Familia de Vancini y Antonia su mujer

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Familia de Vancini y Antonia su mujer de

Omar Aíta

Un teatro que mira hacia sí mismo

María de los Ángeles Sanz

la familiaUna bicicletería, oscura, sumida en un sótano, los personajes se suceden mientras los espectadores nos vamos ubicando en nuestros asientos, la escenografía dividida en dos espacios, el de la bicicleta fija en la que Titi práctica para el deseo de los otros, y hacia el otro lado, el lugar donde el padre de familia construye su sueño con despojos. Hacia foro una escalera que interminable para la vista del público, lleva hacia la luz, la vida de arriba, la libertad, y hacia la derecha por foro, el habitat de Antonia, la cocina. La construcción del espacio y de los personajes no sólo nos remiten al grotesco criollo, El Organito (1925) de Enrique y Armando Discépolo; Don Chicho (1933) de Alberto Novión1, sino que poseen la desmesura esperpéntica de Valle Inclán. Aíta construye una textualidad dramática donde la palabra no es el sostén principal de las acciones sino que desde el trabajo corporal, el gestual y la impronta del sonido, va desarrollando entre luces y sombras una historia pequeña, íntima, pero que construye su fuerza con un humor de un negro profundo, el mismo que tiñe los sueños de los integrantes de la familia. Un padre feroz, incapaz de dar y recibir amor, una madre que a diferencia de otros personajes femeninos del género no soporta estoicamente su destino sino que es de armas tomar, dos hijas, un yerno y un sobrino en carácter de recogido, que ha perdido su oportunidad y ahora debe velar por la de los otros. En una espiral temporal todo se mueve tangencialmente aunque parezca detenido en un tiempo marcado por un embarazo que nunca llega a término. La violencia verbal, se transforma en física, presente y concreta, y teje las relaciones de una familia particular, que pone en evidencia el egoísmo y el grado de individualidad de casi todos sus integrantes. Tres personajes desamorados, el padre, Antonia, y Beta; tres personajes sometidos: Titi, Águila, y Manguera; y una forma de supervivencia que no tiene escrúpulos, ni ética, ni amor. La escenografía es muy buena en sus recursos exactos para el desarrollo de las acciones, inteligente en el maniobrar de los elementos que en escena se convierten en indispensables para el proceso creativo; la iluminación ofrece el claroscuro necesario que da el tono sombrío a un espacio cargado de deseo y de frustración, asfixiante y envenenado.

la familia 1El vestuario acompaña en su atemporalidad un relato que apuesta al pasado y el presente de ciertos actores sociales. Las actuaciones merecen un párrafo aparte: cada uno de los personajes obtienen de los actores y las actrices que los llevan adelante una excelencia en un género difícil como el grotesco que requiere una manera de hacer hablar al cuerpo por sobre el valor intrínseco de la palabra. La forma de estar, el desequilibrio de los movimientos, la exageración buscada que provoca las situaciones tragicómicas; toda gestualidad está marcada por la exageración, y un lenguaje por momentos soez, que los ubica en la clase del espectro social. Ningún movimiento está fuera de lugar, todos conforman una lengua común, la del narrador que construye una dramaturgia fuerte que apuesta a movilizar la sensibilidad del espectador a partir de la acción y la palabra directa, sin atenuantes, donde éste siempre espera que los personajes doblen la apuesta para lograr aquello que se proponen. Dramaturgia y dirección aunadas en el trabajo de Omar Aíta y con la complicidad de un elenco que traduce el deseo de los personajes y del creador con eficacia y talento.

Ficha técnica: Familia de Vancini y Antonia su mujer de Omar Aíta. Elenco: Marcelo Sánchez, Cecilia Tognola, Sabrina Lara, Hernán Vázquez, Noelia Vittori, Leandro Aíta. Dirección: Asistente de dirección: Myriam Selhi. Escenografía: Carlos Di Pasquo. Violencia escénica: Leandro Aíta. Vestuario: César Drago. Iluminación: Pedro Zambrelli. Maquillaje: Maite Benavides y Natalia Rodríguez. Diseño sonoro: Martina Vior. Fotografía: Michel Marcu. Prensa: Silvina Pizarro. Diseño gráfico: Sabrina Lara y Noelia Vittori. Comunicación visual CCC: Claudio Medín- Estudio M. Producción Ejecutiva: Teatros4. Sala González Tuñón en el Centro Cultural de la Cooperación.

1 En ambas piezas la pobreza no sólo es de recursos económicos, sino de una carencia afectiva acentuada por el deseo por la prosperidad sin medir las consecuencias. Nada es obstáculo para lograr el tan ansiado dinero, y menos los sentimientos por una familia que no parece tal, sino el rejunte de seres que viven juntos pero que no tienen nada en común, salvo complicidad o una relación entre pares, los hermanos que buscan mitigar la falta de afecto parental. Aíta construye con el hipotexto de esta temática desarrollada por nuestro grotesco una pieza de relojería, donde todos los elementos se cruzan para obtener un sentido unívoco.