Discèpolo / Las casas de Maruja Bustamante en Invocaciones VIII

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Invocaciòn VIII
Discèpolo / Las casas de Maruja Bustamante
«Del humor mezclado con dolor, de las caretas que se caen, de la fuerza de seguir adelante y de la nostalgia, se nutre el grotesco criollo, el gènero rioplatense. El teatro nuestro». (Maruja Bustamante, programa de mano)

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Marìangeles Sanz
sanzm897@yahoo.com

De los interiores del patio de conventillo, a los departamentos modernos, colmenas, racimos de nuevos conventillos donde tambièn anida la soledad, la desesperaciòn, y la solidaridad entre extraños; ese otro venido de paisajes diferentes: ayer Europa, hoy nuestros hermanos latinoamericanos. Bùsqueda de un horizonte que los abrigue o que les de la ilusiòn del abrigo, la añoranza inevitable, y la realidad de que luchar es la consigna en todas partes. Maruja Bustamante lee bien a Discèpolo y entiende que desde ese sainete polifònico que se desarrollaba en el patio de todos, el grotesco atraviesa las paredes de las habitaciones para adentrarse en el corazòn de los individuos; los que tienen la llave y los que la adquieren a fuerza de un cuerpo que se entrega a todos los trabajos posibles, cuando el dinero falta.

La figura del tano encargado, màs la del propio dramaturgo sobrevuela en el cuerpo de Adriano, Fernando Gonet, desesperado como Stèfano por una composiciòn que no arranca de las primeras notas, cansado de tocar en tugurios u orquestas que malgastan su talento. Sòlo lo que en Armando Discèpolo fue frontera, diàlogos entre padres e hijos, problemàtica generacional entre el inmigrante y el hijo que quiere ser o que es criollo, en Maruja Bustamante es explosiòn de un enfrentamiento feroz con una madre que de la que sòlo aparece su voz en el telèfono, o la referencia de ella en los inquilinos, y el desborde lleva al gènero al lìmite de lo biogràfico. (1) El dolor de no ser, y la culpa puesta en la figura edìpica, construye el ser que el patetismo del grotesco necesita, cuando la màscara por fin cae.

En una escenografìa de espacios abiertos al espectador, hacia el interior de las salas de esas casas enfrentadas, una escenografìa funcional al desarrollo de la intriga, donde viven en un puente extendido de lazos de amistad contradictorio, con el plus de un cocoliche que se funde con el porteñismo del dueño de casa. La francesa que habla con su madre y que tambièn vive la relaciòn mal, la venezolana, y la costarricense, la uruguaya y el paraguayo, unos de un lado y otros enfrente pero mezclados en el festejo interrumpido o en la desgracia y el afuera de la ley. «Hay que entrare», le dirà Severino a Miguel, en Mateo, cuando la plata no alcanza, todo puede ser, todo debe ser en el afàn de sobrevivir. Los estereotipos de cada identidad, aparecen antes y ahora, sòlo que ahora son oleadas de mujeres solas buscando su destino, aunque el centro hacia donde giran sus vidas es igualmente masculino.

A los desafios de ayer Bustamente le suma los de hoy, en los cuerpos de los personajes presentes, en las muy buenas perfomances de actores y actrices, en esa verborragia por momentos incomprensible, por modismos y giros que no conocemos, igual que ayer, que como corresponde nos arrancan la risa, y algùn que otro lagrimòn, cuando pensamos en nuestros viejos, tambièn inmigrantes, tambièn soñando y viviendo con la mochila de las saudades en la espalda; sin saber finalmente cuàl es su lugar en el mundo; o cuando pensamos en los miles que se estàn yendo a Europa hoy corridos por un nuevo capìtulo de una crisis, que no acaba, que sòlo nos da episodios de calma, que no sabemos sostener. La direcciòn mantiene la tensiòn entre la risa y el llanto, a partir del juego entre los diàlogos picantes y los pequeños monòlogos que muestran la caìda de la màscara, y nos deja ver el revès de esa risa necesaria para seguir.

Presente de migraciones a nivel planetario, dolor de familias separadas, de personas en busca de una tierra amiga, propia o ajena, la elecciòn del dramaturgo Discèpolo màs allà de las dudas de su escritura, que se aclara en el programa de mano, no importa si fue Armando o Enrique, ambos sintieron el dolor de la pèrdida y el fracaso, y pudieron desde el teatro y el tango y en su mixtura productiva, dar cuenta de la desmesura de una època, la de principio de siglo XX, donde tambièn las oleadas de seres arribaban a nuestro puerto en busca de fortuna. Cien años despuès, el èxodo es a la inversa, y entre pares, entre nuestros paìses castigados en el afàn de querer construir una identidad latinoamericana. Celebro su recuperaciòn no como reconstrucciòn, sino dàndole a un gènero muy nuestro, la sangre de un presente, para entender de dònde venimos y hacia dònde queremos ir.

(1) Para ver la relaciòn familiar biogràfico de los Discèpolo es necesario leer Fratelanza Enrique Santos Discèpolo . El reverso de una biografìa de Norberto Galasso y Jorge Dimov.

Ficha tècnica: Discèpolo, las casas. Dramaturgia y puesta en escena la multifacètica: Maruja Bustamante. Elenco: Fernado Gonet (Discèpolo) Con Bàrbara Massò y Yanina Gruden. La participaciòn especial de los hermanos: Paula y Alfredo Staffolani. La presentaciòn en sociedad de: Belèn Gatti. Ilumina a los artistas: Sebastiàn Evangelista. Vestuario de: Gustavo Alderete para «La polilla vestuario» Diseñò y realizòla escenografìa: Don Vìctor Salvatore. FX Walter D. Lamas. Fotografia la señora: Lau Castro. Asiste la valiente: Valentina Durante. Audios a cargo de Marilù Marini y Helena Tritek. Produce y organiza la titana: Valeria Casielles. Dramaturgista de alto nivel: Marina Jurberg. Ciclo Invocaciones Concepto y curadurìa, Mercedes Halfon. Producciòn general: Carolina Martìn Fierro. Coordinaciòn: Mercedes Halfòn y Carolina Martìn Fierro. Centro Cultural San Martìn: Sala Alberdi.

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