«La segunda muerte de Juan Moreira» de Raúl Bambrilla

Estándar

“La segunda muerte de Juan Moreira” de

Raúl Bambrilla

Tal y como fue contada por el Payo Silvera mucho tiempo después

Mariángeles Sanz

sanzm897@yahoo.com

Un tiempo previo en la década del veinte al golpe de Uriburu en los años 30, pero con la crisis mundial declarada, la caída de la bolsa de New York. En un pueblo perdido, un grupo de cómicos, histriones integrantes de un circo, intérpretes de la famosa pieza “Juan Moreira”, quedan varados cuando el camión que los transportaba se detiene para siempre. Han sido expulsados del circo, que cambia de firma y de estructura, abandonando la segunda parte, la que le correspondía a la función teatral. Un presentador, el Payo Silvera, Leandro Cóccaro, nos va informando de los detalles de esa troupe de exiliados de vida errante, a quienes se ha unido por propia voluntad,  obligados al sedentarismo, presos de los vaivenes de la política y la historia.

La textualidad dramática de Bambrilla cruza en la escritura varias líneas temporales, y a la vez la ficción y la realidad que en sí misma encierra la novela de Eduardo Gutiérrez, luego la pieza teatral de José Podestá, y por último la representación de la compañía que la interpreta, en esa vida que se teje con la ilusión del trabajo que los saque de la hambruna, en esos tiempo donde la historia se empeña en borrar de sus líneas todo lo que tenga un recuerdo del pasado criollo de la nacionalidad. Porque el Moreira real, el que muere en el prostíbulo “La Estrella” es uno, el que construye la literatura de Gutiérrez otro, la puesta de Podestá exalta el heroísmo romántico del personaje, todos ellos son el mismo y otros, que se elevan por encima de lo real concreto. Todos ellos están muertos, porque en el tiempo que transcurre la puesta, el público ya tiene otros horizontes, y su recuerdo no atrae espectadores como en el pasado.

Ni los actores nos dice Bambrilla saben cómo era físicamente el personaje que encarnan. Esa desolación de sus vidas se cruza con la historia, con la ley una vez más, que ve en los comediantes un peligro latente. El comisario y el cura, juntan fuerzas para detener cualquier intento de irreverencia a lo que debe ser acatado sin chistar. Pero la obra no se dirige hacia el melodrama, sino que el humor, la parodia de sí mismos, es lo que nos mantiene a risa franca  sentados en las butacas, mientras los disparates se suceden, y las lealtades y las traiciones también. Lo político, la brecha, o grieta, entre radicales y conservadores también está en el elenco, entre Casimiro y el acomodaticio Serapio, el cocoliche en su mujer Apolonia, y el regreso a la tradición en Pascualito, que quiere ser Moreira a toda costa y lo será, mientras Adelina, intenta desde la música variar el género y acercarse a un vaudeville salvador.

Con ellos el Payo, que en su rol de presentador va uniendo los hilos de la madeja, y nos deja ese sabor de lo ido, que mezcla la risa y la lágrima. Muy buenas actuaciones, una escenografía que muestra el picadero dividido por una cortina tan roída y perdida en el tiempo como los actores,  un vestuario gauchesco que busca ser otra cosa, una palangana multiuso, y una olla de la miseria; todos restos de un naufragio, el del circo, perseguido por dictaduras varias, desde esa, la del treinta, que inició un recorrido de espanto. La ley en esos dos personajes, el cabo y el comisario, caricaturas de sí mismos, nadando entre la inocencia, la maldad, la oportunidad, y la ignorancia, que recuerdan a los construidos por García Ferré.

“La segunda muerte de Moreira” es un trabajo de fina factura, aunque los procedimientos parezcan burdos remedos de un género perdido. Una puesta que nos vuelve a ese humor que tanto necesitamos para transitar el presente, y que al mismo tiempo, nos habla desde el pasado de los errores que no debemos permitir que se repitan.

Ficha técnica: “La segunda muerte de Moreira” de Raúl Bambrilla. Elenco: El Payo, Leandro Cóccaro; Casimiro, Fernando Caride; Pascualito, Miguel Polizzi; Serapio, Juan Manuel Romero; Adelina, Susana Martínez; Apolonia, Paula Rubinsztein; El comisario, Enrique O’Zanibelli; el cabo, Fabián Mattos. Diseño gráfico: Juan Martínez, Miguel Polizzi. Escenografía: Iván Salvioli. Iluminación: José Binetti. Vestuario: Cecilia Carini. Asistente de dirección: Patricia Ianigro. Producción ejecutiva: Juan Manuel Romero. Dirección: Raúl Bambrilla. Sala Carlos Somigliana. Teatro del Pueblo.

Deja un comentario