Archivos Mensuales: julio 2020

Calunga Andumba de las hermanas Platero

Estándar

Calunga andumba” de Susana y Carmen Platero

Brenda Boero

Todo comenzó con una familia tradicionalista, una historia latente y una intuición. La bisabuela de las hermanas Platero vino de África y se radicó con su familia en San Telmo, Buenos Aires. Luego, su abuelo Tomás Braulio Platero, logró vencer los prejuicios de la época, comenzó a estudiar y se graduó de escribano. Fue uno de los primeros profesionales afrodescendientes en la diáspora y un hombre muy importante en su tiempo; entre otras cosas, fue uno de los fundadores de la Unión Cívica Radical y presidente de la sociedad de socorros mutuos La Protectora, una sociedad benefactora que ayudaba a la comunidad afrodescendiente.

De ese abuelo transgresor, emprendedor y profesional, siguió creciendo la familia Platero, en la que el mandato para sus hijos era que todos debían formarse y tener una carrera universitaria. Aunque Carmen deseaba estudiar Psicología o Filosofía, en su casa le decían que esas profesiones solo le augurarían un futuro de hambre y la enviaron a la Facultad de Derecho de La Plata. Avanzó en la carrera hasta que terminó de darse cuenta que eso no era para ella y la abandonó, para inscribirse en la Escuela de Teatro de la Provincia de Buenos Aires. Su madre, aunque tradicionalista, la alentó en su deseo por estudiar actuación. En eso estaba cuando, en los 70, a su hermana Susana, que era una gran cantante, se le ocurrió comenzar a trabajar sobre la cultura afroargentina en el teatro.

Así fue como, mientras la mayoría de las expresiones artísticas afroargentinas pasaban por la música, ellas eligieron la dramaturgia para contar la historia de su comunidad y su cultura, esa que no aparecía en los libros y manuales escolares, y que en la actualidad continúa siendo poco difundida. Carmen y Susana presentaron varios espectáculos que tenían un solo objetivo: denunciar la discriminación, el racismo, la exclusión y el silencio que padecía su cultura.

Calunga Andumba es una pieza teatral escrita por las hermanas afroargentinas Susana y Carmen Platero en la década de los setenta. La obra original se basaba en un recorrido no cronológico por los “hitos” que han quedado marcados en la historia oficial relacionados con la esclavitud y la afrodescendencia en el país, cuya transmisión en el ámbito escolar los ha colocado como parte del marco social con que se construye la memoria y la ausencia afro del presente. Calunga es la diosa del mar, de origen bantú; Andumba una onomatopeya afrorrioplatense que incita al movimiento, otro desafío que se proponían las creadoras. La obra se estrenó en 1976, luego de dos años en los que Carmen y Susana Platero se dedicaran a investigar exhaustivamente y recopilar material sobre la cultura afro y la esclavitud Argentina.

Ellas se sumergieron en la historia y hallaron actas de venta y liberación de esclavos, averiguaron cómo era la esclavitud, cómo marcaban a los esclavos, dónde los remataban. Luego, montaron un espectáculo con diferentes cuadros y situaciones, con voz y canto, es decir, una historia contada y cantada de la negritud Argentina, desde la colonia hasta ese momento actual, que intercalaba una serie de documentos extraídos del Archivo General de la Nación, que se recitaban a lo largo de la obra. El uso de los documentos archivísticos le daba un gran peso de objetividad historicista a Calunga Andumba, logrando dotarla de credibilidad y legitimidad como narración histórica cierta.

La presencia afrodescendiente en Argentina ha sido históricamente invisibilizada. Se trata de un colectivo que llegó a nuestro país en el inicio mismo de la conquista española y que permaneció aquí de manera ininterrumpida. Esta obra contribuyó a generar nuevas memorias, subjetividades y posibilidades de subversión al sistema racial establecido, permitiendo repensar el pasado y el presente desde el arte.

La particularidad de presentarla en Buenos Aires reside en que la Argentina se suele considerar un país blanco europeo, en el que “no hay negros” porque éstos habrían “desaparecido”. La “desaparición afroargentina” forma parte del proceso de construcción estatal-nacional que se afianzó a fines del siglo XIX y que se sustentaba en la ideología del “progreso” y la europeidad/blanquidad para alcanzar la “modernidad/civilización” como país. Para ello se pusieron en práctica políticas y dispositivos específicos de producción de homogeneidad nacional y ocultamiento o marginación de diversidad, entre los que destacan el llamamiento a la inmigración europea o las formas que tomaron la narración histórica oficial, las mediciones censales, el servicio militar y la educación inicial obligatorios, entre otros.

Se impuso así el ocultamiento y olvido de todo elemento cultural de matriz africana, que fue sepultado o resignificado (como es en el caso del tango), construyendo un cerrado discurso de sentido común de “blanquidad” que fue inquebrantable hasta hace pocos años y en el que está implicada la que se suele denominar “invisibilidad” afro. La “desaparición” de los descendientes de esclavizados/as africanos/as en Argentina se atribuye, en general, a la supuesta muerte a gran escala debido a diversas epidemias ocurridas a lo largo del siglo XIX y a la utilización de los batallones de pardos y morenos como carne de cañón en las guerras de independencia y posteriores. Asimismo, se esgrime como causa al proceso de integración y mestizaje entre los afroargentinos y la gran masa de inmigrantes europeos que llegaron al país desde las últimas décadas del siglo XIX.

Si bien estas hipótesis explicativas han sido puestas en duda por distintos investigadores, continúan ocupando un lugar arraigado en el sentido común nacional. Este concepto enfatiza la idea de que la “desaparición” fue un cambio histórico en las categorías y percepciones sociales, que para los propios afrodescendientes significó también un duro sistema prolongado en el tiempo de silencios, discriminación y extranjerización. El borramiento del protagonismo afro en la construcción histórico narrativa de la nación es la base en la que se asienta la idea de la desaparición, y por ello es de fundamental importancia revelar una verdad que habilita reivindicaciones, es decir, existir históricamente.

En ese contexto, la irrupción de la obra teatral de las hermanas Platero que problematizan lo afro en escena pone en cuestión diversas “verdades”, como la raza, la nación y su historia, proponiendo interrogantes críticas, es decir esta obra se constituye como provocación y un acto político casi por definición, aunque lo político se entienda más como postura de ruptura y desafío que como posición ideológica o dogmática. Asimismo, permite la apropiación y la reinterpretación corporizada y colectiva de una narración histórica, trasladando el pasado al presente, actualizando un reclamo de continuidad y abriendo la instancia de generar nuevas memorias sobre los mismos eventos, dado que, los hitos o marcas históricas relacionadas con lo afro conjugan una serie de valores asociados a servidumbre, lealtad, manipulabilidad, alegría, exotismo, etc, que promueven la creación estereotipada de imágenes racializadas, retratadas en los textos escolares desde fines del siglo XIX hasta la actualidad, retomadas en los medios de comunicación y los discursos públicos en general.

La obra fue bien recibida por la crítica que elogió la propuesta, pero la dictadura cívico militar que irrumpió ese año la censuró. Ambas hermanas se exiliaron. Susana viajó a África y Carmen a Europa. Con la vuelta de la democracia, las dos regresaron al país y recomenzaron juntas su proyecto teatral, esta vez enmarcándolo en una propuesta formal, abrieron una convocatoria para fundar un grupo de teatro. El resultado fue la creación, en 1987, de “La Comedia Negra de Buenos Aires”, una compañía teatral de la que participaron afroargentinos, afrouruguayos, afroperuanos y afrobrasileros. Poco tiempo después de su formación, reestrenaron Calunga Andumba, no sin una lucha ardua para conseguir una sala.

A lo largo de 30 años, la obra volvería a escena en diferentes contextos y con diversas repercusiones. También su público iría cambiando: mientras que en los 70 estaba compuesto en su mayoría por académicos (antropólogos, sociólogos, historiadores), que la tomaban como material de estudio, en los 80, con el nuevo despertar democrático, los espectadores se diversificaron. Sin embargo, Carmen afirma que el racismo nunca dejó de perseguirlas y obstaculizar su paso. Esta tendencia reproduce sus esquemas en el arte cuando al audicionar para una obra a las mujeres negras les están reservados los papeles de mucamas o, como en el caso de las hermanas Platero, cuando deben pelear incansablemente para que las atiendan y les cedan un espacio, siempre marginal.

“La Comedia Negra de Buenos Aires” se hizo para mantener los lazos con África y lograr la visibilización y el reconocimiento de los afrodescendientes en Argentina. Fue la primera organización afro en el país. Aunque fuera de manera acotada, la obra promovió y logró generar cambios y compromisos respecto de la militancia afro, creando además nuevas formas de activismo y abriendo espacios nuevos de discusión y de creación de memoria. Una propuesta de auto representación que, desde un arte que se distinguió históricamente por la discriminación de este colectivo, construye historia afro en la Argentina.

Muerde de Francisco Lumerman

Estándar

Muerde

de Francisco Lumerman

El teatro y la bùsqueda de una nueva relaciòn con el espectador

Marìa de los Àngeles Sanz

Argentina y Perù se unen en una producciòn que busca como nunca una integraciòn del teatro a nivel continental; integraciòn de un teatro que necesita imperiosamente establecer una nueva relaciòn con el espectador con el que no puede, por el momento, llevar adelante el ritual presencial de una puesta teatral como la conocìamos hasta hace sòlo tres meses. Desde la plataforma Tevi. Live, se lleva adelante una producciòn entre ambos paìses donde en Argentina es Moscù Teatro el segundo miembro de la ecuaciòn.

Tras la propuesta varios interrogantes se nos plantean como espectadores: en primer tèrmino la tecnologìa no ha estado ajena a la labor teatral, y valga el ejemplo de Plata Quemada, sobre la versiòn de la novela de Ricardo Piglia, que llevò adelante el grupo chileno Teatrocinema, en el marco del Festival Internacional de Buenos Aires este mismo año 2020; sin embargo, la propuesta que ahora nos ocupa, no tiene a la tecnologìa como procedimiento poètico, o caja de herramientas para la puesta en escena, sino como soporte fundamental. ¿La plataforma reemplaza al espacio escènico, y lo convierte en paisaje fìlmico? ¿El actor, se ve apoyado en la ruptura de la cuarta pared por el ojo de la càmara, que nos acerca en un primer plano la emocionalidad de su trabajo? ¿Es teatro filmado, o no? Si vemos teatro filmado, que gracias a las redes se ha convertido en una realidad cotidiana, ¿sentìmos lo mismo, que las sensaciones que nos produjo el cuerpo del actor en vivo, en su transmisiòn en directo?

Como en una caja china, o como en la multiplicidad de las muñecas rusas, el espectador ve en vivo, la puesta, y la filmaciòn de la puesta, que es trasmitida para todos aquellos que establecieron el contrato previo de estar presentes vìa remota, un tèrmino que no me agrada, pero que se està convirtiendo en cotidiano, desde la comodidad de sus casas, sin contacto fìsico, pero con el que nos permite la virtualidad de una pantalla. De hecho luego de la puesta, y si la banda de internet lo permite, podemos asistir a una charla informal sobre lo visto y oìdo para establecer paràmetros de disidencia o su contrario.

Estamos entonces en presencia de una nueva forma de tratamiento escènico, que puede resultar cristalizado en anècdota si todo volviese atràs, a ese tiempo que conocìamos; pero que tambièn nos puede plantear el punta piè inicial para el desarrollo de una poètica en todos los sentidos, desde la actuaciòn hasta la construcciòn de contenidos, es decir, textos dramàticos apropiados, Muerde de Francisco Lumerman es un monòlogo, que lleva adelante todos los recursos propios del gènero, los raccontos, las elipsis que propone la memoria, siempre selectiva a la hora del recuerdo, en un espacio que reproduce la sensaciòn de encierro en una vida casi absurda, de alguien que tiene con la realidad un contacto fragmentado, cuasi enfermo, y un diàlogo con la necesidad de ser escuchado con un otro invisible, el espectador.

El trabajo de Alfonso Dibos logra transmitirnos su inestabilidad emocional, su precaridad, su desamparo, y tambièn su crueldad ante la soledad y la indiferencia brutal de su entorno. La composiciòn de Renè y de los demàs a travès de su relato, inconcluso, oscuro, por momentos iluminado por el amor de Rosa, o por la violencia sobre èl de sus hermanos, de su padre, y de Renè mismo sobre los perros, logra matices, tonalidades que construyen verosimilitud, es una muy buena performance. Un espacio de pequeño poder perdido que se ejerce sobre el màs dèbil, una siniestra espiral que de lo individual podemos llevar a lo social sin fronteras. Su trabajo, apoyado por el ojo de la càmara, nos sitùa en testigos presenciales de una vida que sentimos nos habla a cada uno individualmente, a los ojos.

Ficha tècnica: Muerde de Francisco Lumerman. Actùa: Alfonso Dibos. Direcciòn visual: David Algar. Asistente de direcciòn: Camilo Santo. Diseño de maquillaje: Danna Ben Hamin. Diseño gràfico: Carla Valdivia. Fotografìas: Fernando Castañeda. Prensa en Perù: Kitty Bejarano. Prensa en Argentina: Carolina Alfonso. Producciòn en Argentina: Zoilo Garcès. Producciòn General: Alfonso Dibos y Lucìa Caravado. Una producciòn original TEVI en co-producciòn con Moscù Teatro. Estreno 10 de julio 2020 en la Argentina a las 22,30hs, y en el Perù a las 20,30hs.