«La casa del río» de Jorge Castaño

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“La casa del río” de

Jorge Castaño

“Hay un dicho que es tan común como falso: el pasado pasado está, creemos. Pero el pasado no pasa nunca, si hay algo que no pasa es el pasado el pasado está siempre somos memoria de nosotros mismos…somos la memoria que tenemos” (José Saramago)

Mariángeles Sanz Vélez

sanzm897@yahoo.com

El pasado, la memoria, la necesidad de olvido, y el cierre de una herida en falso que permite sobrevolar la vida pero no tener ya nunca más relaciones sinceras, plenas; eso que le pasa a la historia de la familia que nos narra desde la palabra y la escena Jorge Castaño, es lo que le pasa a un país donde gran parte de su población intenta constantemente negar su pasado, para supuestamente vivir en paz. Todos se reúnen en la casa familiar cerca del río, donde también habita un vecino que mucho tuvo que ver en la ausencia de uno de ellos, Enrique.

El tiempo ha pasado, y los hijos ya adolescentes, encuentran en ese espacio un lugar en el mundo lejos de los problemas, un espacio para la reunión entre primos, para descansar. Sin embargo, ellos llevan dentro de sí, sin saberlo, el estigma de la pérdida y son el síntoma de la anomalía familiar. Una de ellas que no puede dormir y se sobresalta por los golpes en la puerta, la otra que sufre de bulimia, aquel que toca la guitarra mientras el mandato familiar es la abogacía.  Todos y cada uno quieren por fin saber eso que huelen en el aire, pero que nadie se anima a confesar. Dos cuñadas y un hermano de ellas, la viuda del tercer hermano que no está, giran alrededor de un tiempo ido, que no los deja vivir en plenitud.

Sin embargo, ni bien accedemos a la sala, la tía y sus sobrinos, nos muestran un estado de alegría y felicidad, que de a poco vamos a ver desmoronarse. Una escenografía realista –naturalista, actitudes verosímiles, diálogos cotidianos, lenguaje coloquial, un ritmo dinámico, creados por las muy buenas performances del grupo, y la muy buena dirección del mismo dramaturgo, nos hacen testigos mudos del conflicto e ingresar en él con total naturalidad. Vestuario, música, costumbres nos llevan a la década del ’80 ya en democracia. Como en una espiral vamos recorriendo los diferentes momentos, cuyo avance está marcado por los pequeños monólogos de uno de los personajes, que nos va situando en el drama vivido años atrás.

“El silencio sigue siendo salud” dice la hermana de Enrique, cargada su alma de un peso que no sabe cómo evitar. Ignorancia, inocencia y culpa, son los ingredientes que hacen que las mujeres callen, y necesidad de saber la verdad, consume al hermano y luego a los sobrinos, que ya no quieren vivir con dudas. Dos personajes en ausencia cargan el aire de recuerdos: la madre dueña de la casa del río, y el propio Enrique. La pregunta se impone: ¿Cuántos fueron en realidad, 30000 o más? ¿Cuántas familias como la de Olga guardaron silencio, y nunca hicieron ninguna denuncia, ni hablaron con nadie de lo sucedido? ¿Por qué los que saben no muestran las listas que tienen guardadas bajo siete llaves? A una semana del 24 de marzo de 2024, todas las preguntas merecen una respuesta.

Ficha técnica: “La casa del río” de Jorge Castaño. Actúan: Antonella Jaime, Claudia Fieg, Franco Campanella, Gustavo Ferrando, Mateo Isetta, Rita Nuñez, Verónica Vergotini. Asistencia de dirección: Ana Acrogliano. Diseño de luces: Dana Barber, Realización de escenografía: Cristian Mazzeo. Redes sociales: Mateo Isetta, Antonella Jaime. Fotografía: Renata Marano. Diseño gráfico: María Agustina Quiroga. Prensa: Valeria Franchi. Arreglos musicales y coordinación de producción: Antonella Jaime.  Dirección: Jorge Castaño. Teatro Timbre 4, sala Boedo.

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