II Festival Latinoamericano de Teatro
Del 25 de agosto al 4 de septiembre de 2016 en el Teatro Nacional Cervantes
Bolivia / Brasil / Colombia / Costa Rica / Chile / El Salvador / México / Paraguay / Uruguay
Azucena Ester Joffe, María de los Ángeles Sanz
Cerrando el Festival Latinoamericano de Teatro dos obras, una representando a Costa Rica, la otra al México profundo, Yucatán. Algo de Ricardo de Gabriel Calderón, el reconocido dramaturgo de Mi muñequita, y Del manantial del corazón de Conchi León. Dos exponentes de un teatro que bucea en los pliegues de temáticas diferentes pero con el compromiso de encontrar la forma expresiva que mejor se acerque al espectador, para traer lo fundamental de un clásico, o para conocer una sociedad con una idiosincrasia diferente a pesar que nos una el idioma y una historia de conquista y colonización que compartimos.
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Algo de Ricardo de Gabriel Calderón (Costa Rica)
Mi reino por un caballo, yo soy mi reino.
La fuerza de la actuación en conjunto con un texto potente logran construir a partir de la obra de Shakespeare, Ricardo III, una situación donde el cuerpo del actor de un personaje a otro consigue que veamos como espectadores que lo importante en la obra del vate inglés no es el relato de las acciones, que son muchas, sino el concepto que las mueve, la ambición y la revancha como motores que llevan a su personaje principal a construir un universo a su medida, quitando de su camino todo obstáculo, sea quien sea. Esa actitud dice Calderón en el cuerpo de Fabián Sales1, no es propia ni de una época ni de un cargo en la vida, si no que en todo tiempo y lugar los mismos sentimientos llevan a construir una subjetividad de exterminio; el actor se transforma en Ricardo dentro y fuera del escenario. En una puesta en abismo Sales logra no sólo dar cuenta del hipotexto al que se refiere, sino construir otro relato que tiene que ver con la definición de una estética y una poética para su trabajo. Con la ruptura de la cuarta pared, su personaje actor increpa al espectador para decidirlo a intervenir en su juego, porque de eso se trata de jugar, arriba o abajo del escenario. Ricardo III no es sólo un malvado que termina con sus oponentes, para ser luego acabado por sus enemigos, que da su reino por su caballo, es decir, por la posibilidad de una vía de escape; es también y sobre todo un gran jugador de la vida que le puso todos los obstáculos posibles para no ser nadie, y él con su empeño sin límites se impuso hasta llegar a ser el rey en ese ajedrez en el que convirtió su vida y la de los demás. Juego dentro y fuera del teatro, Shakespeare nos da señales, pistas para que sepamos leer sus obras, y la vida a través de ellas; y eso es lo que quiere decirnos también Calderón desde su dramaturgia y a través de la excelencia de la actuación de Sales. Para reducir la complejidad de la historia original, y su compulsiva suma de personajes, la propuesta es llevar la cronología de los hechos históricos que se narran a dos pantallas a los costados de un trono, el que Ricardo ambiciona, y así reunir lo importante y trascendente en el cuerpo único del actor, que será Ricardo, él mismo, o Lady Ana y su dolor. La música, original para la puesta, de Carlos Escalante, contribuye a crear el clima necesario, y apoya la construcción del decir de la famosa métrica yámbica de verso blanco, del dramaturgo inglés2.
Ficha técnica: Algo de Ricardo de Gabriel Calderón. Actúa: Fabián Sales. Música original: Carlos Escalante. Fotografía y diseño gráfico: Leonardo Sandoval. Video animación, multimedia: Diego Herrera y Leonardo Sandoval. Asesoría de actuación y puesta en escena: Eugenia Chavarri. Asesoría de expresión corporal: Danny Marenco. Coordinación de mercadeo, difusión y venta a grupos. Ámbar Almoguera. Coordinación de producción y producción ejecutiva: Verónica Quesada. Asistencia de dirección: Shirley Rodríguez y Verónica Quesada. Vestuario, mercadeo y difusión: Amanda Quesada. Escenografía y utilería: Fernando Castro. Diseño de luces, dirección actoral y puesta: Fabián Sales. Teatro Nacional Cervantes: Luisa Vehil. Estreno en Buenos Aires: 02/09/2016.
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Del manantial del corazón de Conchi León (México)
De México con amor
La realidad coloquial del México de Yucatán, sus costumbres, el sincretismo de sus ritos entre la religión católica y la maya, la situación de las mujeres, y la mirada patriarcal de las mismas sobre las acciones de las otras; el relato visceral de una sociedad y una cultura que nos atrapa desde sus imágenes, sus vestidos, sus santos es la que aparece en la puesta que Conchi León que concibe su universo desde la dramaturgia y la dirección. Sus personajes cargados de una sensibilidad que atraviesa la platea y se nos impone con la fuerza de lo verdadero, de lo genuino, de una teatralidad que surge del rito y de las formas, aparece en su magnitud a través de diferentes cuadros que van desde las situaciones más costumbristas, el cuadro de las vecinas en la iglesia, hasta el momento del bautismo maya al niño y los obsequios de sus padrinos, elegidos entre un público que quiere participar del deseo de buenaventura expresado en el gesto de ofrecer a través del objeto material pero sobre todo, a través de la intención de la palabra: “Yo te regalo este paragüas para que te proteja de la lluvia, del sol, y de todas las inclemencias que la vida te traiga” dirá una de las madrinas cuando le toque su bendición, porque de eso se trata, de regalar materia que sirva simbólicamente como conducto del deseo de bendecir con buenos pronósticos a ese nuevo ser que se enfrenta a una vida dura, que no siempre será lo suficientemente larga para cumplir los deseos. Pero el resto tampoco quedamos ajenos ya que ofrecemos desde nuestros lugares semillas como ofrenda de maduración. La vida y la muerte, vestida de blanco, se acerca a los personajes que las actrices van construyendo, y les recuerdan a todos la realidad que la vida encierra, su cara de gloria y su final. El dueto entre la comadrona, la que trae la vida, y ella la que se la lleva, son las dos formas que tiene la naturaleza de manifestarse para recordarnos que todo fluye nada permanece de la misma manera, todo se enlaza en un destino que tiene una única meta de llegada, los brazos de ella la mujer de blanco huipil3. La pieza en el marco del Festival se presenta a sí misma como teatro testimonial4, y así es, ya que muchos de los relatos son recogidos por su directora para conformar una pintura de su país, de una zona, de una comunidad. Un lugar donde las tradiciones precoloniales perviven en las mujeres y como éstas defienden sus usos y costumbres, desde la defensa de un espacio menos hostil para ellas. Lo luminoso que resplandezca dentro de la oscuridad de un patriarcado que las somete.
Ficha técnica: Del manantial del corazón. Dramaturgia y dirección: Conchi León. Elenco: Conchi León, Salomé Sansores, Addy Teyer, Asunción Haas, Mabel Vázquez, Estrella Borges, Lourdes León. Productor ejecutivo y traspunte de audio: Oswaldo Ferrer. Música: Pedro Carlos Herrera. Iluminación, escenografía y coordinación general de montaje: Essaú Corona. Diseño espacial: Juliana Faesler. Teatro Nacional Cervantes: Orestes Caviglia. Estreno en Buenos Aires: 03/09/2016.
1Fabián Sales de origen uruguayo pertenece al grupo La Carne que nace en Uruguay en 1996, como grupo de teatro profesional independiente y taller de investigación teatral. A partir de 2000 tiene sede en Costa Rica liderado por Fabián Sales, su fundador y director artístico. Algo de Ricardo de Calderón, ha ganado varias veces el Premio Nacional de Teatro en Costa Rica.
3Antes de la conquista lo usaban en todo el territorio mesoamericano, tanto las mujeres del pueblo, como las nobles. Solamente ciertas diosas y sacerdotisas podían vestir el quechquemitl, que es otra indumentaria, probablemente originaria de los totonacos. A veces el quechquemitl se usaba encima de un huipil. Hoy en día el huipil se acostumbra en el sur del país en los estados de Chiapas, Yucatán, Quintana Roo, Oaxaca y Guerrero, así como en la zona cercana a Tehuacán, Puebla; en Amatlán de los Reyes, en Veracruz; en Tetelcingo, Morelos; Tuxpan, Jalisco y en ciertos pueblos de la meseta tarasca michoacana donde toma el nombre de huamengo. El huipil consiste en una tela rectangular, doblada a la mitad, con una abertura para la cabeza y generalmente cosida a los lados, dejando sin unir la parte superior, para formar la bocamanga. Está formado por uno, dos o tres lienzos unidos por costuras –las telas se usan tal como salen del telar, sin cortes, ni alforzas– que lo entallan al cuerpo. A esto se llama un vestido no confeccionado. Se emplea algodón y lana y a veces se combinan ambos materiales. Ocasionalmente se entretejen partes de seda, artisela o plumas como adorno. Actualmente en algunos casos la manta, la popelina o alguna otra tela industrial han sustituido a los paños tradicionales elaborados en telar de cintura. Tanto el huipil, como las demás prendas de vestir, ya sea femeninas o masculinas son elaboradas por las mujeres, a veces con bordados sobre telas industriales, pero más frecuentemente en telar de cintura. Una tela auténtica consiste en dos grupos de hilos que se cruzan en ángulo recto. Primero se tienden los hilos a lo largo sobre el telar que está compuesto de varios palos, fijados en un extremo a un punto fijo –argolla, árbol, etc.–, y del otro lado alrededor de la cintura de la tejedora. A estos hilos se les llaman urdimbre y el telar sirve como marco para poder entretejer uno por uno la trama, que es el otro grupo de hilos que cruzan los primeros, para integrar la tela. La forma de entrecruzamiento de los dos grupos de hilos se llama ligamento y de su enorme variedad depende la ornamentación de los huipiles. (https://www.mexicodesconocido.com.mx/el-huipil-una-prenda-secular.html)
4Este teatro es el resultado de una investigación realizada en los municipios de Chacksinkan, Maní, Uman, Tunkás, Huhí, así como colonias ubicadas en la periferia de la ciudad de Mérida como el Robre y El Robre Agrícola.