«Los invisibles» de Gregorio de Laferrére

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  “Los invisibles” de

Gregorio de Laferrére

“Decían los Bestiarios de la Edad Media: Cuando una serpiente devora a otra serpiente, se convierte en dragón. Similar es el caso de un sensitivo, en quien actúan fantásticas influencias exteriores.” (R. Arlt)

Mariángeles Sanz

sanzm897@yahoo.com

El comediógrafo, así se lo denominaba en su tiempo, Gregorio de Laferrére escribe en 1911, su última pieza teatral, Los invisibles. Su muerte inesperada dos años después en 1913, deja truncas dos obras más, una de ellas El Mascotón, el revés de la moneda de ¡Jettatore! Tanto la primera tan reconocida y estrenada en 1904, como la que quedó sin estrenar en 1913, al igual que la que llevan a escena el grupo de actrices y actores, con una excelente performance, dirigidos por Eleonora Maristany, que hace una lectura inteligente del texto dramático;  tienen como temática central la fiebre que atacaba a Buenos Aires en ciertas clases sociales por las ciencias ocultas. (1)

Una urbe que crecía con la inmigración, que se deslumbraba con los nuevos adelantos que iban llegando a sus orillas, necesitaba ante la incertidumbre que producían los cambios vertiginosos que se iban sumando a las costumbres, la búsqueda de encontrar respuestas a su inquietud, en el más acá o en el más allá.  Desde ese lugar de desconcierto, el dramaturgo construye una burla feroz a una familia acomodada en  donde el páter de familia comienza a incursionar en el espiritismo arrastrándolos a todos a la ruina, económica y moral. ¿Clase media? No todavía, una clase pequeño burguesa en ascenso, atravesada por la ambición, la hipocresía, los nuevos lujos, y las nuevas religiones laicas.

La pieza, un vaudeville al estilo francés, cuyo procedimientos el autor conocía muy bien, necesita un ritmo ágil, que sin descanso, vaya llevando al espectador al vértigo de las acciones, que  provoquen su asombro y una risa franca; ese ritmo está presente en la puesta, los desplazamientos por el espacio escénico son acertados, construyen una coreografía diseñada por Marina Svartzman, sincronizada en una justa sucesión de entradas y salidas, que se expande en el espacio escenográfico. Los personajes compuestos a la manera del actor popular, forman estereotipos, que la dirección explora y hace estallar en la escena. El grupo que compone el elenco, hace un trabajo coral de excelencia, y a la vez cada uno de ellos le da brillo a su criatura, con detalles, miradas, gestos, movimientos, un trabajo corporal que no pierde ningún recurso para expresarse. Del cielo al suelo, todo es posible.

 Las acciones muchas veces suceden en simultáneo, obligando al espectador a un ejercicio visual que no le da respiro. Porque todo lo que sucede guarda un significado dentro de la intriga, no sólo es juego escénico distractivo, que también lo es por momentos. Personajes que nos llevan hacia el presente de la pieza, con un vestuario diseñado por Jorgelina Herrero Pons, preciosista en los detalles, en un ambiente muy bien recreado por Héctor Calmet,  que se expande hacia arriba con las fotos de época y nos permite como espectadores introducirnos con naturalidad, en una familia de hace más de un siglo. La música de Claudio Di Risio y la iluminación de Eduardo Safigueroa, construyen clima y son separadores de las acciones, que antes ejecutaba la caída del telón.

Todo se conjuga para el disfrute que la comedia se propone, y la puesta nos ofrece con un trabajo que cierra por todos los flancos, un momento de felicidad artística que se agradece. El Teatro Popular tiene en sus años de permanencia en el campo cultural, la característica de producir obras que nos traigan al presente obras clásicas, porque ya lo son, de nuestro sistema teatral; una dedicación que es bueno destacar, y felicitar.

 La pieza original contaba con un acto más, que el autor eliminó al ser repuesta en noviembre de 1911. Había sido estrenada por la compañía de Pablo Podestá en el Teatro Moderno. “Los Invisibles” tuvo luego numerosas puestas. Recordamos la que se llevó adelante en 1995, dirigida por María Maristany y en cuyo elenco figuraban: Anabella Valencia y la directora de la actual, Eleonora Maristany.  Ésta de hoy estará en el Teatro Popular del 9 de setiembre al 28 de octubre, a las 20,30hs, todos los sábados.

  • En sus famosas Aguafuertes, años después, el periodista, escritor y dramaturgo Roberto Godofredo Arlt, escribiría en el mismo tono de sátira escéptica, su nota: “Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires” Allí describe muy acertadamente, la personalidad de quien cae en las alucinaciones producidas por el tema:

“Las funciones psíquicas se alteran, un nuevo elemento se integra al conjunto armónico de los otros, y acaba por absorberlos, por imponer su individualidad y carácter, a ese delicado engranamiento de impresiones y experiencias. Diríase que el sujeto pierde su centro de gravedad, y así taciturno, palpando la presencia de un inmensidad que le acorrala y lo abruma, acaba por perder la medida a que subordinaba sus actos anteriores” (Arlt, 110)

Bibliografía:

Arlt, Roberto, 1975. “Nuevas Aguafuertes”. Buenos Aires. Editorial: Losada.

Ficha técnica: “Los invisibles” de Gregorio de Laferrere. Elenco: Rubén Ramírez (Don Ramón); Laura Dantonio (Doña Rosa); Laura Wich (Amelia); Anabella Valencia (Doña Cristina); Miranda Bruckner (Julita); Charlie Lombardi (Don José); Mauro Pelle (López); Miguel Vallcaneras (Héctor); Juan López (Totolo); Alejandra Molina (Manuela); Lucas Ghiglione (Ricardo); Atilio Farina (Don López) Músicos: Claudio Di Risio. Vestuario: Jorgelina Herrero Pons. Escenografía: Héctor Calmet. Realización escenográfica: Grupo Estable El Popular; Charlie Lombardi, Rubén Ramírez. Realización de vestuario: T. Suárez S. Saéz. Audiovisuales: Claudio Di Risio, Lorena Lemos. Diseño de iluminación: Eduardo Safigueroa. Fotografía: Claudio Di Risio. Diseño gráfico: Sabrina Lara. Asistencia de dirección: Valentina De Carlo, Julián Giménez Zapiola. Asistencia de vestuario: Sofía Di Leo. Prensa: Tehagolaprensa. Producción: Grupo Estable El Popular, Laura Dantonio, Marilú Diz, Anabella Valencia. Coreografía: Marina Svartzman. Dirección: Eleonora Maristany. Teatro El Popular. Duración: 75 minutos.

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