza en Chacabuco, y cesa en el Tigre, pero de todas maneras sabemos que no hay olvido ni perdón. Con música en escena, un escritorio, una escalera, los personajes, van dibujando en el aire no sólo una historia, sino una paleta de sensaciones, que van de la escena a la platea, en un ir y venir, que la presencia de Gustavo Pardi maneja muy bien.

El texto es excelente, y las actuaciones también lo son, en la dialéctica de un triángulo de amor y admiración con las dos mujeres. La elección de la estructura confesional le da a la puesta una intimidad que nos recrea la posibilidad de volver a sentir al escritor más cercano, próximo a un universo compartido que necesita todavía que su literatura nos abarque. Esa literatura que la dictadura cívico – militar clausuró con su muerte, y dejó inconclusa en el cuento que quedó en su máquina de escribir, “A la diestra”. Así comienza la puesta, con la pregunta de que es a la diestra. Del adentro al afuera, los ecos de la época entran en acción a partir de voces grabadas, incluso la del propio Conti. Y nos llevan en un viaje al pasado, a recordar por qué su voz sigue en nuestra memoria.

La pieza se desliza sobre un relato cargado de vida, aunque sea un homenaje para recordarlo por su injusta muerte; donde la risa y el festejo están presentes. La copa de vino que interrumpe la jornada y se comparte, con sus mujeres, con el músico,  hoy diríamos un break necesario para continuar la fiesta que es vivir y hacer aquello que creemos nos toca como destino. Porque confiesa el autor, de la mano del poeta, la vida en la literatura, es su misión, rescatar las vidas comunes que pueblan sus recuerdos, y hacerlos entrar en ese otro mundo de la creación para la eternidad. La dirección de Manuel Santos Iñurrieta logra los climas, los tonos que nos acerquen al deseo de Haroldo Conti, dándole a la escritura de Villafañe que da vida a su personaje, el tempo justo para que su presencia no sea recuerdo ni memoria, sino presente único y real entre las cuatro paredes de una sala de teatro. La puesta nos muestra al escritor enamorado de su trabajo, pero sobre todo enamorado de la vida que le dio los materiales indispensables para que la ardua labor de la escritura le fuera posible. “Aún haciendo belleza, podemos hacer una literatura política”. Literatura y compromiso, marcas de una época jugada para los intelectuales, que sentían la necesidad de escribir y a la vez estar presentes en su tiempo.

Ficha técnica: “Confesiones de un escritor” de Juano Villafañe, homenaje a Haroldo Conti. Actúan: Gustavo Pardi, Gabriela Perera, Diana Kamen. Asistencia de dirección: Marina García. Asistencia técnica: Rodrigo Isequilla. Diseño de iluminación: Horacio Novelle. Diseño de vestuario: Alicia Gumá. Diseño de escenografía: Diego Maroevic. Producción ejecutiva: Juan Gabriel Yacar. Fotografía: Gisela Romio. Prensa: Daniel Franco. Com visual: Claudio Medin. Sala Solidaridad; Centro Cultural de la Cooperación.

«María e Isabel (una tragedia Isabelina) de Roberto Perinelli

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“María e Isabel” (Una tragedia Isabelina) de

Roberto Perinelli

Las lecciones de la historia desde una puesta bizarra.

Mariángeles Sanz

sanzm897@yahoo.com

La Historia es un libro inagotable de enseñanza, no simplemente la que aparece en los textos académicos, sino la que se construye entre todos desde la cultura, en el extenso concepto de la palabra. El teatro ha sido desde siempre, una fuente inagotable de historia, y más, ya que le cabe la posibilidad de enfrentar en diálogos imposibles a los personajes que fueren, para que ésta hable desde una polifonía de voces. Es lo que hace Roberto Perinelli en su última entrega dramatúrgica, “María e Isabel”, pero lo hace en dos sentidos, aparentemente irreconciliables. A través de diálogos que apelan a la información, a un pasado inamovible, todo pasado lo es, y por otra parte en la concreción de un encuentro, que nunca existió, pero que guarda en sí, todo el encono por el ejercicio del poder, que puede existir entre dos personajes, medias hermanas, que deberían haber tenido, si la ambición no hubiera metido la cola, tal vez, otro destino.

Es así, que construidas desde la parodia, -dos actores enfundados en vestidos ostentosos y enormes son ambas reinas-, con un alto nivel de ironía, y acompañadas por otros dos personajes, que pertenecen a la clase campesina, y que desde el humor, parecen disfrutar de la contienda de ambas damas, sin entender, que de esa confrontación nacerá su futuro. Perinelli, nos trae el pasado a la escena, para que podamos, si podemos entender el presente. Varios tics son arrojados al azar de las palabras en el medio del discurso: yegua!!, o la acusación de victorias pasadas en la Estuardo, la ideología encubierta en creencia religiosa, y el triunfo de la reina virgen, que nunca se casó, pero que la historia tiene el registro de sus aventuras. En el medio, el mundo, que se divide en imperios que se reparten entre bastidores el planeta, sin que los habitantes del mismo, sepan con certeza, a qué atenerse. Isabel, además aparece como un profeta privilegiado, cuando les advierte a sus súbditos que disfruten de su trabajo hasta la llegada de la Revolución Industrial. Al igual que nosotros,  nos creíamos en un mundo estable hasta el desarrollo tecnológico, que como a los campesinos nos desplazará del imaginario conocido.

Las actuaciones de Nacho Vavassori como María; de Juan Carrasco como Isabel I;  de Lucas Avigliano como Paul y Tomás Daumas como John, de la mano de Guillermo Ghio, son impecables. Paul y John y la música en escena, son una mención a aquellos músicos que desde lo plebeyo, siglos después otra Isabel los convertiría en lores. El vestuario es lo extravagante que los personajes necesitan, el espacio es la campiña inglesa, simbólicamente construida, y el elemento shakesperiano, más allá de su mención, y su comparación con Marlowe,  está en esa bolsa que guarda la cabeza cortada, en los personajes trasvestidos, y el nivel escatológico del lenguaje. Una puesta bizarra, distinta a las que el dramaturgo nos tiene acostumbrados, pero que guarda en una simplicidad aparente, la complejidad de un presente que se parece bastante al pasado.

Ficha técnica: “María e Isabel” (Una tragedia isabelina) de Roberto Perinelli. Actúan: Nacho Vavassori, Juan Carrasco, Lucas Avigliano, Tomás Daumas. Espacio escénico: Guillermo Ghio. Diseño de vestuario: Pheonia Veloz. Producción de vestuario: Camila Ivaldi. Realización de vestuario: Pablo Figueroa. Realización de calzado y bolso: Verónica Kovar. Banda sonora: Miguel Ruhr. Ambientación de prendas y elementos: Alejandra Ferreyra. Fotografía y diseño de luces: Tamara Josefina Turczyn. Caracterización: Rosa Rivoira. Operación de luces: Diego Becker. Diseño gráfico: Juan Carrasco. Carpintería: Sebastián G. Buckmayer. Asistencia de producción y dirección: Claudio de Santibañez. Prensa: Carolina Alfonso. Dirección: Guillermo Ghio. Teatro del Pueblo.

«En que piensan las chicas pobres» Sobre cuentos Émile Zola

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“En que piensan las chicas pobres”

Sobre cuentos de Émile Zola

Entre patinar sobre la nieve o morir en ella

Mariángeles Sanz

sanzm897@yahoo.com

La transposición de la literatura a la escena, es un trabajo que requiere una mirada profunda para dejar de lado lo que adorna la prosa y extraer las imágenes de fuerte tensión dramática, aquello que da cuenta de la contradicciones de una sociedad, para construir desde el cuerpo de las actrices un universo tejido con palabras, que debe devolvernos en acciones, lo que el silencio de la escritura crea en soledad. Sobre todo cuando de naturalismo hablamos.

Esa construcción es la que logran Luciano Suardi como director, y Julia Funari y Mercedes Fraile, como las actrices, encargadas de ponerle cuerpo y pasión, a los personajes descriptos por el autor francés, iniciador del naturalismo, Émile Zola, en una puesta minimalista en cuanto a escenografía pero rica en la ilusión que el trabajo actoral de ambas consigue instalar en la sala, para que veamos lo que no está, y sintamos lo que se nos dice. Para sufrir con el hambre, la enfermedad y la muerte de los vulnerables e ignorados, por aquellos que lo tienen todo, y viven como si el mundo fuera una estancia propia, una propiedad segura donde su generosidad los lleva a dejar que los otros respiren, solo respiren, sin aspirar a más, y siempre a favor de ellos; y enojarnos con esa situación de despojamiento injusto y cruel. Tan cierto hace más de cien años, como en el día a día que nos toca vivir.

En una puesta en abismo, dos actrices juegan con los textos de Zola, eligen los textos, se entusiasman con unos y otros, y buscan sobre todo dejar en claro la contradicciones sociales. La Europa del siglo XIX, Francia, queda expuesta en su esplendor y en su miseria a través de sus interpretaciones. Con un vestuario también de humilde confección, nos dejan ver los harapos de las chicas pobres y las sedas de la marquesa. Un mundo que choca en sus opuestos, un mundo oscuro y deprimido que sin embargo, sostiene con sus carencias la opulencia del que brilla en los salones, con todo su poder. ¿Cómo lo hacen?, a través de una teatralidad estudiada, que parece natural en el escenario, que fluye sin fisuras; una clase magistral de teatro. Muy interesante la iluminación de Ricardo Sica, que va siguiendo sus desplazamientos, y creando atmósferas y lugares.

La imagen final de ambas, tratando de quitarse el cansancio del día con el lavado de gato en una palangana, resume el sentido completo de lo visto por el espectador, reforzando las palabras de Zola, y el punto de vista del director y sus actrices. Una puesta para disfrutar como un caramelo amargo, y para pensar al salir del teatro en nuestro alrededor, porque las chicas pobres siguen pensando porque a ellas no se les quita el hambre, nunca.

Ficha técnica: “En que piensan las chicas pobres” sobre cuentos de Émile Zola. Actúan: Julia Funari, Mercedes Fraile. Diseño de luces: Ricardo Sica. Diseño gráfico: Gustavo Reverdito. Asistencia de dirección: Celina Yañez. Dramaturgia y Dirección: Luciano Suardi. Teatro: Andamio 90.

«Inocente Colectivo» de Dani Tazzoli

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“Inocente Colectivo” de

Dani Tazzoli

La necesaria productividad de Brecht

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“El que no conoce la verdad es simplemente un ignorante. Pero el que la conoce y llama mentira, ¡ése es un criminal! (B. Brecht.

Mariángeles Sanz

sanzm897@yahoo.com

Una mujer entre la multitud espera, lleva una cacerola y un palo, de pronto se levanta y golpea la puerta con desesperación, luego sabremos que es la puerta de una comisaría. Un hombre la ayuda, cuando la puerta se abre cree que la gente allí reunida lo protege, pero la policía como a la mujer lo lleva detenido, y a todos nosotros el colectivo aparentemente inocente también. Desde ese lugar de la performance la puesta escrita y dirigida por Dani Tazzoli nos introduce en el callejón oscuro de la representación de una justicia que sólo se atreve con los vulnerables.

En una sucesión de cuadros, con una pantalla a fondo, que ya en el comienzo nos va ubicando en el papel que juegan los medios de comunicación, los personajes van desarrollando sus roles, y construyendo una dialéctica entre víctimas y victimarios. También  en seres testigos de la precariedad de quienes ejercen el poder concreto, la mano ejecutora de un poder real, invisible, que mantiene su orden a partir del “trabajo” de sus subordinados. ¿De dónde provienen los portadores de las herramientas de la ley? Del mismo barro que los cuerpos en los que vuelcan su frustración, su ambición y su odio. Pobres contra pobres, por un centímetro de autoestima, o por la posibilidad concreta de un negociado.

De la violencia sobre los detenidos, en este caso la hija de la mujer que espera con un silencio atronador, detenida en una marcha feminista, tras un operativo que recordamos tristemente, pasamos a la que sus compañeros varones ejercen sobre su compañera femenina, que debe barrer las oficinas de los oficiales, o soportar sus avances sexuales. La pieza nos va llevando a entender cómo se pueden crear pruebas inexistentes, borrar las que estorban, y asistir a programas,  que son previamente consensuados para demostrar la inocencia de los culpables, y poner en duda la del inocente. Cuando la obra termina nos queda a todos el sabor amargo de la soledad de la madre que representa a tantas otras, que deben soportar su dolor ante el desprecio de todos, y del silencio cómplice de quienes pueden en cualquier momento, ser la nueva pieza del rompecabezas de una justicia que no existe.

Como todo teatro épico, la puesta para lograr el alivio necesario y el distanciamiento requerido, hace uso del humor, sobre todo en el cuadro del programa televisivo, donde la dialéctica de clases se hace más evidente, y la perfidia de los medios también. La dirección nos introduce en el espacio escénico más de una vez, rompiendo la cuarta pared, cuando se dirigen para que votemos o cuando a pedido de la conductora los encargados de la ley, le entregan sus armas al público asistente: “Porque este programa está en contra de la violencia».  Queda claro que violencia es una palabra que abarca mucho más que un golpe o un insulto. La mentira, la falta de justicia, la indiferencia hacia el dolor de quien la reclama, son actos de violencia que llevan a quienes la sufren a la desesperación. Del silencio al grito desesperado hay un camino de violencia.

La puesta termina, las actrices y los actores, después de su talentoso desempeño, vuelven de sus personajes, pero en la pantalla podemos leer la información que la Correpi ha proporcionado al grupo, para afirmar que si bien asistimos a un acto de teatralidad, lo real concreto está ahí, en estadísticas vergonzosas, que deberíamos conocer todos, pero que los medios casi en su totalidad ocultan. Al presente se suma entonces, la oscura realidad, y la finalidad de denuncia de un género teatral que nace como teatro político.

Ficha técnica: “Inocente Colectivo” de Dani Tazzoli. Actúan: Flor García, Dani Tazzoli, Pilar Álvarez García, Tomás Raskin, Rodrigo Arostegui, Lola Montiel, Morizze Borzone Müller, Raúl Gómez, Emiliano Sánchez. Asistencia Técnica: Emiliano Sánchez. Imagen y Sonido: Emiliano Sánchez, Joaquín Álvarez. Diseño gráfico: Morizze Borzone Müller. Tema musical: “Inocente Colectivo” de Beru Martorelli, Zoe Tazzoli. Asistencia de dirección: Lola Montiel, Rodrigo Arostegui. Dirección: Dani Tazzoli. Espacio Teatral: La Maza. Duración: 90 minutos.

«Cartón Pintado» de Victoria Hladilo

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“Cartón Pintado” de

Victoria Hladilo

“No pasa por lo que se dice, pasa por lo que les ocurre a quienes lo dicen” (Victoria Hladio)

Mariángeles Sanz

sanzm897@yahoo.com

Un espacio habitado por  maniquíes, (uno masculino) y cajas de cartón, la trastienda de una boutique, y tres mujeres que manejan sus cuerpos para el afuera como si fueran también muñecas o marionetas, pero que cuando se sacan la peluca / máscara nos muestran a partir de diálogos certeros y desopilantes a la vez, el sentir de mujeres de 40; target que acusan los personajes. Tres estereotipos, que se construyen desde la posición del cuerpo maquetado, la reiteración de la gestualidad, de frases hechas, y de situaciones comunes, que  producen la hilaridad de un humor que permite reírnos de nosotras mismas, al mismo tiempo que nos da la oportunidad de reconocernos. Miriam, la soltera, orgullosa de estarlo, Belén la que hace mucho está casada con hijos, y Raquel, la que aspira a tener una familia, pero acaba de sufrir un desencanto amoroso. En el revés de la trama, la figura masculina es esta vez el objeto de deseo, representado en el cuerpo inerte del muñeco vestido de hombre y en el fantasma del amante de Raquel, que amenaza con volver, luego de varios días de ausencia y silencio.

 Ellas por otra parte, guardan la simetría de vestuario en color rosa, pollerita corta, zapatillas, y unas pelucas de largo cabello rubio, que nos recuerda a las famosas muñecas.  Imagen de como son vistas las mujeres en el afuera,  de cartón pintado, mientras en el espacio íntimo de la sororidad femenina, ante el despojo de la peluca, nos muestran sus preocupaciones, sus debilidades y sus fortalezas: la maternidad, el amor, la soledad, la autonomía, el dinero, -el negocio no anda bien- el tiempo que transcurre sin pausa y les recuerda su reloj biológico, el ser y el parecer, en una sociedad que las identifica con el mandato patriarcal en el rostro de una madre, que sin estar la persigue con su dedo acusador. Las escenas se suceden, se reiteran o se teatralizan en una estructura que mixtura procedimientos, como el gesto cinematográfico al filmar, que se simula con las manos: silencio, cámara, acción. La dramaturga hace verbalizar a sus tres personajes, ella es uno de ellos, sus miedos, y sus sueños, en diálogos donde pasamos de la ingenuidad de Raquel y el sueño de la maternidad perfecta, a la verdad de Belén, y la relación compleja entre madre, hijos y deseos propios, a la ironía de Miriam y su risa sarcástica ante los dichos de sus amigas.

Entre Susanitas y Mafaldas, las tres quieren una vida donde se reconozcan como personas concretas, con derecho a vivir de acuerdo a un imaginario propio, no adquirido en una tienda de liquidaciones, o en categorías no escritas pero que son grabadas a fuego desde la infancia. Las tres quieren ser ellas mismas, entre las cajas y los maniquíes, personas de carne y hueso, y deseo. Sus muy buenos trabajos nos hacen reír  y pensar. Victoria Hladilo que es actriz, dramaturga y directora tiene en su haber varios piezas teatrales donde indaga en el universo femenino y su relación con los roles que las mujeres desempeñan: “La sala roja” (2012), “La culpa de nada” (2016), “La casa de las Palomas” (2019), “Cartón pintado” es su última pieza, estrenada en 2021, donde abandona los procedimientos realistas para ofrecernos una puesta, donde el cuerpo adquiere otras especificidades, y desde su actuación de marioneta nos habla de cómo la femineidad es manipulada, aún hoy, por los ecos del “deber ser”.

Hemeroteca: Entrevista a Victoria Hladio, para el blog “La ventana cultural”

Ficha técnica: “Cartón Pintado” de Victoria Hladilo. Actúan: Julieta Petruchi, Mercedes Quinteros, Victoria Hladilo. Voz en off: Mike Amigorena. Diseño de iluminación: Alfonsina Stivelman. Diseño de escenografía: Celeste Echeverría y Las cartón pintado. Realizaciones: Mariana Paz. Diseño gráfico: Pablo Murphy Figueroa y Lula Echeverría. Fotografía: Luis Abadi y Soledad Aznarez. Asistencia de dirección: Julieta Dalla Bella y Kimberly Claro. Colaboración en dirección: Verónica Mc Loughlin. Dirección: Victoria Hladilo. El Camarín de las Musas. Duración: 55 minutos.

«Remedios, una mujer sin patria» de Adriana Tursi

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Remedios, una mujer sin patria de

Adriana Tursi

Ella era diferente, inevitable, inefable. A veces tan tierna, tan cálida, tan niña. A veces tan fría, tan distante, tan mujer. Era ella, sencillamente ella. (Mario Benedetti)

Mariángeles Sanz

sanzm897@yahoo.com

Adriana Tursi presenta una textualidad donde la figura de la esposa del general San Martín, deja de ser la políticamente correcta para construir una subjetividad que en primera persona nos narra los sucedidos desde su perspectiva de mujer – niña, ante los avatares de la historia en los que su tiempo la envuelven. La construcción de Tursi la ubica en el momento en que vuelve a Buenos Aires, terminalmente enferma, con su madre y su niña, Merceditas. En un gesto de despojamiento, cada prenda que cae, es una Remedios que devela circunstancias, esas que la historia oficial siempre nos negó, aunque entre pasillos, y entrelíneas, los rumores rondaban su recuerdo.

Desde la perspectiva de género, la contrafigura, el General, es visto también desde una subjetividad desgarrada, y a la vez representando el patriarcado, cuando le hace prometer, solo a ella, la noche de bodas, tres cosas: austeridad, fidelidad, y solidaridad con la causa. El fantasma de San Martín que aparece en el dibujo de las palabras de la dramaturga, no es el héroe del cruce de los Andes, sino un profesional preocupado por sus tareas castrenses, despreocupado por sus deberes maritales, y que tiene además como muchos de los hombres de su época, casa grande y casa chica. La diferencia de edades que hoy nos impresiona, no era sin embargo nada más que una costumbre en su tiempo, avalado por unos y por otros. Por eso, el punto de vista pasa por la diferencia de vida y objetivos entre ambos.

El espacio, en capas, como la ropa de Remedios, va también cayendo a medida que las acciones que la voz narra avanzan, y muestran un interior y un exterior construido desde la palabra y los sonidos en vivo de la escena. Mientras que el carro, vehículo de llegada y partida, se transforma funcionalmente en cama donde los amantes guardan su intimidad. La actuación de Antonia Bengoechea, es intensa, verosímil, en su composición de la mujer que aún guarda a la niña dentro de sí, a pesar de romper con lo establecido, la promesa hecha a su marido, y a la sociedad. Sus desplazamientos por el espacio escénico, su mirada profunda y brillante, sostienen un texto, que podría ser menos profuso al momento de la transposición de la palabra a la puesta. De su voz, aparecen el marido, el diablo: su amante, sus criadas, las comadres de las tertulias, el médico, su madre, y su hija, obligándola a un ritmo, que no le permite la densidad de un silencio, cargado de significado.

Adriana Tursi, es una dramaturga que se caracteriza por indagar en las mujeres de nuestra historia, las olvidadas de siempre, o las recordadas como en este caso, por un relato lavado, mentiroso. Remedios Escalada queda en él cristalizada en un cuadro, el de la esposa de San Martín, en la que borda junto a las mujeres cuyanas la bandera del cruce de los Andes, pero sin subjetividad, sin deseo propio, sin pasado y sin futuro. La puesta la rescata de ese anonimato, para que veamos la mujer que existe a pesar del protagonismo de su esposo.

Ficha técnica: “Remedios, una mujer sin patria” de Adriana Tursi. Actúa: Antonia Bengoechea. Diseño de vestuario: Guadalupe Borrajo. Diseño de escenografía: Nicolás Pol. Diseño sonoro: Tomás Pol. Realización de vestuario: Analía Boto. Música original y en vivo: Tomás Pol. Diseño de iluminación: Ricardo Sica. Fotografía: Carlos Riobueno. Asistencia de dirección: Julieta Sorrentino. Producción: Felicitas Oliden. Coreografía: Diego Bros. Co- Producción: Ítaca Complejo Teatral. Dirección general: Corina Fiorillo. Duración: 60 minutos. Ítaca Complejo Teatral.

«1989» de Teodoro López

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“1989” de

Teodoro López

El año que lo cambió todo.

Mariángeles Sanz

sanzm897@yahoo.com

1989 es un año difícil no sólo para la Argentina, sino para un mundo que comienza a ser globalizado, y que a partir de la caída del muro de Berlín, se encontrara con un escenario diferente al de la guerra fría, escena mundial que dividió al planeta en dos. A partir de allí, y de la disolución de la Unión Soviética, un solo contendiente de esa guerra que parecía interminable, había, suponía el universo, ganado la partida. Hoy sabemos que nada es eterno, y que los viejos fantasmas amenazan los sueños y las vigilias de todos nosotros. Teodoro López, ubica su relato en ese año, cuando el gobierno de Alfonsín hacía agua por todos lados, sobre todo desde la economía, y las elecciones fueron adelantadas, para que un hombre proveniente de La Rioja, y del partido peronista, se hiciera cargo de la presidencia seis meses antes, Carlos Saúl Menem.

 Pero esta fecha no tiene en su relato sino un peso específico de anécdota, de paisaje, a pesar, de la música que sale de la radio de la cerrajería, los cortes de luz programados, de los comienzos de la importación sin límite, como el pequeño televisor – radio,  los saqueos y el cuadro del nuevo presidente. Porque la centralidad de las acciones se dirige hacia la subjetividad de los personajes, a un secreto muy bien guardado, aún para algunos de los integrantes de la familia. Un secreto, que será a la vez un legado, una forma de superar los problemas de la misma forma, y que convierte a la pieza en un thriller. Podríamos decir que Teodoro López apunta una vez más a establecer una relación entre la violencia de afuera y la que se desarrolla en el seno de las familias, guardianas de las tradiciones, aunque estas sean nefastas.

Todo se desarrolla en el espacio donde se trabaja, la cerrajería, un espacio bien construido desde la escenografía, prolijo, limpio en su presencia, con dos entradas una hacia el exterior, y otra hacia el interior del local. Allí convergen los hermanos, la cuñada, y el empleado, junto a una sexualidad reprimida, y a la traición provocada por relaciones amorosas equivocadas. Un mundo pequeño entre cuatro paredes, donde el sexo está siempre presente, porque es a veces utopía, y donde el machismo asume su máscara y la defiende. Las actuaciones son correctas, cada personaje tiene una presencia bien delimitada, y nos llevan por momentos a ese tiempo otro, en que veníamos de una democracia de débil constitución, y pasaríamos sin más, a un neoliberalismo atroz, que todavía nos atraviesa.

El mundo después de 1989 cambió, la Argentina también, y lo que fue no sería nunca más, salvo el cuerpo femenino, como trofeo, como objeto de lucha entre machos, que no pelean por él, sino que compiten entre ellos, excusa para otras controversias, otras envidias, otros problemas no resueltos, como entre el grupo de hermanos.

Ficha técnica: “1989” de Teodoro López. Actúan: Tobías Bearzotti, María Colloca, Emiliano Díaz, Germán Rodríguez, Gonzalo Ruiz. Voces en off: Irene Savariano y Milton Re. Escenografía: Manuel Escudero. Iluminación: Luciana Giacobbe. Vestuario: Sabrina López Hovhannessian. Diseño de sonido: Norman Macloughlin. Diseño gráfico: Daniela Tamashiro. Supervisión de dramaturgia: Leandro Airaldo. Prensa: Duche&Zarate. Asistencia de dirección: Teodoro López. Dirección: Leandro Airaldo. Teatro del Pueblo.

«Somos bomberos» de Francisco Lumerman

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“Somos bomberos” de

Francisco Lumerman

Todos los fuegos, el fuego.

Mariángeles Sanz

sanzm897@yahoo.com

Un espacio fundido en negro, sirenas y humo, un cuartel de bomberos que sufre un incendio, una paradoja, aquellos que deben luchar en apagar las llamas son las víctimas de la catástrofe, y todo es devastación a su alrededor. Un grupo de hombres que llevan con orgullo el oficio, somos bomberos, mientras ocultan sus miedos, sus debilidades, su hombría mal entendida, sus relaciones familiares frustradas. Y lo hacen a través de la broma fácil, sexual o no, a través del bulling al compañero más nuevo y joven, que debe pagar el derecho de piso ante los demás, y a través de la mirada sobre sí mismos como héroes de película.

Los aúna un trabajo, una decisión en sus vidas, salvar otras, y hacerlo por la satisfacción del deber cumplido. Pero eso les exige también un pacto de silencio hacia afuera, todo debe quedar entre las paredes, calcinadas o no, del departamento de bomberos, entre ellos, con la complicidad que les da el espíritu machista que los anima, y la seguridad de que no puede haber filtraciones de lo que allí sucede.

Maite Velo dirige la textualidad de Francisco Lumerman pasando la totalidad de la puesta, por el punto de vista del humor, sobre todo en los momentos que los hombres se enfrentan a la psicóloga que evaluará su comportamiento. Todo allí hace que desde la gestualidad y la corporalidad se transforme en bizarría, y la risa fluya en el espectador, como también fluye el tempo y la dinámica de los personajes, que se trasladan de un espacio a otro, -ya que este está dividido en tres-  sin dificultad. La escenografía de José Escobar, y su disposición espacial facilita los desplazamientos al mismo tiempo que nos ofrece el imaginario del cuartel en su intimidad. Muy bueno también el diseño y la realización de vestuario de Macarena García.

Como en un thriller, las acciones avanzan para develar el secreto, quién o qué produjo el incendio, allí en el centro mismo de la lucha contra él. Y al igual que en el género, la verdad saldrá a la luz con un final inesperado. Porque en esa cofradía masculina, la traición de la palabra que no debe ser pronunciada es un pecado mortal de castigo inusitado. Las muy buenas actuaciones, del grupo masculino, y el de las mujeres que ingresan por diferentes motivos a ese sitio sagrado, logran una dinámica sostenida, interesante, durante el tiempo narrativo de la puesta. Marcando con sus contradicciones, la dialéctica de género. El final toma sentido con la lectura del epígrafe que podemos ver en el flyer y que le pertenece a Gastón Bachelard: “Es sin duda de los más grandes milagros de la naturaleza que el fuego más violento pueda ser producido en un instante por la percusión de los cuerpos más fríos en apariencia”. (Psicología del fuego)

Ficha técnica: “”Somos bomberos” de Francisco Lumerman. Actúan: Daniel Begino, José Escobar, Lucila Kairuz, Vanina Montes, Juan Trzenko, Iván Vitale, Jonathan Yoffe, Juan Zuluaga. Diseño y realización de vestuario: Macarena García. Diseño y realización de espacio: José Escobar. Diseño de luces: Ricardo Sica. Puesta en movimiento: Luciana Monasterio. Música original: Juan Lucchesi. Fotografía: Julia Gel. Diseño gráfico: Pablo Ismael Carballo. Prensa: Adriana Yasky. Producción ejecutiva: Adriana Yasky. Asistencia de dirección: Melissa Zenobi. Dirección y puesta en escena: Maite Velo. Teatro: Andamio 90.

«Petit Hotel Chernobyl» de Andrés Binetti

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Petit Hotel Chernobyl de

Andrés Binetti

“Tenés que estrenar más” (A. Binetti)

Mariángeles Sanz

sanzm897@yahoo.com

En un espacio claustrofóbico, una habitación pequeña, con camas marineras y un colchón, una mesa y objetos dispersos por doquier, cuatro mujeres conviven en un momento de sus vidas donde la desesperanza, y el fracaso son una constante. Nada en ese lugar hace descansar la vista del desamparo que el paisaje interno de esa habitación nos ofrece. El ambiente es gris, sórdido, feo. Sin embargo, a pesar de todo, dos de ellas guardan un sentido a sus días: la entrenadora de tenis y la pupila, que sueñan con el triunfo, uno sólo aunque más no sea, para retirarse en el instante mínimo de la gloria. Mientras las otras dos, son una suicida en potencia, y una maestra despechada con sus alumnos, al verse expulsada de la escuela.

Cuatro seres desangelados, excelentemente interpretados por las actrices: Alejandra Oteiza, Silvia Villazur, Jowy Sztryk, Martina Zapico. Cada una de ellas imprime a su personaje una particularidad distintiva que resalta la construcción textual de Binetti sobre sus criaturas. Construcción que acompaña el vestuario, pero también la posición corporal, la gestualidad reiterada, los silencios, las ausencias, y una manera del decir que provoca en el espectador el desconcierto y la risa. Porque Binetti logra construir con pocos recursos un grotesco donde con ráfagas de pasado, y sin futuro, las mujeres viven un presente desolado,  donde sueñan con imposibles que las saquen de la demolición de sus vidas, y a los ojos del espectador esa conjunción tragicómica provoca la risa por el disparate. Una textualidad que crece en escena de la mano de la dirección y las actrices que mantienen la tensión hacia el final, sin fisuras.

Chernobyl es el triste nombre de la tragedia, cuyas secuelas siguen atormentado a sus víctimas en el cuerpo y el imaginario de su día a día. Esas cuatro almas atormentadas viven entre la tragedia anterior y un final inesperado; cada uno de sus gestos, de sus sueños desopilantes, de sus fracasos, son las secuelas de una explosión en sus vidas, que sólo conocemos apenas. Una existencia que sostienen a partir de la mascarada de no aceptar la realidad, de no hacerse cargo de su presente, de sostener una mentira. De todas ellas, la que guarda silencio, es la que lúcidamente ha dejado caer su máscara.

Ficha técnica: “Petit Hotel Chernobyl” de Andrés Binetti. Actúan: Alejandra Oteiza, Jowy Sztryk, Silvia Villazur, Martina Zapico. Vestuario: La costurera teatro. Escenografía: Vanessa Giraldo. Diseño gráfico: Nahuel Lamoglia. Asistencia: Luciana Sapia. Prensa: Duche&Zarate. Producción ejecutiva: Nicolás Manasseri Martina Zapico. Dirección: Nicolás Manasseri. Duración: 50 minutos. Ítaca Complejo Teatral.

«Juguete Arlterado» de Luis Sáez

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“Juguete Arlterado”  (Otra sucia historia de amor) de

Luis Sáez

“Una tristeza enorme pasó por mi vida. Más tarde recordaría siempre ese instante” (Roberto Arlt, El Juguete Rabioso)

Mariángeles Sanz

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Luis Sáez se introduce en el imaginario construido por Roberto Arlt, el de los submundos de seres desencantados, marginales, con una imperfección que los atraviesa en el cuerpo o en el alma, o en ambos a la vez, y construye una pieza dramática que retoma el final de “El juguete rabioso” para darle a la traición de Astier, un sentido diferente, más humano, menos aferrado a la búsqueda que Arlt trabajó desde la concepción de la maldad innata del hombre, y lo hace desde su antítesis, el amor. Porque Silvio traiciona por amor, en la firme convicción del machismo que atravesaba la época desde el tango, en la afirmación de que “si no es mía, no es de otro”.

En un espacio habitado por la neblina, un artefacto escénico funcional, que es entre secuencia y secuencia manipulado por los mismos actores, nos va llevando desde el sucucho del Rengo, a la cárcel, mientras la calle, y la casa del ingeniero la van construyendo los personajes desde la magia de la palabra. Un vestuario que nos ubica en el tiempo del relato, la década del 20 al 30; “El Juguete Rabioso” se editó en 1926, hace que la descripción de los hechos en las voces de sus protagonistas nos lleven a esos momentos en que la mirada aguda del escritor describía desde su desangelada percepción, seres y situaciones alejadas del sistema, por fuera de la ley, en los márgenes de una sociedad que ponía en el poder del dinero su deseo más intenso, su única fuente de placer. Época de inmigrantes, e hijos de inmigrantes, Arlt lo era, trabajadores, pero también de hombres feroces capaces de todo con la finalidad de hacerse “la América”. Falsificar dinero, pergeñar inventos imposibles, prostituir mujeres, delatar y vivir con la culpa por toda la vida.  “Aunque pasen mil años no podré olvidarme de la cara del Rengo” ¿Qué será de él? Dios lo sabe.” Desde esa afirmación, la culpa convierte a Silvio en un hombre que busca desesperadamente un perdón, en el texto del dramaturgo Sáez, porque su conciencia lo convierte en un personaje acuciado, oscuro, tan expresionista como fuera posible ser.

La textualidad de Luis Sáez deja escapar nombres propios como el del Astrólogo, personajes de otros trabajos del autor y los entreteje en su propia narrativa dramática, de manera que en el rompecabezas de las obras que constituyen la pieza, vayan adquiriendo una nueva significación. Las actuaciones de Omar Lopardo, y Jorge Taiana,  de la muy buena mano de la dirección de Femando Alegre, tienen una consistencia en su dialéctica rea, que nos traslada como “un cross a la mandíbula”, hacia ese mundo cargado de fracasos y sordidez. Brillantes trabajos, para componer a esos seres atribulados, por el deseo, la necesidad, la duda, el horror, el amor y la venganza.

Que el Teatro del Pueblo tenga esta pieza en su nutrida cartelera, que Roberto Arlt este en sus escenarios, revisionado, leído desde una mirada diferente y certera a la vez, no es una casualidad, sino una consecuencia de una trayectoria, la del propio Arlt y la de Luis Sáez. El primero porque se  inició como dramaturgo en el escenario del viejo Teatro del Pueblo fundado por Leónidas Barletta, el segundo porque varias de sus obras conocieron la relación con el público en sus salas. Nada es casual sino una sinfonía de circunstancias que hacen que como en la música, el teatro y la vida se reúnan siempre en una misma melodía.

Ficha técnica: “Juguete Arlterado” de Luis Sáez. Actúan: Omar Lopardo y Jorge Taiana. Vestuario y escenografía: Pablo Graziano. Música original: Manuel Pérez Vizan. Diseño de luces: Fernando Alegre. Diseño gráfico: Eduardo Grilli. Asistencia de dirección: Javier Moreira. Dirección y Puesta en escena: Fernando Alegre. Duración: 55 minutos. Teatro del Pueblo.