“Queremos ir al Tibidabo” de
Cristina Clemente
Mariángeles Sanz
Dos hermanas en un espacio reducido a un living hacia la derecha, y dos micrófonos de pie a la izquierda del espectador, dialogan sobre un secreto, sobre algo que debe quedar en secreto, sobre todo para el padre. Hay en el ambiente un clima de tragedia, que matizado por un humor ingenuo, de juego de niños, que se expande en la búsqueda de una solución a un problema, que saben de sobra que no la tiene. El título remite a la infancia, a ese momento idílico para muchos, donde los disgustos a penas las rozaban, y buscaban en los juegos del parque de diversiones, la alegría de la familia.
El sobrevuelo de una enfermedad que no se nombra en toda la puesta, pero que reconocemos por sus consecuencias en la destinataria de la misma: falta de memoria, confusión de nombres, el no reconocimiento de lo cotidiano, entre otros, nos dice de un deterioro neurológico que las hermanas intentan frenar a partir de la repetición constante y del cuidado para que todo quede entre las cuatro paredes de la casa. El hacerse cargo de la situación, las lleva a desinteresarse de sus propias vidas, y sin embargo en algún momento tienen que recurrir a una tercera persona, que cubra los tiempos y los espacios que ellas no pueden. Desde allí la puesta gira hacia otra problemática, los celos ante un tercero que sienten les roba el cariño y el escaso reconocimiento que su madre todavía conserva.
Un padre ausente, sobreprotegido por sus hijas, que ignoran que se siente cómodo en la situación, al comprobar que ellas se hacen cargo de todo. La puesta presenta entonces un universo femenino de sororidad, y de enfrentamientos, donde la figura femenina es para todos y para sí misma atravesada por el mandato social: la que tiene que cuidar, y proteger a sus mayores cuando lo necesiten, obviando la preciosa ayuda que el padre podría aportar y que además sería también su obligación. Un desplazamiento que luego pesa como un fardo. Las actuaciones tienen una buena performance, desarrollan su rol en ese juego de intrigas, que resulta por momentos caótico y divertido; sobre todo a partir de la entrada de Lucía, la cuidadora de Rosalía, la madre. Lucía se convierte en una piedra de escándalo, en ese largo flash –back que recupera el pasado transcurrido, antes del desenlace final, y la concordia entre las tres.
Una dramaturgia que atraviesa un tema difícil, de profunda tristeza, que a partir de los encuentros personales con sus tintes de humorada, nos permite pensar en que debemos hacer cuando la vida nos pone en una situación límite. La pieza formó parte del 11 Festival de Temporada Alta en Buenos Aires.
Ficha técnica: “Queremos ir al Tibidabo” de Cristina Clemente. Actúan: Piedad Montero, Fabiana Mozota, Carolina Sobish. Diseño de escenografía: Fernando Díaz. Diseño de iluminación: Diego Becker. Diseño gráfico y producción ejecutiva: Timoteo Castagna. Producción general: Piedad Montero Márquez, Carolina Sobish. Puesta en escena y dirección: Natacha Delgado. Timbre 4, Sala Boedo.