“La Vaca atada” de
Helena Tritek
En el país donde no todos tenemos la vaca atada
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Mariángeles Sanz Vélez
La vaca atada, no es un título más, es la frase que identifica a una clase social, la que lo tiene todo, y disfruta de todo, la que se cree dueña del país, la que piensa que la patria son ellos, por lo tanto, los únicos que pueden usufructuar sus recursos, negociar con sus riquezas, codearse con el primer mundo, la vieja Europa, como la llamaban, los que tienen, entre otras cosas, la vaca atada. De la metáfora a la realidad, el asunto de la vaca era cierto, la llevaban en sus viajes a Francia para tener leche fresca en la travesía, y luego carnearla a la llegada al país galo. Llevaban la vaca como llevaban a la servidumbre con ellos, para gozar de todo lo que poseían, estuvieran donde estuviesen. Servir y ser servidos, marcaba una diferencia, que también se acentuaba luego entre los de abajo, las mujeres servían a los hombres que ejercían cargos de mayor responsabilidad, con prestigio, ser mayordomo, no era lo mismo que ser quien cuidaba de los dormitorios. En la primera larga escena donde se ve a dos integrantes del staff de la casa, acicalándose y planchando su ropa antes de asumir su rol, las sirvientas ya listas y preparadas, se encargan de traerles un mate. Jerarquías que hacen a la desunión de los de la misma clase social, y a ese deseo aspiracional, a esa falsa idea de pertenencia.
Helena Tritek a través de la parodia nos describe una página de algunos de los protagonistas de nuestro pasado, que sin embargo, siguen ejerciendo su poder a pesar de los años, las vicisitudes, y las rebeliones populares. Han vuelto una vez más y desembozadamente. Ya no llevan la vaca atada porque vuelan en Boeing. Desayunan en Buenos Aires, cenan en París. El relato no sólo nos quiere llevar a la memoria para que rememoremos el pasado, sino nos quiere hacer ver como en espejo que estos barros, vienen de aquellos lodos. Y lo logra con humor, y situaciones que por momentos se quedan en la superficie de los hechos, pero que se resumen en la figura del personaje de la hija, la pequeña de doce años, que en su discurso, reúne todas las piezas, y nos explica, quienes son, y que piensan de nosotros y de ellos mismos. Más inquietante aún, nos deja muy claro, que la historia se repite, o continúa, porque ellos ya no estarán, pero habrá otros que seguirán sus huellas, y su pensamiento.
Con una escenografía casi despojada, y un muy buen vestuario acorde con la época, 1920, las muy buenas performances de las actrices y de los actores que constituyen el elenco, nos sumergen en un mundo que pareciera el mismo que habitamos, en geografía y tiempo, pero que no lo es para todos. “La vaca atada” es una metáfora de un país, que se cree, blanco, occidental y cristiano, que desconoce su propia identidad, y que ignora o quiere ignorar la vastedad de una patria que no termina en los límites del campo, o entre las parisinas calles de Recoleta.
Ficha técnica: “La vaca atada” de Helena Tritek. Actúan: Fito Yanelli, Silvina Quintadilla, Milagros Almeida, Julieta Raponi, Miguel Ale Granado. Diseño de iluminación: Eli Sirlin. Asistencia: Carlos Farías. Fotografía: Silvana Galdy. Diseño gráfico: Seedy González Paz. Prensa: Paula Simkin. Teatro: El Portón de Sánchez. Domingos 18hs.
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