«La vida sin ficción» de Francisco Lumerman

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“La vida sin ficción” de

Francisco Lumerman

“Esta limitación me lleva a mí mismo, allá donde ya no me retiro detrás de un punto de vista objetivo que no hago sino representar, allá donde ni yo mismo ni la existencia ajena puede ya convertirse en objeto para mí” (Karl Jaspers)

Mariángeles Sanz

sanzm897@yahoo.com

“La vida sin ficción” es una textualidad desplegada en tres. Tres historias que contienen trazos de la vida de tres personajes cada una, unidas por lazos que inauguró la posmodernidad: la realidad virtual. Porque algunos de los tres tienen en común, además de la desgracia, inminente o pasada, el contacto entre sí mediante los juegos de avatares. De alguna manera, el relato virtual, reemplaza al épico, y adormece el dolor, lo traslada de la historia personal. Desde la lectura de una novela sin final, la historia se dispara en un posible documental. La trasposición de géneros, atravesada por lo real concreto de las vidas de los personajes. Nada fácil de llevar a escena esa rizomática forma de comunicación, que nos aísla del mundo al mismo tiempo que nos crea una relación ficcional, que se nos hace tan real como la cotidianidad. Pero la dirección de Francisco Lumerman, autor también del texto dramático, y uno de los actores que encarna los personajes que se suceden, logra desde un principio que el espacio se convierta en un locus, donde lo virtual y lo concreto y funcional para el desarrollo de las acciones, tengan su exacta mixtura.

Grandes paneles que son pantallas, donde aparecen paisajes que son atravesados por los avatares, y que relatan una historia construida desde los personajes que se esconden detrás de ellos, buscando constituir un relato unificador. Por otra parte, los diálogos se suceden dentro de espacios constituidos por una escenografía funcional: mesas, y una supuesta cama, sillas, una de ruedas, objetos varios, una computadora, donde lo que en ella se escribe aparece en una de las pantallas, para la mirada curiosa del espectador. Un vestuario que va acompañando la composición de los personajes, que tienen una muy buena performance en los dos actores y en la actriz, que logran a partir de las diferencias de cada uno, envolver a los espectadores en sensaciones diferentes, introducirnos en sus historias, seguir la ficción como real, y la realidad de cada uno como un relato horadado, que guarda para sí el punto exacto de la herida.

Una coreografía que se regala hacia el final como un fin de fiesta, en una temática donde el dolor, la soledad y la muerte han sobrevolado todo el recorrido. Un cover, un homenaje a la música de Sandro, que reúne las pasiones del pasado con el presente atado a una pantalla de computadora. La enfermedad, la del cuerpo, que anticipa el final de todos, aún de aquellos que no sienten todavía sus síntomas implacables. Y la memoria, que recupera a su manera los hechos, y construye otro relato diferente para cada uno de los integrantes de los hechos, que construye finalmente una ficción. Porque no existe vida sino hay un discurso que la recupere, que la ordene, la embellezca o no, que no le permita morir definitivamente.

Un homenaje también al valor de la amistad, de su fidelidad, que constituye finalmente la familia que elegimos, a veces tan diferente a la que nos dio nuestro nacimiento, con la que el discurso se trastoca, en memorias que se cruzan sin logran encontrar un punto de apoyo, un lugar de encuentro. Pero sobre todo, desde lo teatral, la puesta nos habla de una búsqueda de formas y elementos que nos permitan incorporar desde otros lenguajes los temas que acosan a la humanidad toda, desde siempre, como persistentes fantasmas; desde Hamlet en adelante. Tanto el dramaturgo / actor / director y el elenco todo, consiguen tenernos entre- tenidos, con un tema de metafísica profundidad, al mismo tiempo  cruzado por el humor y la música. Porque desde los falsos diálogos, falsos por convencionales, donde decir la verdad cuesta tanto trabajo, a la creación de un lugar y tiempo donde el discurso se lo permita todo, de lo que la puesta nos habla es de un mundo que ya no soporta sus máscaras, que ha perdido el relato épico que lo aúne, y que necesita de la ficción virtual para encontrar un sentido que se escapa día a día.

Ficha técnica: “La vida sin ficción” de Francisco Lumerman. Actúan: Francisco Lumerman, Esteban Masturini, Rosario Varela. Vestuario: Betiana Temkin. Iluminación: Ricardo Sica. Escenografía: Micaela Sleigh. Asistente de escenografía: Guadalupe Borrajo. Dirección de actores: Jorge Eiro. Movimiento: Manuel Attwell. Música original: Agustín Lumerman. Diseño gráfico: Laura Tavacca. Realización audiovisual: Nadia Benedicto. Motion Graphics: Mantrixa. Realización avatars: Florencia Tutusaus. Fotografía: Laura Mastrocello. Prensa: Carolina Alfonso. Producción ejecutiva: Zoilo Garcés. Asistencia de dirección: Manon Minetti. Dirección general: Francisco Lumerman- Teatro Moscú.

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